Isabel, te follaba una y otra vez. Parte 4
Se había quedado quieta y Carlos le dio un suave tirón del brazo para sacarla de su ensimismamiento. Ella miró a Carlos con cara de sorprendida y la boca abierta, él le miraba con una sonrisa que desbordaba seguridad. Su sonrisa tan segura se le acabó contagiando y trató de devolvérsela, aunque la que esbozó fue más bien pícara. ¿Cómo había conseguido aquel hombre someter a esa mujer? Ella le había parecido increíblemente arrogante y controladora. La típica mujer que somete a los hombres a su voluntad, pero en este caso era justo al contrario. Y él lo había hecho. No pudo evitar sentir cierta admiración por él y sentir excitación por qué es lo que le depararía esa noche. Fuese lo que fuese, habría depravación y desenfreno.
-Dame el rotulador.
Ella le tendió el rotulador que llevaba en la mano y lanzó los condones sobre la cama. Tenía curiosidad por saber por qué demonios le había pedido que trajese un rotulador. Estaba a punto de averiguarlo por fin. Caminó tras de él aún cogidos de la mano, se subió a la cama y ella lo hizo también y se acercó hasta donde estaba la mujer sumisa. Isabel se agitó al sentirlos junto a ella, no podía ver qué es lo que estaba sucediendo, sólo oía. Pudo oír cómo Carlos quitó la capucha al rotulador y debió imaginar que lo usaría para pintarla a ella, en ese punto ya era imposible pensar otra cosa. Y así fue, Carlos comenzó a pintar justo sobre el culo de ella: <<PERRA ANAL>> fue lo que escribió. No se había dado cuenta hasta ahora que junto a Isabel había una polla de goma. Se imaginó esa polla siendo usada para follar el coño de aquella hija de puta una y otra vez. Le gustó esa idea, alargó la mano y lo cogió.
Carlos vio a Alba coger el mejor amigo de Isabel y sonrió de una forma malvada.
-¿Quieres jugar con él?
Tras decirle eso, azotó la nalga de Isabel y ella gimió en contestación, estaba esperando como una buena sumisa.
-Vamos a jugar un poco, venga –dijo Carlos.
Agarró el plug anal y tiró de él suavemente hasta sacarlo del ano de ella. Su ano quedó abierto un momento pudiendo verse su interior tan rosa y liso, y entonces ella contrajo el ano y se cerró. Aunque estaba cerrado, se apreciaba que estaba dilatado y que podría abrirse con facilidad. Carlos la estaba mirando y parecía esperar a que ella hiciera algo, pero ella estaba perdida en mil pensamientos distintos y la cabeza le daba vueltas por la calentura que le subía cada vez más y más. Aquello era delirante. Parece que se cansó de esperar, agarró la polla de goma y se la acercó a la boca, ella supo muy bien qué hacer y la engulló. El controló la artificial mamada y ella sabía que debía conservar la saliva en la boca, sin tragar. Le sacó la polla de la boca y se sorprendió al ver cómo ella acercaba su boca al culo de Isabel y descargaba la saliva acumulada directamente sobre su ano, sonrió. Le agarró la mano derecha e hizo que agarrara la base del dildo pero fue él quien puso el dildo sobre el ano de Isabel y quien comenzó a hacer presión haciendo que la polla lo fuese penetrando lentamente. El gemido que Isabel liberó al sentirse atravesada analmente no tuvo precio, la puso a mil.
-Venga –la apremió con voz tranquila Carlos.
Ella supo lo que tenía que hacer. Carlos retiró su mano y la dejó a ella en control de la masturbación. Y la comenzó a masturbar. Comenzó a mover la polla de dentro a fuera del culo de la perra anal, sin sacarlo del todo. Iba lento al principio, haciéndola ronronear suavemente. Sentía que los pezones le dolían de lo duros que los tenía y se llevó la mano libre a ellos para apretarlos y jugar con ellos. Ella también comenzó a ronronear. Aumentó la velocidad de las penetraciones anales y los ronroneos de Isabel se tornaron en gemidos que cada vez eran más fuertes. Se olvidó de sus tetas y se clavó sus dedos en su coño empezando a masturbarse con violencia. Se sentía totalmente fuera de sí, aquello sí que era delirante. Estaba masturbando analmente a otra mujer, y le estaba gustando. Jamás había hecho algo así y era algo que la estaba volviendo loca de placer.
Alba mantenía los ojos cerrados para concentrarse en sentir su propio placer, pero estaba obligada a entreabrirlos para poder seguir horadando el ojete de Isabel y para poder alimentar con imágenes la calentura y delirio que estaba viviendo en aquella habitación. Casi había olvidado por completo a Carlos, sólo su voz susurrándole al oído le hizo recordar que lo tenía a su izquierda.
-Háblale. Llámala por su nombre: <<Perra>>. Pregúntale si le gusta.
-¿Te está gustando?
Isabel no respondió a la pregunta de Alba, tan sólo siguió gimiendo. De nuevo, un susurro a su oído.
-La perra no te ha contestado… Castígala, ¿no crees?
-Puede que se lo merezca… -Alba hablaba como si estuviera en un trance.
Viendo que Alba continuaba masturbando y masturbándose, le agarró ambas muñecas ganando instantáneamente la atención de ella.
-Sácale el juguete del culo y no vuelvas a jugar con ella hasta que no hagas que te suplique –dijo Carlos entre susurros al oído de Alba.
Alba con los ojos entrecerrados y en total silencio retiró el consolador de dentro del culo de Isabel. No dijo nada, simplemente lo retiró. Isabel echó las caderas hacia atrás mientras Alba le sacaba el juguete, y las echó más hacia atrás cuando se sintió vacía. Alba contempló cómo Isabel hacía círculos con su culo, contoneándolo, buscaba la cabeza de la polla de goma. Tras sacar el juguete sexual del ano de la rubia, éste quedó totalmente abierto; parecía la entrada de una gruta, una gruta de paredes rosadas y lisas y de aspecto suave. La recepcionista se quedó sorprendida y atrapada por la visión del ano sodomizado y abierto de Isabel, sumisa en sus manos en aquel momento. Miró a Carlos manteniendo la cara de sorpresa y vicio, él le asintió. Ella volvió a mirar el ano de ella que de repente se cerró, aunque quedó con una cierta abertura como en veces anteriores.
Un nuevo susurro en su oído.
-Pídele que te diga si le gusta.
Alba miró a Carlos a la cara, luego miró al consolador que tenía en su mano, completamente húmedo por el lubricante y lo que pudiera quedar de su saliva; por último miró al culo de aquella mujer, tenía un culo muy bonito, de los que atraían las miradas de los hombres, lo cierto es que le daban ganas de azotarlo con fuerza hasta que estuviera rojo. Esa rubia era de esas mujeres acostumbradas a conseguir lo que quisieran y que miraban por encima del hombro a otras mujeres, siempre se veían mejores que las demás y tenían miedo de ser superadas por las demás… Zorra.
-¿Te gusta… perra?
La aludida no dijo nada, se mantuvo con la boca cerrada y el culo en alto en su postura de indigna sumisión.
Carlos guio la mano de Alba hasta que el consolador besó el ano de la perra.
-Pregúntale. Otra vez.
-¿Te gusta, perra?
La única respuesta fue un ronroneo y un echar hacia atrás las caderas para penetrarse con el juguete. Carlos presionó con la muñeca de Alba para que la cabeza del consolador penetrara el culo de la sumisa haciendo que suspirase de alivio.
-Dile: si quieres que te folle el culo, me responderás a lo que te pregunte –le dijo Carlos a Alba en un nuevo susurro.
-Eh. Escucha –la voz de Alba sonaba entrecortada, carente de decisión- ¿Te gusta que te folle el culo? Porque… porque si quieres que te folle el culo… respóndeme.
Alba miró a Carlos en busca de instrucciones, él le hizo entender con gestos que le repitiera la pregunta.
-¿Te gusta, perra?
La voz de Alba sonaba sin convencimiento, aunque consiguió imprimir algo de seguridad esta vez. Isabel seguía intentando meterse el juguete dentro de su culo, pero Alba lo mantenía siempre con la cabeza dentro.
-Sí –respondió al fin Isabel.
La respuesta de Isabel sonó forzada. Parecía obligada a dar esa respuesta contra su voluntad. No aceptaba la pregunta, pero se veía obligada a responderla. Debía estar impacientándose por seguir sintiendo el sexo anal en sus carnes. La respuesta dio algo más de confianza a Alba, que se aventuró con una segunda pregunta.
-¿Te gusta que te follen el culo?
Isabel se resistió a responder y la seguridad de Alba se resquebrajó. Carlos dio una sonora cachetada al culo de Isabel. Le arrancó un gritito y una respuesta.
-Sí. Me gusta.
La mano de Alba estaba de nuevo en su propio coño, el ver la cachetada a Isabel para disciplinarla la puso cachonda. Volvió a ganar la confianza perdida.
-¿Te gusta que te folle así?
Preguntó mientras iniciaba una penetración lenta con el consolador. Lo enterró por completo y lo sacó lentamente sin sacar nunca la cabeza de éste del culo de ella.
-Sí. Me gusta así. Mmmm.
Isabel se contoneaba y gemía suavemente con las suaves penetraciones de Alba.
Isabel se quedó callada de nuevo, disfrutando del placer anal y evadiendo respuestas. Un azote fuerte cayó sobre su culo. Alba la había azotado con fuerza.
-Ah, joder.
-Respóndeme –dijo una semi-enfadada Alba.
-Sí, joder. Sí. Fóllame el culo. Me gusta. Cállate y fóllamelo de una vez.
Alba aceleró las penetraciones una vez más e Isabel comenzó a gemir más fuerte que antes. Poco a poco, el ritmo de la follada se estaba recuperando. Carlos se echó a un lado y disfrutó del espectáculo que esas dos mujeres le estaban ofreciendo. Se mantuvo alejado de Alba mientras se masturbaba lentamente.
-¿Te gusta, perra?
-Sí. Sí. Síííí.
-¿Te sigo follando el culo?
-Sí. Sí joder, fóllamelo.
Alba estaba cada vez más suelta, cada vez preguntaba con más seguridad y más dominancia sobre Isabel. Isabel cada vez estaba más receptiva a aceptar a Alba como una nueva ama.
-Eres una zorra, ¿verdad? Una auténtica perra.
Isabel no dijo nada a esto, sólo gimió. Alba redobló esfuerzos y la azotó cuando volvió a preguntar.
-Eres una perra y una zorra –azotó su culo–. ¡Dime lo que eres! –volvió a azotar la misma nalga.
Tres sonoros azotes descargó Alba sobre el culo de Isabel hasta que la impelida al fin respondió.
-¡Sí. Soy una perra! ¡Soy una zorra! Ahhh, joder. Fóllame el culo. Fóllamelo.
Carlos se acercó a Alba y le susurró al oído nuevamente. Alba repitió el susurro de Carlos a Isabel a modo de orden.
-¡Eres mi perra ahora! ¡¿Me has oído?!
-Sí… Ahhhh, ahhh… Soy tu perra… soy tu perra. AAAAHHhh.
Alba no se había dado cuenta de ello, pero ahora sonreía. Tenía una sonrisa en la cara que sólo Carlos podía ver en este momento. Alba sonreía con malicia, con la malicia de alguien que acaba de conseguir un poder que no suele conseguir y que le está gustando. Un poder que no sabía que quería. Alba estaba aceptando su rol como dominante de Isabel con alegría, con entrega. Había vuelto a jugar con sus tetas mientras penetraba sin compasión el culo de Isabel. Alternaba el darse placer a si misma con la mano libre con azotar las cada vez más rojas nalgas de Isabel, que gemía y gemía y se retorcía ante las sensaciones que le estaba regalando la pelirroja, la cual Isabel aún no había podido ver aunque intuía quién era.
-¿Te gusta cómo te follo?
-Síii. Me encanta.
-¿Te gusta follar por el culo, guarra?
-Síii. Me encaAAaahhnta. Oh, joder, sííí.
-Eres una zorra y una guarra. Y mereces que te azoten. ¡Perra! ¡Puta!
-Sí… -plaf- Ahhhh. Ahhhh –plaf-… Sí, síííí, azótame, sííí. Soy una puta –plaf, plaf- y una zorra. Soy tu pe… -plaf- Ahhhh –plaf-. Ohhh. Soy tu perra.
Alba continuó sodomizando y vejando a su perra durante varios minutos más. Las dos gemían con fuerza. Alba se acercaba a un orgasmo y azotaba cada vez menos a Isabel, aunque cuando lo hacía, lo hacía con más fuerza. Cada vez se centraba más Alba en jugar con su coño y conseguir el placer que le faltaba para llegar al orgasmo; aun así, las penetraciones no se ralentizaban, Alba se aseguraba de seguir masturbando de lo lindo a su recién adquirida sumisa.
Alba no pudo más y alcanzó su clímax. Cerró los ojos con fuerza y abrió la boca de par en par para tomar una bocanada de aire infinita; soltó la polla de goma que quedó enterrada dentro del culo de Isabel y se llevó la mano a los pechos para apretarlos mientras aún seguía cogiendo aire. Entonces explotó en un orgasmo monumental. Comenzó a gemir a gritos mientras se doblaba hacia delante y se torturaba el clítoris con la mano izquierda y los pechos con la derecha. Movía las caderas como si estuviese follando, hacia delante y hacia atrás hasta que se quedó paralizada y, entre gemidos cayó de lado sobre la cama mientras seguía dándose placer con sus dos manos. Sobre la cama se retorcía de placer contoneándose y haciendo círculos con las caderas mientras el orgasmo llegaba a su fin. Sus gemidos fueron apagándose hasta convertirse en suaves jadeos. Retiró su mano izquierda de su coño y la dejó caer muerta a su lado, sobre la cama. Miraba con los ojos entrecerrados a Isabel y veía cómo el consolador iba saliendo poco a poco del culo hasta que cayó sobre la colcha. Sonrío pícaramente al ver esto ocurrir. Miró hacia arriba al cubrir Carlos la luz del techo sobre su cara, y le sonrío con una media sonrisa de alegría y orgullo, Carlos le sonría con orgullo.
Alba mantuvo la sonrisa de alegría y recorrió el cuerpo de Carlos hasta su polla, erecta y dura. Estiró su brazo derecho y se la agarró para comenzar a meneársela a un ritmo medio. Tras recuperar su aliento y normalizársele algo más, volvió a escuchar a Isabel y a ser consciente de ella. Isabel gemía por lo bajo y jadeaba mucho, tenía la boca abierta para tomar aire y la saliva le caía de la boca, estaba babeando. Todo su cuerpo estaba perlado de sudor y su pelo estaba empapado. A Alba no le gustaban las mujeres, pero sabía apreciar una mujer atractiva y desde luego que esa rubia lo era. Volvió a pensar en que era una de esas mujeres que tratan con desdén y superioridad a las demás sólo por atraer toda la atención de los hombres, una auténtica puta... Y ahora tenía a esa auténtica puta atada y sometida para hacer con ella lo que quisiera. Sintió mariposas en el estómago y su sexo se volvió a excitar con la visión de una Isabel jadeante, sudada y sometida.
-Quiero que te la folles –dijo Alba mirando fijamente a Carlos.
-Jm, ¿Sí? -Respondió éste alzando una ceja.
-Sí. Quiero ver cómo te la follas bien duro.
Alba seguía masturbando a Carlos y ahora lo hacía con más fuerza y apretando más la polla de él con su mano. Había vuelto a masturbarse tras mirar a Isabel y darle la orden a Carlos de que se la follase.
Carlos se encogió de hombros, se alejó de la pelirroja y se puso en la retaguardia de la rubia tras subirse a la cama.
-¿Por dónde quieres que me la folle?
Alba se mordió el labio pensativa y miró a Isabel, hacia su cara con los ojos vendada. Que decida ella.
-Que decida ella –le hizo saber a él–. Oye tú, Perra. ¿Por dónde quieres que te follen?
Isabel tardó un par de segundos en contestar: -Por el coño. Folladme el coño, por favor... –hizo una pausa dejando la frase inacabada– amos.
-Mira que perra más obediente y bien enseñada, que ya nos llama amos sin tener que recordárselo, ¿has visto, pelirroja?
-Sí que lo he visto. Esta Perra está muy caliente y necesita que se la follen como la puta de mierda que es. Hazlo duro, quiero oírla chillar.
La sonrisa que compuso Alba fue de maldad pura. A Carlos le sorprendió ver esa sonrisa en esa mujer que había sido tan tímida antes. Ella parecía una buena persona, sin maldad, piadosa y sin saber cómo ser mala con otros. Por eso le había gustado al verla y juzgarla así, porque pensaba que había potencial para atraerla y rebajarla a su nivel. Pero ella había bajado muy rápido, demasiado. Entonces, o ella ya era así, o es que la había juzgado bastante mal. Como fuera, le encantaba ver esa maldad en los ojos y palabras de Alba. Le ponía casi tanto como el haber sometido y seguir sometiendo a la que una vez fue su jefa.
Carlos recogió el rotulador negro que seguía tirado sobre la cama y lo usó para hacer un nuevo escrito sobre la piel de la rubia sometida. Primero limpió la zona de sudor con la sabana y sobre la nalga izquierda escribió: <<PERRA INFIEL>>. Y sobre el muslo derecho escribió: <<AZOTAR>>. Isabel notó cómo escribían sobre su piel y no dijo ni hizo nada, sólo se quedó quieta para que se escribiera bien sobre ella.
-¿Quieres mi polla, perra?
-Sí, amo. La quiero toda. Métemela, por favor –comenzó a mover las caderas sensualmente.
-Tienes dos amos ahora. Pídele permiso a tu ama para que te folle.
Isabel tardó en articular palabra, no parecía haber aceptado la idea de que una mujer que aún ni siquiera había visto fuese ahora su ama también. No obstante, habló. Y cuando lo hizo, lo hizo con timidez en su voz.
-Ama... ¿puede follarme el amo?
-Mmmmm, no sé. Pídemelo bien, suplícame.
Isabel no dijo nada. Se resistía. Carlos observaba todo con mucha atención.
-Si no me suplicas, no te follaremos más y sólo me follara a mí.
Alba se había levantado y ahora estaba arrodillada junto a Isabel cerca de sus hombros. Se estiró hacia su derecha y cogió el consolador que había usado para follarla por el culo.
-Suplícame, Perra. Di que eres una puta y que te encanta que te follen por todos los agujeros, sucia guarra.
La rubia se mordía el labio inferior y arrugaba la cara en expresiones que mostraban su lucha interna por hablar y por no hacerlo. Alba decidió tomar armas en el asunto y le acercó la polla a los labios. La mujer atada abrió los labios y dejó que penetrase su boca. Alba le daba de mamar a Isabel esa polla de plástico que momentos antes había estado dentro de su culo. Y así se lo hizo saber.
-¿Ves como eres una puta y te encanta que te follen todos los agujeros? Estás chupando una polla que ha estado dentro de tu culo, y te encanta hacerlo. ¿A que sí, Perra?
Alba le sacó el consolador de la boca y se acercó a su oído para hablarle de cerca.
-Suplícame, puta. Eres nuestra Perra. Suplícame.
La agarró por el pelo empapado en sudor y tiró con fuerza haciendo que echase la cabeza hacia atrás y soltara gruñidos.
-Suplícame -dijo Alba tirando de la melena rubia.
-Pp-por favor ama –Alba dejó de tirar con tanta fuerza-. Por favor, te lo suplico... deja que el amo me folle el coño...
-Di lo que he dicho que digas.
-So... soy una perra.... y una puta. Y. Y me encanta que me... -un tirón de pelos la hizo continuar- me encanta que me follen por todos los agujeros.
-¿Perra, estás cachonda?
-Sí ama. Estoy muy cachonda.
-¿Quieres polla?
-Sí. Te lo suplico, ama. Dame polla. Folladme.
Alba dirigió la mirada a Carlos componiendo una sonrisa malvada y le habló.
-Ya sabes. Fóllatela bien duro. Fóllate a esta puta asquerosa. Quiero ver como grita de placer.
-Gracias, amAAAaHHH.
Isabel no pudo terminar la palabra antes de que Carlos la empalase sin piedad por el coño y comenzara a follársela fiereza. Tenía el coño chorreando, a cada embestida salpicaban unas gotas que saltaban a la cama y acompañaban el ruido húmedo de la cabalgada que estaba recibiendo Isabel.
Alba se acercó a la cara de Isabel y la cogió entre sus manos.
-Quiero que me veas la cara, Perra.
Agarró la venda de sus ojos y la retiró para que la rubia pudiera volver a ver. Ella parpadeó varias veces para acostumbrarse de nuevo a la luz y cuando lo hizo puedo ver con sus ojos entrecerrados por su estado de excitación, placer y sumisión que esa mujer que había estado oyendo todo ese rato y que la había masturbado analmente era aquella recepcionista mosquita muerta que les miraba enrollarse en el hall del hotel. Aquella niñata que no tenía ni media hostia era quien ahora se atrevía a ordenarle que la llamase ama. ¿Cómo se atrevía? Eso no podía quedar así, tenía que vengarse de esa estúpida zorrita.
-¿Te gusta cómo te folla? -Preguntó Alba ajena a cualquier pensamiento que tuviese la mujer sometida.
-Sííí. Me encanta. Uffff, ahhhh.
Isabel respondió a su pregunta sin pensar, solo reaccionó. ¿Cómo podía rebajarse ante esa asquerosa niñata? Había bajado la guardia, pero ya no lo haría más. La estúpida niña se puso en pie y se puso entre sus brazos atados al cabecero. La miraba desde arriba con suficiencia. Maldita puta ¿Quién se creía que era? Isabel la miraba desde abajo con sumisión, aunque ella pensaba que lo hacía con ira. La pelirroja se acuclilló, le agarró la nuca con la mano y tiró hasta llevar su cabeza a su coño. Isabel simplemente comenzó a lamer.
-Pensé que tendrías sed después de tanto follar. Ufff, así, cómetelo... Así que te daré algo de beber.
Carlos estaba detrás de Isabel, machacándola a pollazos en el coño. Había visto la escena en directo y le había dejado sorprendido. Esa mujer pelirroja era toda una caja de sorpresas y a cada cosa que ella hacía, más le gustaba a él. Veía la cabeza de Isabel entre las piernas de Alba y veía cómo la perra se esforzaba por satisfacer a su nueva ama oralmente. Le costaba hacerlo por los empellones que recibía constantemente directamente en su coño. Carlos quería ver disfrutar a la recepcionista y redujo la fuerza de sus envites para que el cunnilingus fuese más suave. Las oía a las dos gemir. Los gemidos de la sometida algo ahogados entre los muslos y los pliegues vaginales de su ama, y los de la otra dueña de la sometida suaves y profundos.
-Pero bueno, dale duro esta. Quiero que la Perra grite –dijo Alba al notar que Carlos había bajado el ritmo.
-Tus deseos son órdenes.
Dicho esto, comenzó de nuevo a bombear con ganas. Las gotas de lubricante vaginal saltaban por el aire y el sonido húmedo se escuchaba con claridad en la habitación. Isabel no pudo mantener mucho tiempo la boca pegada al coño de Alba y tuvo que separarla para comenzar a gemir más y más fuerte hasta comenzar a gritar. Apretaba las manos clavándose las uñas y tiraba de las ataduras que la unían al cabecero. Apoyó su cabeza sobre el muslo de Alba y gimió a gritos mientras cerraba los ojos con fuerza. Alba sintió urgencia por apretarse y retorcerse los pezones y jugar con sus pechos mientras no perdía detalle de la follada que le estaban dando a la sometida mujer.
Las carnes de las nalgas de Isabel se movían al ritmo de las clavadas que le metía Carlos sin piedad. Sus tetas, algo más grandes que las de Alba, se movían adelante y atrás sin parar. No paraba de gemir y gritar con la cabeza apoyada en la pierna de su ama. A su ama le pareció que debía mantener la boca ocupada, y volvió a estrujarle la cabeza contra su vulva para que lamiera y lamiera. Isabel lo hizo por inercia, intentando lamer tanto como le era posible entre grito y grito, que no era mucho.
-Sigue comiéndome, Perra. Sólo vales para eso: para follar y que te follen.
Alba se inclinó hacia delante y agarró uno de los pechos de Isabel. Con él en la mano lo apretó y lo masajeó, y luego comenzó a hacerlo con fuerza buscando dar un castigo placentero a aquella teta. Isabel aún gritaba y no quedaba claro si el trato a su teta añadía a los gritos. Alba sonreía con malicia de nuevo y gemía cuando Isabel lamía su coño.
Ese ritmo era agotador para Carlos, iba a necesitar parar en poco rato y tenía que tener mucho ojo con correrse. Se había corrido muchas veces ya y cada nueva erección podía ser la última. Por suerte para él, Isabel le ganó la carrera porque comenzó a correrse. De repente paró de gemir y se quedó sin respirar, entonces volvió a contraer los músculos como había hecho anteriormente y empezó a gritar más fuerte que antes al ritmo de las oleadas de placer que le llegaban del orgasmo que estaba viviendo. Las piernas le temblaban con espasmos y cuando el pico del clímax hubo pasado, toda ella comenzó a tener espasmos mientras seguía gritando y gritando. Según se fue apagando su orgasmo, Carlos fue ralentizando su follada hasta acabar por sacarle la polla del coño empapado, quedando este abierto pudiendo verse su interior con bastante facilidad. Se dejó caer sentado junto a Isabel y suspiró agotado. Isabel se había rendido al fin y dejó de tener la postura con el culo en alto, se tumbó boca abajo sobre la cama, las piernas ya no le aguantaban más.
-Vaya que si te has corrido, Perra. Como la puta que eres. Y ahora estás exhausta, pero con ganas de más, ¿a que sí, zorra? Pues yo no me he corrido, ¿sabes?
-Oye, Alba –dijo Carlos tranquilamente-. La perra no ha pedido permiso para correrse. Y ella sabe muy bien que debe hacerlo –le dio un azote sobre la nalga donde había escrito antes-. Ahora se merece un castigo, castígala.
A Alba la cogió por sorpresa esto. Había sido dominante un rato con la tal Isabel, y le había gustado mucho, pero ella no era así. La combinación de toda aquella locura sexual la había empujado a hacer todo eso y a ser tan firme y dominante, incluso le dio órdenes a Carlos. Pero ahora Carlos le ordenaba a ella, y lo hacía con mucha naturalidad, con mucha tranquilidad, sin variar su tono de voz ni sin hacer aspavientos de ningún tipo. Y aun así ella era incapaz de negarse, debía castigarla pues se lo había dicho él. Le sonrió a Carlos, que tenía una sonrisa indescifrable en la cara.
Alba quedó un momento pensativa y se llevó un dedo a los labios en gesto estoico, parecía una estatua griega de algún pensador. Una estatua griega, pero en versión tía buena. Salió de su ensimismamiento y miró a Carlos para esbozarle una sonrisita. Se giró y comenzó a desatar las muñecas de Isabel del cabecero. Las manos de esta cayeron a peso sobre la cama e Isabel se tumbó completamente boca abajo sobre la cama. Alba no le dio tiempo a descansar a su nueva mascota humana y, cogiéndola del hombro derecho tiró de ella para que se girase y quedase tumbada boca arriba. Volvió a coger las muñecas de Isabel y las ató de nuevo al cabecero de la cama, solo que esta vez a una altura menor, pero más separadas entre sí. El collar de Isabel aún seguía en su sitio. Una perra debe llevar collar.
Alba se detuvo un momento y contempló a Isabel. Aquella mujer arrogante y engreída tenía motivos para serlo, estaba buenísima. Alba había sentido envidia del culo de aquella mujer cuando la vio por primera vez aquella noche en la habitación, cuando ya estaba atada y en pompa. Le vio las tetas también, pero las vio colgando y, pese a parecerles muy bonitas, ahora que las veía estando tumbada boca arriba la cosa cambiaba; esas tetas desafiaban la gravedad, eran firmes y mayores que las suyas, sus pezones eran más bonitos que los suyos propios y la forma de sus tetas también le ganaban. Sentía envidia de esa mujer tan perfecta, era guapa, tenía un cuerpo perfecto, tenía a cualquier hombre que quisiera y tenía dinero, a la vista de la habitación en la que estaba. Esa espectacular mujer lo tenía todo y ahora Alba la tenía a ella para hacer lo que quisiera con ella. Esa espectacular mujer le iba a comer el coño.
Carlos había seguido atentamente las acciones de Alba curioso de ver qué es lo que se proponía la pelirroja. Se mantuvo al margen y sólo observó. Alba desató a Isabel y la giró quedando la rubia boca arriba. Hacía ya rato que no la veía de frente y joder, que visión más bonita, qué buena que estaba la hija de puta de su exjefa. Era una de esas madres que no crees que sean madres, un vientre plano y trabajado y unas tetas firmes y bonitas, daban ganas de chuparlas y apretarlas. La polla le dio un pálpito, le dolía la erección, ver a Isabel desnuda y boca arriba le ponía la polla aún más dura. Vio a Alba colocar los pies a ambos lados de la cabeza de Isabel, se imaginaba por dónde iría aquello. Alba habló.
-Puta Perra. Escúchame.
Isabel movió sus ojos entrecerrados hacia Alba, pero sin mover la cabeza.
-Mírame a los ojos cuando te hablo, joder -Alba había elevado el tono bastante, hablaba con enfado en la voz-. Zorra comecoños.
Isabel movió la cabeza impelida por el enfado de su ama hasta poder hacer contacto directo con los ojos de ella.
-Sí. Así. Ahora vas a comerme el coño hasta que me corra en tu puta boca de bollera.
Sin haber terminado la frase ya se había acuclillado hasta quedar sentada sobre la cara de Isabel. La rubia hacía tiempo que había dejado de ser dueña de sí misma y se había convertido en propiedad del placer. De nuevo, simplemente sacó la lengua y comenzó el que era el segundo cunnilingus que hacía en su vida.
Alba volvía a sonreír como una tonta al sentir el placer de la lengua de Isabel en su coño. Era una comida de coño bastante pobre, pero el morbo de todo aquella situación era lo que le daba el placer que Isabel no conseguía darle. La lengua de la Perra jugaba con sus pliegues y su clítoris, e incluso se atrevía a penetrar tímidamente la vagina. Alba movía las caderas a ratos en círculos y a ratos hacia delante y hacia atrás para buscar su propio placer. Pensaba en que Isabel debía estar empapándose la cara con su coño húmedo y ese pensamiento hacía que aún se humedeciese más y se pusiera más cachonda. Alba gemía femeninamente, gemidos suaves y sensuales mientras se movía sobre la cara de Isabel. Era una visión espectacular. Carlos la cogió por las mejillas y la atrajo hacia sí para besarse hasta que en la habitación sólo se escuchó el sonido de dos lenguas batallando entre ellas y una lengua batallando contra un coño.
-Mmm, luego. Ella está aprendiendo y si ahora me quito de encima, nunca aprenderá a hacerlo bien -dijo Alba agarrando el pezón izquierdo de Isabel y apretándolo haciendo que emitiera quejidos ahogados.
-Vaya, vaya. Así que no lo hace bien, ¿eh?
-No, no del todo -respondió Alba entre gemidos.
-Pues a mí me apetece meterla en caliente. Si no te follo a ti, me la follaré a ella. Así que veme diciendo si quieres polla, o si quieres que te siga comiendo el coño la perra.
-Que te gusta que le jodan el culo -hizo una pausa y luego le dijo mirándole a la cara-. Guarra.
Carlos se estiró para coger el lubricante y se echó sobre su polla y luego le metió un par de dedos embadurnados en lubricante por el culo a Isabel. Isabel gimió. Carlos cargó los tobillos de Isabel sobre sus hombros y se dispuso a penetrarla pero Alba le detuvo.
-Espera, acércame el rotulador, por favor.
Carlos se lo tendió con curiosidad de ver qué es lo que pondría sobre la carne de la pecaminosa Isabel. Alba destapó el rotulador y se dobló hacia delante para comenzar a escribir sobre el vientre de Isabel, estaba escribiendo las letras al revés según la perspectiva de Carlos y le costaba leer qué iba poniendo.
<<PUTA COMECOÑOS>>
-Vamos, fóllatela por el culo.
Y así lo hizo él. Se la metió con cuidado, aunque vio que no era necesario ese cuidado, ese culo seguía abierto e iba a quedarse abierto bastante tiempo. Oh, cómo había echado de menos ese culo calentito y acogedor. Y ahora tenía el añadido de que veía cómo las tetas bailaban al ritmo de la follada. Joder, qué buena está la cabrona.
-Fóllatela más despacio, que si lo haces rápido deja de chupar la asquerosa.
Carlos pasó a follarse a Isabel con más calma. Isabel volvió a lamer el coño de Alba de una forma que le agradaba bastante más y los gemidos de Alba iban multiplicándose.
-Chúpame el botoncito, sucia puta. Hazlo joder. Ohh, sí, así. Justo así puta -Alba se apretaba los pezones mientras hacía muecas de placer con los ojos cerrados-. Mmm, que bien lo estás haciendo. Sigue chupando, haz que me corra, cojones.
Carlos notaba el coño de Isabel empapado. Le estaba mojando el pubis cuando se la clavaba entera, y creía estar notando que los fluidos vaginales estaban corriendo hacia abajo y mezclándose con el lubricante anal. Era muy posible que Isabel jamás en su vida hubiese estado tan cachonda. Iba a acabar deshidratándose por su coño.
-¿Te gusta follarle el culo a esta Perra bollera?
-Joder, que si me gusta. Es lo más. Esta hija de puta tiene un culo para plantar nabos -acompañó la frase de un azote fuerte a Isabel que la hizo parar de chupar un momento-. Está 24/7 luciendo culo frente a todos los tíos para que la miren y le encanta que los tíos babeen por ella y hagan lo que ella quiera. Ahora a comer coños.
Alba y Carlos se miraron y rieron por la situación de sometimiento a la que habían inducido a Isabel, que seguía comiendo coño haciéndolo lo mejor que era capaz.
-Ufff, creo que me queda poco para correrme -Alba construía las frases entre gemidos-. Esta está aprendiendo a comerme el coño por fin. Ufff, joder. Ahhh. Sigue comiéndomelo así que me queda poco… Qué rico, hostias…
Alba empezó a moverse sobre la cara de Isabel. Prácticamente Alba se masturbaba con la cara de Isabel, movía las caderas para rozarse contra la nariz, contra la boca y contra la lengua. Isabel se acabó por quedar quieta con la legua fuera y se dejó ser usada para que Alba se masturbara. Ahora que mantenía la boca abierta sus gemidos eran más altos y tanto Alba como Carlos se pusieron más cachondos al oírlos. Alba notaba ya su orgasmo muy cerca, tenía la cara en una expresión de concentración y seguía apretándose los pezones como una loca; la mano derecha hacía amagos a veces de dejar el pezón para ir hacia el coño, el orgasmo era inminente, llegaría de un momento a otro.
-Ahh, ahhhhh, ahhhhhhhh. JODER CÓMEME EL COÑO QUE ME CORRO.
Alba explotó de repente en un portentoso orgasmo. Se comenzó a masturbar el clítoris con ansiedad y se dejó caer sobre la cara de Isabel hasta que sintió su lengua enterrada dentro de su vagina. Carlos ralentizó la follada para evitar correrse en el acto. A Alba empezaron a correrle lágrimas por las mejillas mientras gemía y gemía al correrse.
-SÍ. CÓMETE TODA MI CORRIDA. AHH, JODERR QUÉ BUENO HOSTIAS. BÉBETELO TODO PUTAAAAAAHHHHH. DIOS. SÍ. SÍ. JODEEEEER.
La expresión de Alba se fue relajando cuando el orgasmo comenzó a remitir y empezó a sonreír como una boba y a reír suavemente. Se intentó levantar, pero las piernas no parecían poder cargar con su peso y volvió a quedarse sentada sobre la cara de Isabel.
-¿Te ha gustado mi corrida, asquerosa puta?
Alba le agarró los pezones y se los maltrató causando que Isabel emitiera quejidos aún con la cara enterrada en el coño de Alba.
-Te gusta esto, ¿a que sí?
Maltrató con más fuerza y se rio cuando Isabel se quejó aún más. Sus quejidos se mezclaban con sus gemidos por el sexo anal que aún le daba Carlos.
Alba consiguió que las piernas le volvieran a funcionar y se apartó al fin de la cara de Isabel. Los dos amos vieron que tenía la cara empapada por los fluidos de Alba. Carlos no pudo aguantar más y anunció que se iba a correr.
-Joder, me voy a correr. Ya no aguanto más.
-Córrete en mi boca -dijo Alba recostándose en la cama y apoyando la cabeza sobre el vientre de Isabel.
Carlos sacó la polla del culo de Isabel y la acercó a la boca abierta y expectante de Alba. Se masturbaba con fuerzas con la mano derecha y con la izquierda guio la cabeza de la pelirroja para que todo cayese dentro. Alba esperó con la boca abierta y la lengua fuera al semen de Carlos. Colocó la punta de la polla sobre la lengua de Alba y comenzó a correrse. Su polla escupió tres cargas dentro de la boca de ella y a partir de ahí fue Alba la que siguió masturbando la polla para exprimir lo que quedase dentro, se la metió en la boca y la ordeñó hasta sacarle todo el jugo. Carlos suspiraba y pesadamente tras el orgasmo, de no haber estado de rodillas, habría caído pues las piernas le temblaron con esa eyaculación.
Carlos observó arrodillado junto a Isabel cómo Alba se levantaba y gateaba hacia la cabeza de Isabel. Él le maravilló con una estupenda vista de su culo mientras gateaba, unas nalgas imponentes y firmes, y, entre ellas una rajita húmeda de un líquido denso y viscoso. Tenía la entrepierna brillante de sí misma y de la saliva de Isabel. Al rozarse los muslos entre sí, algunos hilos de fluidos quedaban unidos y formaban pequeños puentes. Los muslos estaban húmedos hasta casi la mitad de distancia hacia las rodillas. A Carlos le dieron ganas de saltar sobre Alba y comerle el coño hasta que volviera a correrse, esta vez gracias a él. No obstante, siguió observándola marchar disfrutando de la vista.
Alba se quedó a un lado de Isabel, que la miró desde abajo a los ojos. Los ojos de Isabel tenían un brillo que antes no habían tenido. Miraba a Alba con la boca entre abierta, los orificios de la nariz abriéndose y cerrándose con la respiración agitada de Isabel. Isabel tragaba saliva y se relamía los labios en silencio, mirando a Alba, esperando qué vendría a continuación.
Alba le hizo abrir la boca con una mano apretando en sus mejillas, Isabel abrió la boca con ojos dubitativos. Alba bajó la cabeza y alineó su boca con la de Isabel e instó a esta a abrir la boca un poco más, luego con el pulgar y el índice le agarró la lengua y la invitó a que la sacara. Isabel estaba tumbada boca arriba con los brazos atados al respaldar de la cama, al igual que un collar que llevaba al cuello, con la boca abierta y la lengua fuera, esperando a que Alba hiciera u ordenara algo. Alba estaba a cuatro patas sobre la cama, junto a Isabel, con la mano izquierda controlando que Isabel mantuviera la boca abierta.
Alba bajó un poco más la cabeza y abrió la boca. Todo el contenido de su boca cayó espeso y pesado directamente en la boca de Isabel. La mezcla de la corrida de Carlos y la saliva de Alba cayó pesada dentro de la boca de la rubia y se estampó contra su paladar. Un hilillo quedó colgando de su boca formando un puente con la boca de Isabel. Alba cerró la boca, sorbió algo de mocos y lanzó un pequeño escupitajo directo a la boca de Isabel llevándose consigo el hilillo de saliva, semen y mocos que unía ambas bocas. Isabel tenía ahora los ojos entrecerrados, estaba cachonda por lo que acababa de suceder.
-No se te ocurra tragar todavía, Perra.
Isabel movió la lengua dentro de su boca, paladeando el caldo que tenía dentro: semen de Carlos, saliva, fluidos vaginales y mocos de Alba, sus propios fluidos vaginales y algo de lubricante anal. Mantuvo la mirada fija en Alba, la miraba cachonda y con ganas de más. Sintió que la cama se hundía a su derecha y miró hacia ahí, era Carlos. Alba aún mantenía la boca abierta de Isabel y Carlos sorbió una buena cantidad de mocos y preparó un buen gargajo que dejó caer cerca de la boca de Isabel. Isabel recibió el nuevo esputo con un gemidito sumiso. La pelirroja retiró la mano de la húmeda cara de Isabel y le hizo cerrar la boca.
-Este es tu castigo por haberte corrido antes sin haberme pedido permiso, asquerosa puta. Perra de mierda. Ahora trágatelo todo.
Isabel lo tragó todo de una sola.
-Gracias, ama.
-¿Estaba bueno, Perra?
-Sí... estaba muy bueno, ama. Lo siento... no me volveré a correr sin pedir permiso.
Carlos se mantenía al margen, oyendo la conversación. Esa Alba era muy interesante, le apetecía conocerla más en profundidad.
-No, pues claro que no lo harás más.
Alba le soltó una bofetada a Isabel. No fue fuerte, pero sí que era sonora. No le hizo daño, pero la mejilla se le enrojecería rápido.
-Perdón, ama. Perdón.
-Cállate. ¿Qué vas a hacer para arreglarlo?
-No… no sé… -Isabel miraba nerviosa hacia los lados, buscando encontrar la respuesta que Alba quería oír. Miró a Carlos en busca de respuesta, pero sólo encontró en él esa sonrisa mientras las miraba a ambas. Esa sonrisa-. Te… Le comeré el coño…
-Puta lesbiana -le soltó una bofetada en la otra mejilla.
-Sí. Soy una puta lesbiana...
-¿Te gusta comer coños?
-No lo sé... Sólo el suyo, ama...
Alba le retorció un pezón e Isabel gritó.
-¿Nunca habías comido un coño hasta ahora? -Alba soltó el pezón.
-No, no. Nunca, ama... Nunca hasta ahora.
Isabel hablaba entre gritos por el trato a su pezón. Parecía dolerle, pero gustarle, a Carlos no se le escapaba la expresión de vicio de Isabel y cómo su otro pezón estaba duro.
-Vaya zorra bollera de pacotilla eres.
Alba le empujó la cabeza contra la cama y se levantó. Pasó la rodilla sobre su cabeza y le volvió a colocar el coño a la altura de la boca, sólo que esta vez Alba estaba mirando hacia el otro lado, hacia el respaldar de la cama.
-Lo siento ama. Lo siento -Isabel se disculpaba de su ama entre lamida y lamida a su coño-. Me esforzaré.
-Cómeme el coño y calla, zorra de mierda.
Alba se giró a su izquierda y se acercó a Carlos, él le pasó un brazo alrededor de la cintura y con la otra mano agarró su mejilla y atrajo a Alba hasta besarse ambos mientras Isabel seguía debajo de Alba comiéndole el coño.
-Quiero que me folles -dijo Alba al separar su boca de la de Carlos.
-Y yo quiero follarte bien follada. El problema es que me he corrido Dios sabe cuántas veces y parece que a mi mini yo le vendrá bien un descansito.
Ambos miraron la polla de Carlos. Estaba semierecta, morcillona, como quien dice. Carlos se levantó de la cama y caminó hacia la mesa de la habitación. Buscó en la caja donde había venido el consolador y todo el material sexual y sacó una caja más pequeña. La abrió y sacó un cinturón de tela negra, parecía resistente y tenía varias hebillas de plástico. Aquello era un jaleo de tela y plástico. Alba le miraba manipular aquel lío de cinturones mientras gemía por las lamidas de Isabel. Carlos fue a la cama y cogió el consolador que estaba tirado sobre la cama y totalmente olvidado por las dos mujeres. Alba deseó cogerlo cuando Carlos le recordó que existía todavía. No lo había echado en falta en todo ese rato, pero ahora que no lo podía tener era cuando se volvía más atractivo de poseer. Siguió de nuevo a Carlos con la mirada hasta la mesa y ahí él quedó de espaldas mientras trabajaba con esos cinturones y el consolador. A saber qué demonios estaría haciendo porque más que trabajar parecía que se estuviera peleando con esas cosas. Le picaba la curiosidad bastante y quería preguntar, pero prefirió esperar y seguir observando qué hacía. Sin girarse, Carlos le habló.
-Ven aquí, tengo una cosa que seguro que te va a gustar bastante.
Alba se levantó al instante y fue hasta donde se encontraba Carlos de espaldas. Isabel quedó olvidada sobre la cama y giró la cara para ver qué tramaban sus dos amos. Su ama parecía contenta con lo que el amo le había preparado.
-Venga, te ayudo a ponértelo -dijo Carlos.
Carlos ayudó a Alba a abrocharse esos cinturones a la altura de la cintura dando tirones de las correas, ajustando las hebillas, recolocando algunas cintas sueltas, aflojando de otros lados… Carlos se movió al fin e Isabel pudo ver lo que era, era un arnés al que se le sujetaba el consolador. Ahora mismo Alba tenía pene, pene de goma, pero pene al fin de al cabo pues ahora vestía un strap-on.
-Sí -se besaron-. Me encanta.
-Pues venga, ve a jugar con él y con tu otro juguete -dijo refiriéndose a Isabel-. Que yo me voy a poner una copichuela y sentar a veros jugar. Diviértete.
Carlos dio un cachete en el culo a Alba para espolearla en su nueva aventura. Ella sonrió como una niña ilusionada con un juguete nuevo, a falta de una comparación mejor, mientras que Carlos cogió un vaso y se preparó una copa como había dicho que haría.
Alba se subió a la cama y caminó por ella hasta quedar de pie sobre Isabel, una pierna a cada lado de sus axilas.
-Mira bien, zorra. Ahora tengo polla. ¿Quieres que te folle con ella?
Isabel miraba embelesada la nueva figura de Alba. Ahora tenía polla, en efecto, y no podía dejar de mirar aquella polla. Quería volver a tener esa polla dentro de alguno de sus agujeros para gozarla de nuevo. Ya había chupado aquella polla. Ya la había tenido dentro del coño. Y ya la había tenido dentro del culo. Se había masturbado con ella y la habían masturbado. Nunca en su vida había visto en persona una polla de esas de goma, siempre había pensado que eran una tontería, que las de verdad eran más que suficiente, y aún seguía pensándolo, pero ahora tenía que admitir que esos consoladores eran también divertidos para jugar con ellos. Nunca en su vida había jugado con juguetes sexuales y ahora se planteaba comprarse algunos cuando llegara a casa. Ella misma se había convertido en un juguete sexual, uno de carne y hueso que estaba caliente y con ganas de seguir disfrutando de lo que sus amos le hicieran.
Isabel asintió con la cabeza sin decir palabra. Esa fue su respuesta a su ama. Quería que la follara con esa polla de goma.
Su ama tenía una sonrisa similar a la que su amo tenía a veces, cuando se comportaba como un amo. Tal vez para ser el amo de alguien has de sonreír de esa forma. Su ama era muy guapa, tenía una cintura más fina que la suya y sus caderas eran un pelín más anchas. Sus pechos eran más pequeños que los suyos propios, pero eran más bonitos; Isabel veía sus pechos algo caídos ya, esa chica era más joven que ella y tenía las tetas muy bien puestas. Vio su culo antes cuando se ponía la polla de goma y era un culo firme y respingón, no como el suyo que era gordo y blando.
-Ábrete de piernas para mí. Voy a meterte la polla hasta el fondo.
-Sí, ama.
Su propia voz le parecía de otra persona a Isabel. Esa otra persona respondía por ella cuando los amos hablaban, mientras que Isabel era quien respondía a Carlos y la mosquita muerta de la recepcionista. Isabel no soportaba que le dijeran qué hacer -¿Cómo se atrevía nadie a decirle qué hacer?- ella era quien decía a los demás qué debían hacer. La otra persona se plegaba a las órdenes que recibía y las acataba sin rechistar y con la cabeza gacha. Y siempre daba las gracias cada vez que podía. Odiaba a esa persona, por su culpa estaba siendo humillada constantemente por esos dos. Ahora mismo mantenía las piernas abiertas todo lo que podía porque la otra persona hacía lo que le decían. Cuánto odiaba a esos dos, y a esa otra persona que no era ella. Pensaba castigarlos a todos por atarla, humillarla, sodomizarla, escribir sobre ella…
-¿Dónde la quieres?
-Dentro de mi coño Por favor, ama.
Su voz salió de su boca pero ella no pronunció palabra. No pensó la respuesta. La respuesta salió por sí misma.
-Toma polla, asquerosa puta.
¿Cómo se atrevía esa…?
-Ahhhh.
Alba penetró a Isabel de una estocada enterrando la polla de goma hasta los huevos.
Isabel estaba tumbada boca arriba con los brazos abiertos y atados al respaldar y con las piernas abiertas todo lo que era capaz. Alba estaba encima de ella con el cinturón fálico enfundado en su cintura, con las rodillas y las manos clavados en la cama para afianzarse y poder follarse al estilo misionero a Isabel.
Alba se follaba a Isabel en esa postura ante la atenta mirada de Carlos. A Alba le costaba follar de aquella forma, así follaban los hombres y ella no lo era. Generalmente en esa postura ella era la que estaba quieta y se dejaba follar, pero ahora debía moverse distinto a como siempre lo hacía al follar, y le estaba costando. Poco a poco fue cogiendo ritmo y comenzó una follada aceptable. Isabel gemía como muestra de que Alba estaba cogiéndole el tranquillo a follar con un cinturón fálico.
-¿Te gusta?
-Sí. Me gusta.
Alba la cogió del cuello y apretó suavemente.
-Eres una puta.
-Sí. Ahhhh. Soy, tu… puta.
Le soltó el cuello y la abofeteó como había hecho antes. Una, dos y tres bofetadas. Y volvió a agarrarla del cuello.
-¿Te gusta cómo te follo?
A Isabel le costaba hablar debido al estrangulamiento.
-Sí. Me gusta -dijo con palabras entrecortadas Isabel.
-Puta.
Apretó más su cuello.
-¿Tienes novio, Perra? -Preguntó Alba con malicia.
-Estoy ca-sa-da -Isabel seguía hablando difícilmente debido al estrangulamiento.
-Le estas poniendo los cuernos a tu marido con una mujer. Eres una puta asquerosa.
Alba escupió a la cara de Isabel, que cerró los ojos al recibir el escupitajo.
-Soy una pu-ta. Lo-si-en-to-a-ma. Ahhh. Ahhhh. Jo-oh-der.
-Mira cómo gimes, zorra. ¿Te follo mejor que tu marido?
Isabel guardó silencio y apretó los labios como queriendo sellarlos, como si el que estuviesen sellados era el por qué de que no respondiera. Alba se impacientó y le dio otra bofetada como las anteriores para apremiarla a responder a su pregunta.
-Responde a mi pregunta -dijo Alba con enfado en la voz.
Isabel sólo abría la boca para gemir, pero se resistía a contestar a su ama. Encajaba las bofetadas que poco a poco fueron coloreando su mejilla de rojo, pero seguía sin responder a su pregunta.
-¿No vas a obedecerme y responder mi pregunta, zorra de mierda?
Alba aguardó unos segundos a Isabel, pero tampoco hubo respuesta en esta ocasión. Cansada ya le agarró ambos pezones y los retorció con fuerza haciéndola gritar y retorcerse en la cama, incapaz de escapar por sus ataduras. Aún así, no usó su palabra de seguridad.
-Me cuesta más metértela ahora. Te pone cachonda que te trate así.
Alba rio y siguió follando a Isabel variando entre asfixiarla, abofetearla y pellizcarle los pezones.
Carlos habló desde el sillón donde las observaba divertirse.
-Alba. Suéltale las manos y átaselas juntas a un mismo barrote.
-¿Por qué? -Pregunto Alba.
Carlos no necesitó responder. Se quedó mirando a Alba con gesto impasible manteniéndole la mirada hasta que Alba claudicó y retiró la mirada para luego moverse a hacer lo que él le había dicho. Isabel no hizo ningún intento de escapar cuando le liberó ambos brazos y se dejó atar de nuevo sumisamente sin rechistar, ni mediar palabra.
En esta nueva postura las tetas de Isabel quedaban más apetecibles incluso. Tal vez estuviera igual de atractivas que antes, pero daba otra impresión al cambiar levemente la postura al tener las muñecas atadas juntas.
Alba contempló a su sumisa de pie sobre la cama, viéndola tumbada y dispuesta para ella. Isabel abrió las piernas al ver a Alba de pie sobre ella, esperándola, expectante, mordiéndose los labios. Alba se apretó los pechos y volvió manos a la obra. Se arrodilló junto a Isabel y dirigió el pene de goma a la entrada de Isabel, empujó y la volvió a penetrar. Isabel recibió a Alba con un gemido de alegría. Alba comenzó a follarla de nuevo.
Isabel gemía de una forma diferente ahora. Lágrimas de placer volvían a correr por sus mejillas. Se estaba deshaciendo de placer al ser follada por su ama. Alba la agarró con violencia por la cara, sujetándosela por las mejillas.
-¿Te gusta cómo te la meto?
-Síííí. Sí, ama. Me encanta cómo me la metes.
-¿Sigo?
-Por favor, ama. Sigue, por favor. Me voy a correr pronto. Ahhhhh.
-¿Te corres cuando follas con tu marido?
Isabel se lo pensó antes de responder, ponderó si debía responder a la pregunta y tras unos segundos y con los ojos cerrados respondió:
-Sí. Sí que lo hago.
-Y también te corres con nosotros. Puta. Sólo quieres que te folle una buena polla, ¿a que sí?
-Sí, ama. Soy una aahhh. Una puta. Mmmmmm ahhhh. Quiero una buena pollaaaahhhhhh que meeeeooohhhhhh fo-o-o-ollee-ee-eeee-eeeeeeehh. OOOOHHHH.
-Perra -dijo Carlos interviniendo desde su sillón-. ¿Te corres con nosotros?
Isabel abrió los ojos y miró a Carlos. Alba había apoyado ambas manos a los lados de Isabel para estar más cómoda follando a su sumisa.
-Sí, amo -Isabel respondía entre jadeos y gemidos-. Me coooHHHh-rro con vosotros.
-¿Te corres cuando Alba te folla?
Isabel se mordió el labio inferior y abrió más los ojos mirando a Carlos, poniendo una expresión más seria.
-Sí -dijo Isabel con tiñendo de decisión su voz. Entonces giró la cara y miró a su ama directamente a los ojos-. Sí, me corro cuando me folla mi ama -lo dijo con seguridad, mirándola directamente a los ojos, sin parpadear, sin titubear. Sonrió a su ama tras decir esas palabras.
Carlos siguió preguntando a Isabel sobre Alba.
-¿Te gusta cómo te folla?
-Síííí.
-¿Te gusta cómo te la mete?
-SÍÍÍ.
-¿Te gusta ser su sumisa?
-SÍÍÍÍ, ME GUSTA. MUCHO.
-¿Te vas a correr?
-SÍ, AMO. ESTOY MUY CERCA.
Entre pregunta y respuesta se podían oír los jadeos de Alba por el esfuerza de la follada que le estaba dando a la sometida rubia. Isabel aprovechaba los espacios entre preguntas para dejar salir todos los gemidos que Alba le provocaba.
-¿Quieres correrte?
-SÍ AMO. POR FAVOR. QUIERO CORRERME.
Carlos varió su voz para hablar ahora con un tono lleno de calma y en tono más bajo que antes.
-Pues responde a la pregunta de tu ama.
Alba comprendió a dónde había llevado Carlos a Isabel con esas preguntas, la había preparado para que respondiera a lo que ella le preguntara. No había quitado ojo de Isabel y había ido viendo cómo su cara cambiaba poco a poco y se llenaba de seguridad. Parecía ahora una persona totalmente segura de sí misma. Isabel parecía al borde del abismo, a punto de correrse, Carlos la había llevado ahí con sus preguntas. Alba lanzó su pregunta.
-¿Te follo mejor que tu marido? -Preguntó de nuevo Alba con los ojos muy abiertos.
-SÍÍÍ. LO HACES MUCHO MEJOR, AMA.
La respuesta de Alba la puso muy cachonda sin saber el porqué. Llena de excitación siguió preguntando a la enajenada y lujuria Isabel.
-¿QUIERES QUE TE FOLLE ÉL, O YO?
-TÚ AMA. TÚ. FÓLLAME TÚ, AMA.
-ERES MÍA.
-SOY TUYA, AMA. ¡SOY TU PUTA! ¡SOY TUYAAAAHHHHHH! ¡ME VOY A CORRER!
Alba aceleró los movimientos de cadera. Las dos estaban empapadas en sudor. El sudor de Alba corría por su cuerpo en pequeños riachuelos hasta alcanzar zonas bajas donde el sudor se acumulaba y formaba gotas que caían sobre Isabel. De la nariz y barbilla de la pelirroja no paraban de caer gotas directamente sobre la cara de Isabel, mezclándose con los fluidos que ya había en la cara de Isabel. De los pezones de Alba también caían gotas directas al pecho de Isabel, que se movía bamboleante con la follada que le estaban dando.
Alba estaba fuera de sí, tenía una expresión de lujuria total y la boca estaba entreabierta, cayendo saliva de las comisuras de los labios, cayendo directamente sobre la cara de Isabel que no se daba cuenta y aceptaba más fluidos corporales sobre su cara. Alba sintió las piernas de Isabel cerrarse sobre sus caderas y hacerle un candado. Isabel la había rodeado con las piernas y la instaba a ir más y más dentro de ella. Con la presión de las piernas sobre ella, Alba descendió un palmo y ahora sus pechos y los de Isabel se estrujaron los unos contra los otros. Los pezones se rozaban entre sí, duros, muy duros, dando placer a ambas. Alba clavó los codos en la cama para seguir empujando. Isabel echó la cabeza atrás. Alba mantenía la cabeza en alto para mirar a Isabel, que de repente la miró a los ojos y entre gemidos de ella y jadeos de Alba le habló, le suplicó más bien.
-¿PUEDO CORRERME, AMA? -Lanzó un par de gemidos desesperados- POR FAVOR, ¿PUEDO CORRERME?
La rubia miraba a la pelirroja con súplica y lágrimas en los ojos. La pelirroja esperó unos segundos que a las tres personas de la habitación parecieron eternos y al fin respondió.
-Sí. Córrete.
-GRACIAS, AMA. ¡GRACIAS!
Isabel puso los ojos en blanco, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a correrse entre gritos y gemidos. Apretó con todas sus fuerzas sus piernas contra Alba, casi impidiendo que ella se moviera. Isabel arqueó la espalda mientras se corría, levantándose a sí misma y a Alba que estaba tirada sobre ella. Se destensó y se dejó caer a la cama con Alba aún encima y moviéndose. Isabel no paraba de berrear aún corriéndose como una posesa. Empezó a tener espasmos musculares y no fue capaz de mantener el agarre de sus piernas sobre Alba. Sus ojos dejaron de estar en blanco, seguían llenos de lágrimas, volvió a mirar a su ama que tenía cara de sorprendida y volvió a preguntar.
-¿Puedo correrme otra vez, ama? ¿Me puedo correr otra vez?
-No -Alba habló seca y tajantemente, sin dar lugar a dudas ni segundas interpretaciones.
Y sin mediar más palabras salió de su interior. Isabel miró a Alba desesperada. Su cara se desencajó en desesperación. Su pecho subía y bajaba rápidamente y se movía aún presa de los espasmos del anterior orgasmo. Miraba a Alba totalmente desesperada y llorando, ahora sus lágrimas no se sabía si eran de placer o desesperación. Isabel comenzó a suplicar a su ama que la follara.
-Ama, por favor. Fóllame, déjame que me corra.
Isabel hacía pucheros y lanzaba grititos de desesperación y angustia. Alba se mantenía sentada al borde de la cama mirándola y sin inmutarse. Su cuerpo estaba empapado en sudor, su pelo estaba formado por mechones unidos entre sí por la humedad del sudor, su pecho subía y bajaba rápidamente por la agitación de su respiración.
Alba notó un par de manos que serpenteaban por su cuerpo desnudo y que recorrían su sensible piel llenándola de sensaciones. Echó la cabeza atrás mientras se mordía el labio inferior y la apoyó sobre un hombro. Una de las manos masajeó su pecho y la otra evitó el arnés que llevaba en la cintura para internarse en su vagina. Alba lanzó un suspiro y giró la cabeza para besar a Carlos. La boca de Carlos sabía al cubata que había estado bebiendo ese rato. La boca de Alba sabía a la lujuria y el control que había estado experimentando ese rato. Carlos siguió masturbando a Alba mientras ella seguía sentada al borde de la cama; besaba su cuello haciéndola gemir de placer, besaba su hombro haciéndola suspirar de placer y besaba su boca acallando todos los gemidos.
Isabel los miraba aún con lágrimas en los ojos. Ella también quería sentir caricias y besos. Ella también quería que le metieran los dedos. Ella quería tener algo dentro de ella. Lo necesitaba.
-Amos… -dijo ella tímidamente.
Alba giró la cara hacia ella, pero Carlos le hizo girar la cara de nuevo para besarla. Rodeaba a Alba con sus brazos mientras besaba su cuerpo, Alba se dejaba querer dejando descansar su cabeza sobre el hombro de él. Ella echó una mano hacía atrás para buscar su polla, pero él la detuvo y la guió hasta la polla de goma hasta que ella la agarró y empezó a masturbarla lentamente como si fuera una polla de verdad.
Carlos se fue retirando lentamente arrastrando las manos por el cuerpo de ella, arrastrando los dedos por la piel sudorosa y suave de Alba haciendo que ella suspirara mientras lo hacía. Antes de volver a su sillón acercó su boca al oído de ella y le susurró. Ella cerró los ojos ante las sensaciones en su piel y oído, la piel se le había puesto de gallina y notaba cómo se subía un cosquilleo desde la entrepierna.
-Desátala, dale de beber algo no alcohólico y fóllatela en otro lado. Tú eliges dónde y cómo.
-¿Dónde? -Preguntó ella en un susurro casi inaudible.
-Tú sabrás -respondió él en el mismo volumen, y luego añadió-. ¿No tienes calor? Estás sudando.
Carlos volvió a su sillón y a su copa y volvió a convertirse en un espectador de ese espectáculo sexual.
Alba siguió quieta mientras recuperaba el aliento, mirando a Isabel que gimoteaba en la cama y frotaba sus muslos aún presa de la desesperación de haber estado a las puertas de un segundo orgasmo y habérsele sido arrebatado. Miraba a Alba con cara de súplica intentando que se apiadase de ella, pero no conseguía nada de Alba que la miraba pensativa y ajena a todo lo que sucedía a su alrededor con su mano aún masturbando el pene de goma impregnado en los fluidos vaginales de Isabel.
Alba cobró vida de nuevo y comenzó a moverse. Se acercó a gatas a Isabel y la rubia se abrió de piernas inmediatamente pensando que volvería a follarla, pero Alba pasó junto a ella; entonces pensaría Isabel que le pondría el coño a su disposición para lamer, pues sacó la lengua y quedó a la espera, pero tampoco fue así. Alba pasó junto a ella y se arrodilló a su lado para comenzar a desatar la tela que ataba las muñecas atadas juntas de Isabel al barrote del respaldar. De pronto, Isabel tuvo ambos brazos libres de nuevo, aunque con las muñecas atadas juntas, y comenzó a masturbarse como una perra en celo.
-¡Eh! -Gritó Alba-. Aparta las manos de ahí ya. ¡No te vas a tocar!
-P-pero… ama… -La pena copaba la voz de Isabel.
Alba dio una bofetada a Isabel, tal vez esta vez no midió la fuerza pues pareció que le dolió a Isabel, aunque no dijo nada, ni siquiera su palabra de seguridad. Carlos empezó a dudar de si Isabel aún recordaba que podía parar todo aquello con sólo decir una palabra, o si estaba tan perdida que ya no lo recordaba. La mujer pelirroja desató también la correa del cabecero y a una orden suya tiró de ella siendo seguida por Isabel. Las dos mujeres bajaron de la cama, yendo una delante y la otra detrás con las muñecas atadas y la cabeza gacha, mirando al suelo, mientras portaba una correa al cuello que sujeta la mujer que iba delante.
Alba cogió el cubo de hielos que había entregado ella misma a la habitación hacía unas horas y lo levantó con ambas manos hasta colocárselo a Isabel en la boca. La sumisa entendió de qué se trataba y puso los labios en el borde para poder beber el agua helada fruto del deshielo. Isabel estaba sedienta, pero beber agua fría es difícil y doloroso, y más difícil es aún que te den de beber. Pronto empezó el agua a derramársele y correrle por la barbilla y el pecho. Un poco de agua helada tal vez redujese su calentura, aunque eso no era posible. Isabel alzó las manos en gesto de haber bebido ya suficiente y Alba dejó el cubo donde estaba. Agarró de nuevo la correa de Isabel y tiró de ella.
Las dos caminaron por la habitación alejándose de donde se encontraba Carlos. Se dirigían al otro extremo de la habitación, Carlos se levantó del sillón y las siguió. Alba llegó hasta la puerta del balcón y la abrió. Vaya, así que va a hacerlo fuera. Qué hija de puta más perversa. Joder, cómo me está gustando la pelirroja. Primero Alba y luego la sumisa Isabel salieron al balcón. Rodearon los muebles del balcón, un par de sillas y una mesa, y caminaron hasta la barandilla.
-¿Ama?
La voz de Isabel estaba llena de dudas, no sabía qué pensaba hacer Alba; o tal vez sí que se lo imaginara y por eso tenía dudas. Fuese como fuese Alba no habló, con rostro serio dio un tirón del collar e Isabel se dobló un poco hacia delante y siguió tirando haciendo que su sumisa fuese inclinándose más y más sobre la baradilla. Siguió tirando hasta que tuvo tela suficiente para poder anudarla alrededor del pasamanos de la barandilla. Isabel quedó así atada a la barandilla tendiendo que apoyar sus manos (aún atadas) a la misma, quedaba inclinada hacia delante dejando su culo expuesto al frío nocturno y a cualquier percance sexual.
-Ama… no sé si…
Alba dio un sonoro azote en la nalga derecha de Isabel que le hizo lanzar un gritito. Acto seguido volvió a entrar en la habitación, pasando de camino junto a Carlos, que ya se había sentado en una de las sillas del balcón. Alba volvió al momento con el lubricante en las manos. Puso la cabeza del dildo en la entrada del coño de Isabel y lo restregó contra él. Enseguida Isabel comenzó a moverse también y a echarse hacia atrás para penetrarse a sí misma. Por como estaban colocadas, sólo la mitad del dildo entró dentro de Isabel, que lo recibió con un gemido de alegría. Isabel se movía hacia delante y hacia atrás follándose el dildo mientras Alba se quedaba quieta mirándola.
-Estas muy cachonda, seguro que quieres correrte.
-Sí ama. Quiero correrme. Estoy súper caliente.
Alba se echó hacia atrás y se salió de Isabel. Isabel miró hacia atrás para saber qué es lo que pasaba, porque ya no podía follar más. Vio a su ama embadurnando con lubricante la polla de goma que tenía puesta y supo qué venía ahora. Cuando Alba fue a echar lubricante a su rubia atada, esta levantó el culo antes de tocarla. Estaba caliente, caliente y deseosa. Alba comenzó a penetrar el culo de Isabel pero no tuvo que echar las caderas hacia delante porque la rubia echó las suyas hacia atrás, encontrándose ambas caderas en el medio. Isabel gimió desde que el dildo penetró su ano, hasta que su culo dio contra la cadera de Alba.
Alba agarró con fuerza las caderas de Isabel y comenzó a follársela por el culo. No comenzó suave y fue aumentando la intensidad poco a poco, sino que empezó a un ritmo medio y lo mantuvo. Isabel primero suspiraba con cada embestida, cada vez los suspiros fueron más y más pesados y por fin comenzó a dejar escapar tímidos gemidos. Alba no daba tregua y mantenía la follada al mismo ritmo, era una carrera de fondo. Las carnes de ambas mujeres botaban y rebotaban con cada choque y cada caderazo. En los dos portentosos culos se trazaban onda tras onda tras chocar las carnes. Era hipnótico y excitante. Las tetas de Isabel se bamboleaban de atrás adelante a ritmo fijo y las de Alba, más pequeñas y firmes daban pequeños saltos con cada movimiento.
Alba había comenzado a respirar por la boca ante el esfuerzo físico, pero no conseguía arrancarle a Isabel ningún gemido más fuerte que el anterior. La rubia seguía siendo tímida en el volumen de sus gemidos. A ratos se mordía el labio para evitar gemir más alto, ahogando gemido tras gemido.
Se había desatado una pelea silenciosa. Alba quería que Isabel gimiera, pero que lo hiciera más alto de lo que lo estaba haciendo, mientras que Isabel se negaba a gemir alto y lo hacía más bajo de lo que lo había estado haciendo toda la noche. Ninguna dijo nada a la otra, sólo continuaron dándole espectáculo a Carlos, cuya polla comenzaba a despertar de su sueño poco a poco.
Al final fue Alba la que perdió la batalla, como esperaba Carlos, se le acabó la paciencia a la pelirroja y agarró por el pelo a su sumisa tirando con fuerza. Isabel no tuvo más remedio que echar la cabeza hacia atrás y gritar por el súbito tirón. Aprovechó el tirón la recepcionista para dar putadas con más fuerza, clavándose más hondo dentro de las tripas de la huésped. Isabel fue incapaz de contener los gritos de las profundas y fuertes clavadas que le estaba dando su ama. Intentó llevarse una mano a la boca para tapársela, pero al tenerlas atadas por las muñecas no pudo apartarlas de la barandilla o se caería hacia delante y Alba la mantenía lo suficientemente lejos de la baranda como para que no pudiera apoyarse de otra forma.
-¿Te está gustando, verdad? -Dijo Alba entre jadeos por el esfuerzo- Que te folle duro por el culo.
-Ah, sí. Sí -respondió Isabel con la boca abierta con voz de esfuerzo-. Me está. Gus-tando mu-cho. Ah-Ah-Ah.
-Quiero que gimas fuerte. Quiero que grites fuerte. Vamos, que se oiga.
Pese a que ahora Isabel gemía más alto y era audible desde los balcones colindantes, no pareció ser suficiente para Alba ni la rubia dio señales de pretender subir el volumen. Alba decidió seguir atacando y con la otra mano agarró un pezón de su sumisa y lo martirizó como había hecho antes otras veces. Aún no tenía claro Carlos si esto a la rubia le gustaba más, o si le incomodaba más. Isabel ahora que su pezón estaba siendo estimulado y martirizado comenzó a ahogar sus gritos y gemidos. Se veía en su cara el esfuerzo que hacía por contenerlos, las venas del cuello y de la frente se hinchaban más que nunca y se le escapaban gritos de vez en cuando.
-Grita. Quiero que grites.
Siguió Alba follando duro a Isabel por el culo.
-¿Quieres que pare?
-¡No! -Respondió Isabel inmediatamente.
-Grita. Quiero que todos oigan lo guarra que eres, coño.
-Isabel -dijo Carlos con su voz tranquila-, déjalo salir. No te contengas más.
Isabel miró de reojo a Carlos.
-¿Te gusta que te folle el puto culo de zorra que tienes?
-Sí. Sísísísísísí... SÍÍÍ...
Isabel se soltó al fin y dejó de contenerse. Sus gemidos eran prácticamente gritos y en el silencio de la noche se la podía oír en media ciudad. Alba se animó y sonrió mientras aceleraba sus clavadas, quería oírla gritar más y más.
La agarró fuerte del pelo, le hizo una coleta y tiró hasta que Isabel tuvo que echar la cabeza hacia atrás haciendo que curvase la espalda. Se oía en el balcón el sonido de la carne chocando contra la carne y los gemidos de Isabel, que se habían vuelto graves ahora que tenía la cabeza echada hacia atrás.
La mano de Alba pasaba de un pezón al otro de Isabel, estrujando y retorciendo, haciendo que la rubia gritara cada vez con más fuerza. A ratos dejaba sus tetas para dar un único y fuerte azote en la nalga. No importaba cuántas veces lo hiciera, Isabel siempre gritaba en sorpresa ante el azote. Alba se la follaba como si quisiera correrse al hacerlo, pero ella no sentía placer al penetrarla, sólo conseguía calentarse más y más. Sus pezones eras piedras y debían molestarle pues buscaba instantes en los que darles un sobeteo rápido antes de volver a atender a los de Isabel.
Isabel comienza a gemir más de seguido y más fuerte, un orgasmo se acercaba. Le comenzaba a caer la baba a Isabel hasta llegar a la barbilla y colgarle. En su boca abierta se podía ver una sonrisa y de sus ojos caían lágrimas de placer. Alba debió notar que se acercaba un orgasmo anal de su Perra, porque le habló directamente:
-¿Te vas a correr, Perra?
-Sí, ama. Ahhh ahhhh, así, dame, ama. Dame
-¿Quieres que te rompa el culo?
-Síííííí. Rómpeme el culo ama. ¡Ahhhh! ¡Así! ¡Así!
-¡Tu marido es un cornudo!
-¡Sí! ¡Mi marido es un puto cornudo! ¡Él nunca me follaría así de bien! ¡Joder, me corro! ¡¿Ama, puedo correrme por favor?!
Los gritos al principio tímidos de Isabel ahora eran gritos fuertes y eufóricos. Si había alguien con el sueño ligero, o con las ventanas abiertas muy seguramente ahora estaría escuchando los berridos de Isabel.
-¡¿Te quieres correr?!
-¡SÍÍÍÍÍ, AMA! ¡ME QUIERO CORRER POR EL CULO!
-¡Pues grita, que te oigan todos!
-¡SÍÍÍ! ¡AHHH! ¡AHHHHHHH! ¡ME CORRO POR EL CULOOOOOHHHH! ¡AHH! ¡AHH! ¡AHH! ¡AAAAAAAAHHH!
Isabel explotó en un orgasmo como pocos había tenido esa noche. Se agarró con todas sus fuerzas a la barandilla y gritó a todo pulmón sus gemidos para que toda la población pudiera oírla correrse. Alba no paró de bombear su culo durante el orgasmo de Isabel y al sonido de la carne contra la carne se unió el sonido de líquido caer y salpicar. Isabel estaba meándose encima, o eyaculando, no quedaba claro. Ni la propia Isabel sabría responder, ella tenía los ojos en blanco y la boca abierta de par en par mientras gritaba y jaleaba su orgasmo al mundo. El orgasmo fue decayendo y a Isabel le comenzaron a dar espasmos hasta que las piernas le comenzaron a fallar y finalmente cayó de rodillas al suelo.
Al caer Isabel de rodillas, se pudo ver perfectamente su culo totalmente abierto. Se podía ver el interior de su ano una vez más. Cuando ella contrajo el esfínter, el ano se cerró pero se podía ver perfectamente lo dilatado que éste había quedado. Isabel seguía temblando con espasmos tras el orgasmo. Apoyó su cara en el cristal del balcón y se dejó caer ahí para degustar los últimos coletazos de su orgasmo anal.
Alba entró en la habitación y al momento volvió junto a Isabel llevando el rotulador en la mano. Isabel la vio con el rotulador y se quedó quieta. Alba le ordenó que le diera la espalda e Isabel en seguida lo hizo. La tinta negra volvía a marcar esa noche la suave piel de la mujer sometida. El mensaje que la mujer pelirroja escribió esta vez entre las escápulas de su sumisa fue: <<MARIDO CORNUDO>>. Puso el tapón al rotulador sin decirle qué es lo que había escrito y fue a desatar la correa de la barandilla. Para sorpresa de Alba, vio a Isabel aún con las manos atadas masturbándose el coño con una mano y el culo con la otra. Ella sola se estaba penetrando ambos agujeros, metiéndose hasta tres dedos al mismo tiempo en cada agujero. Aquella mujer orgullosa había caído en la depravación y la lujuria en esa habitación de hotel, en una sola noche.
Isabel miró a los ojos a su ama con cara de placer y de niña buena y dijo:
-Más.
Alba la miró con cara seria.
-¿Más? -dijo Alba arqueando una ceja.
-Sí, por favor. Ama. Dame más, quiero más.
Alba se quedó callada mirando a Alba por unos momentos.
-Desátate las muñecas. Me da asco tocar esa tela, estará pringosa.
-Sí, ama.
Isabel luchó con las ataduras de sus muñecas mordiendo y tirando de ellas hasta conseguir aflojarlas lo suficiente para poder liberarse. Por vez primera en horas tenía las muñecas desnudas y libres.
Alba cogió la correa y echó a andar hacia el interior de la habitación. Isabel fue detrás de ella caminando como una perra, a cuatro patas. Llevaba la cabeza gacha y la nalga roja como un tomate de los fuertes azotes que Alba le había estado propinando mientras le follaba por el culo. Caminando a cuatro patas, su coño y su culo estaban expuestos a quien quisiera verlos. Su coño estaba mojado y tenía hilillos que unían ambos labios y también había hilos que hacían puentes en el nacimiento de los muslos. Su culo estaba dilatado, se veía rosado y un pelín abierto; estaba húmedo también, de los flujos de ella y del lubricante que tanto se había usado. En ese culo entrarían sin resistencia cuatro dedos, y puede que incluso un quinto también. Sus tetas colgaban y se movían al ritmo de su lento gatear.
Alba se paró en mitad de la habitación. Isabel la miró a la espera de indicaciones. Alba la agarró por el pelo y guió su cabeza hasta su pene de goma. Isabel abrió la boca y comenzó a chupar. Sólo que aquel falo era de goma y estaba unido a un cinturón fálico, que llevaba puesto la recepcionista que se había convertido en su ama sexual.
Al fin tenía Isabel las manos libres y ahora las podía usar. Se puso de rodillas para estar más cómoda en la mamada, separó las piernas y metió entre ambas una de sus manos para masturbarse; la otra mano estrujaba sus tetas con gusto.
-¿Te gusta el sabor de tu culo?
-Sí, me gusta mucho. Está muy bueno, ama.
-Te follo mejor que el cornudo de tu marido, ¿a que sí?
Alba comenzó a mover las caderas atrás y adelante y dejó una de sus manos en la cabeza de Isabel para guiar la mamada. Con su mano libre Alba se apretaba y jugaba con sus tetas, claramente necesitada de liberar toda esa excitación que había ido ganando al follar a Isabel.
Isabel chupaba y chupaba. Al principio ella mamaba la polla moviendo la cabeza, pero después sólo tenía que quedarse quieta mientras su ama le follaba la boca con la herramienta de goma. Su ama la tenía agarrada por la cabeza mientras movía las caderas para que el consolador entrara y saliera de su boca sin parar. La saliva de Isabel comenzaba ya a rebosar su boca y correr hasta su barbilla. Desde que Carlos le ordenase que no tragara la saliva cuando se la chupaba, Isabel no había vuelto a tragar saliva cuando hacía una mamada. La saliva no tardó en correrle por las tetas. Ella misma se extendió la saliva por todo el pecho con ambas manos dejándolo brillante antes de volver a masturbarse.
-¿Quién te folla mejor: el cornudo de tu marido, o yo?
-Tú -la voz de Isabel era difícil de oír con los sonidos de la mamada y el tener la boca llena de falo.
Carlos había entrado a la habitación detrás de las mujeres. Había caminado detrás de Isabel para poder deleitarse con la vista de sus agujeros húmedos y abiertos por tanta follada, y ver sus carnes moverse mientras caminaba obedientemente detrás de su dueña. Ahora estaba sentado en un borde de la cama viendo la mamada forzada que estaba llevando a cabo Alba. Veía cómo cada vez la mamada incrementaba en velocidad y agresividad y cómo a cada momento Alba mostraba más y más ira y descontrol.
En ese momento Alba se follaba con dureza la boca de Isabel. La tenía agarrada con mucha fuerza de la cabeza y movía las caderas con ímpetu clavándole el consolador hasta la garganta. Cuanto la intensidad de la follada subió, Isabel usó las dos manos para intentar ralentizar aquello. Tenía las manos sobre las caderas de Alba y empujaba para tratar de escapar, pero ni Alba bajaba la velocidad, ni le permitía echar la cabeza hacia atrás.
Isabel comenzó a toser y a tener algunas arcadas al llegar el consolador a la garganta. Comenzaba a ponerse lila y Alba no daba señales de parar. Carlos se levantó de la cama y se quedó mirando atentamente a Isabel en busca de algún gesto para parar, pero Isabel no hacía nada. Según había ido evolucionando la noche de sumisión a sadomaso Carlos dudaba ya de si Isabel disfrutaba o no en ese momento. La Isabel del principio de la noche no habría tolerado ni un segundo de esa mamada, pero la Isabel de ahora se excitaba al ser humillada y maltratada. Aunque todo debía tener un límite. Isabel estaba cada vez más lila y tosiendo salivazos, mientras que Alba estaba cada vez más concentrada y enfadada.
Alba se afanaba en dar a esa puta su merecido. Era una puta inmunda y ahora le obedecía. Y la obedecería en lo que le dijese, y ahora le había dicho que se la chupara. Las putas como esa deben callar y tragar. Le iba a quitar toda la soberbia y su altivez a base de pollazos. Esa mujer tan recta y prepotente ahora le suplicaba que se la siguiera follando como a una vulgar fulana. Iba a hacerle chupar su polla hasta que se quedara si aire.
De pronto Alba sintió un tirón del brazo que la movió tres pasos de donde estaba follándole la boca a su Perra. Miró hacia atrás y acertó a ver a Carlos justo un instante antes de que este la agarrara por los hombros y la empujara hacia delante. ¿A qué venía esa brusquedad? Sintió las manos de él en sus caderas soltando las correas de su cinturón, lo hizo con una velocidad pasmosa. En un instante, el strap-on estaba en el suelo y ella estaba desnuda de nuevo. No entendía que pasaba, por qué era tan brusco de repente.
-Quieta aquí.
La voz de él sonaba firme, autoritaria y había tintes de ira en su voz. Alba se quedó quieta y recta, como si fuese una niña a la que hubiesen castigado. Escuchó a Carlos hablar detrás de ella:
-¿Estás bien, quieres parar?
-Estoy bien, amo. No quiero parar.
Esa era la voz de esa maldita zorra, tenía que seguir castigándola y enseñarle humildad.
Y luego, más fuerte y nítidamente escuchó:
-Lo siento, Ama.
¿Qué? Alba se quedó con la mente en blanco por un instante. ¿Por qué le estaba pidiendo perdón? Casi la asfixiaba con la mamada y aún así ella le pedía perdón… pero ¿por qué? No supo qué decir, qué pensar. Fue a girarse, pero Carlos la retuvo.
-¿No te he dicho que te quedases quieta?
Con voz de niña asustada que sabe que ha hecho mal atinó a decir:
-N-no… Es que…
No pudo hablar nada más, Carlos la hizo doblarse hacia delante y separa las piernas y de un solo movimiento le clavó la polla hasta la base. Alba dio un grito. Le dolió por lo súbito y por la fuerza de la clavada. Su coño chorreaba y estaba deseoso de polla, pero los ataques sorpresa son dolorosos. Tras el primer grito de Alba vino un segundo, y un tercero y luego un cuarto. Carlos la estaba follando de pie en mitad de la habitación, sin condón y con fuerza. Y a Alba eso la estaba volviendo loca.
Alba estaba recibiendo sexo duro y sin condón y le estaba encantando. Sus gemidos era gritos y su cara era de placer e ira. Carlos la follaba con fuerza, le daba caderazos que la harían caer si no fuera porque la mantenía agarrada por las caderas con más fuerza aún que los pollazos que le propinaba. Alba daba manotazos al aire intentando agarrarse a algo para mantener el equilibrio, pero sólo conseguía agarrar el aire a su alrededor. Estaba totalmente en las manos de él.
Carlos la agarró por la barbilla con brusquedad y con fuerza para que la cara de Alba quedara junto a la suya. Alba bufaba y gritaba con la intensidad y dureza de la follada que le estaba dando.
-Te gusta follar duro. Pues ahora te voy a follar bien duro.
Alba miraba de reojo a Carlos.
-Te encanta que te folle así, ¿verdad?
-Sí. Joder. No pares y reviéntame. Ah. Duro. Dame duro cabrón.
Carlos le tiró del pelo y le mordió el cuello, ella gritó y gritó mientras se volvía loca y más loca. Joder qué follada.
La polla de Carlos salía casi completamente del coño ardiendo de Alba. Salía casi completamente y se hundía hasta los huevos. El sonido era como el de dar palmas. A Carlos no le hacía falta azotar a Alba, los golpes de sus caderas era azote más que suficiente. Aquella mujer se había ido calentando y calentando sin desahogo todo el tiempo que estuvo follándose a Isabel, y ahora necesitaba que le diesen polla. Y polla era lo que estaba recibiendo.
La mujer pelirroja gemía como una yegua en celo y el hombre bufaba como un caballo. En esos momentos Alba veía a Carlos como un semental que estaba partiéndola en dos y matándola de gusto a base de pollazos. Las manos de Carlos volvieron a agarrar con fuerza sus caderas y ella volvió a doblarse hacia delante e intentar guardar el equilibrio como buenamente pudiera.
Alba estaba tan sumida en su placer animal que no vio, ni escuchó a Isabel acercarse gateando hasta donde estaban ellos. No la vio, ni escuchó acercarse a su entrepierna tampoco. De repente Alba sintió dos manos más en su cuerpo, en la parte delantera de sus muslos. Miró hacia abajo justo cuando notó una lengua lamiéndole el clítoris. Alba puso los ojos en blanco antes siquiera de poder ver a Isabel arrodillada entre sus piernas y comiéndole el coño. Aquello era demasiado para ella. Agarró la cabeza de Isabel y la apretó contra su coño para que le diera más placer, usó su cabeza como apoyo para mantener el equilibrio.
Dos manos masculinas la agarraban por las caderas con fuerza haciéndola sentirse una yegua empalada por un semental y ahora sentía como dos manos femeninas, más suaves y delicadas subían por su vientre arrancándole un cosquilleo y que avanzaron hasta llegar a sus pechos para empezar a masajearlos placenteramente.
Alba no podía más. Estaba siendo amada a cuatro manos, dos bocas y una polla. Tenía los ojos en blanco y la boca abierta en una mueca de sonrisa. Su cara era de boba. El placer que le atravesaba el cuerpo le había vaciado la mente por completo. Gemía y gesticulaba en el aire y agarraba la cabeza de Isabel, o sus muñecas. El orgasmo que se acercaba llegó como un huracán.
Si Alba gritaba antes, ahora chillaba. Chillaba con todas las fuerzas que tenía aún mientras se corría sobre la polla de Carlos y la cara de Isabel.
-Cómele las tetas.
Ni un milisegundo pasó e Isabel ya estaba lamiendo y chupando lo pezones duros de la pelirroja mientras la masturbaba con una mano libre.
Alba pasó de los chillidos a olvidársele respirar. Mantuvo una expresión de alegría con la boca diciendo: <<O>> sin respirar una brizna de aire. Al final tomó aire hasta llenar sus pulmones y gimió tres veces mientras contraía cada músculo de los que aún era dueña.
-¡Síííí! ¡AHHHH! ¡SÍÍÍÍÍÍÍAHHHHHH!
Como le había pasado a Isabel, le fallaron las piernas y se desplomó. Carlos la sostuvo y evitó que cayera, Isabel la aguantó por delante y entre los dos la dejaron sobre el suelo mientras temblaba con cara de tonta alegre por el orgasmo que había disfrutado. Alba quedó tirada en el suelo en postura fetal lanzando suaves gemiditos y sufriendo pequeños espasmos de placer que aún tenía la suerte de sentir.
Isabel se levantó y miró a Alba, Carlos la miraba también. Carlos e Isabel se miraron ahora el uno al otro. Los dos tenían la respiración acelerada. Sudaban y sus pechos subían y bajaban. Él dio un paso adelante, la rodeó por la cintura para atraerla hacia sí y la besó. Se separaron y él comenzó a quitarle le collar que tantas horas había sido el símbolo de su sumisión. El que fuera el cinturón de seda de la bata de la huésped de aquella habitación cayó al suelo junto a los pies de ambos.
-Ahora te toca a ti.
Carlos agarró a Isabel por los brazos y avanzó mientras ella retrocedía. Cuando llegaron a la altura de la mesa que había en la habitación agarró a Isabel por las caderas y la aupó a la mesa, dejándola sentada sobre el borde, con las piernas colgando al filo.
-¿Por dónde quieres que te folle?
Ella le echó los brazos alrededor del cuello y, acercando su cara a la de él le respondió en voz baja:
-Por el culo.
En sus labios se dibujó una sonrisita traviesa y cómplice. Carlos la besó nuevamente y tiró de sus caderas para dejarlas aún más al borde. Ella se echó hacia atrás y apoyó las manos sobre la mesa para poder tener una postura que permitiera la sodomía estando sentada en la mesa. Notó la punta de la polla de él caliente en sus nalgas, ardiendo. Notó cómo buscaba su entrada y cómo se colocaba frente a su culo. Se abrió paso en su culo con lentitud, quemándola centímetro a centímetro. Ella echó la cabeza hacia atrás y dejó salir un suspiro a medida que la polla se enterraba dentro de ella.
Cuando los huevos tocaron el culo de ella chivateando que toda la extensión de él se había introducido en ella, Isabel rodeó a Carlos con las piernas haciéndole un candado. Isabel gemía al ritmo que marcan las caderas de Carlos. Clavadas profundas y a un ritmo constante. Las tetas de Isabel, firmes y de buen tamaño están levemente caídas hacia ambos lados. Ella gime. Algunos de los tatuajes que sus amos le han hecho con el rotulador están ya medio corridos por tanto sudor, fluidos corporales y tanto roce con tanta carne distinta.
Isabel sabe que no se correrá otra vez por el culo, pero disfruta de cada segundo de tener una polla en su culo de nuevo. Es totalmente distinto del consolador, la polla le quema, le arde dentro de su culo. Y eso le encanta. Ella se muerde el labio inferior mientras sus tetas se mueven al ritmo de la follada.
Isabel ve aparecer junto a su amo a su ama. Su ama se arrima al hombre que la está follando y la mira desde el costado de él. Isabel le sonríe mientras se muerde el labio. Su ama se da cuenta que el amo le ha puesto un brazo alrededor de su cintura y su mano descansa sobre una de sus firmes y redondas nalgas. Ella gira la cara y se besa con él.
Ahora Carlos se inclina hacia delante y se besa con Isabel hasta que los dos quedan recostados sobre la mesa, las manos de ella agarrando y arañando la espalda de él. Alba mira la escena mordiéndose el labio inferior llena de envidia.
Carlos saca la polla del culo de Isabel y le ordena que se ponga de rodillas. Isabel no pierde ni un segundo y hace lo que le pide su amo y amante. Se coloca frente a la polla de Carlos, que él masturba con rapidez. Alba se acerca para arrodillarse también frente a él, pero él se lo impide con la mirada. Isabel se mantiene a la espera con la boca entreabierta mientras se masajea los pechos. Carlos comienza a suspirar y agarra el pelo de Isabel haciendo que eche la cabeza un poco hacia atrás, se inclina y comienza a correrse. Dispara todo el semen directamente al pecho de ella. Una, dos, tres descargas. Las descargas se vuelven más leves y se tornan en gotas que tiene que exprimir. Sólo entonces le permite meterse la polla en la boca para que termine de sacarle el jugo.
Carlos suspira y recupera el aliento mientras Isabel se la chupa y exprime todo el semen que queda en su polla. Alba se acerca dudosa junto a Carlos, pero no se atreve a tocarle sino que le mira tímida, esperando su permiso. Carlos se fija en ella y le hace un gesto asintiendo, ella se acerca y se pone de puntillas para besarle. Isabel deja de chupar la polla que ya ha empezado a perder dureza y tamaño y se extiende el semen por todo el pecho como antes hizo con su propia saliva.
Carlos se despega de Alba y dice:
-Bufff, vamos a dar esto ya por zanjado, que ya va siendo hora.
Dicho esto, le tiende una mano a Isabel y otra a Alba. Ambas mujeres aceptan las manos de él y son guiadas hasta el baño. Carlos abre la ducha, entra y las invita a entrar. Alba entra rápido y pega su cuerpo al de Carlos, Isabel entra más lenta, todo el agotamiento le pesa en su cuerpo, y se coloca frente a Carlos.
El agua empieza a caer de la ducha, está un poco fría al principio, pero todos están sudorosos y acalorados de tanto ejercicio por lo que apenas lo notan. El agua se va calentando poco a poco. Isabel se siente cansada, agotada, y se tambalea un poco. El haber parado ha hecho que todo el cansancio le haya venido de repente y el agua caliente ha hecho que la tensión le baje.
La melena de Isabel estaba llena de agua y ahora se apelmazaba contra su cuerpo pesadamente. Carlos no era un experto en cuidados capilares, ni en duchar a mujeres, simplemente cogió el bote de champoo y echó un chorro en sus manos para empezar a enjabonarle la cabeza a la rubia. Ella se dejó hacer, si el método lo aprobaba o no, no lo dijo, tan solo se dejó hacer con los párpados cada vez más pesados. Carlos enjabonó toda la melena rubia y enseguida la aclaró con agua. La ducha estaba completada a sus ojos.
Ayudó nuevamente a Isabel a ponerse en pie para salir de la ducha y al hacerlo reparó en Alba. No la había olvidado, sino que reparó en que no le había prestado atención ya dentro de la ducha. Había estado en la ducha con dos tías buenas y había ignorado a la que más buena estaba. ¿Cómo se come eso? Lanzó una mirada a la pelirroja queriendo pedir disculpas por no haberle prestado atención y haber enjabonado a la rubia únicamente. No tenía ni idea de si Alba era tan buena leyendo miradas como para comprender tanto con un gesto mínimo de la de por sí bastante inexpresiva cara de Carlos.
Carlos e Isabel salieron de la ducha chorreando ambos dos, Isabel agarrada a Carlos y él sosteniéndola con un brazo. Ella se arrodilló en el suelo del baño con ayuda de él, el agotamiento era ya insoportable y se estaba quedando dormida. El que fue su amo durante esa noche ahora sostenía una cara toalla de la cara habitación del caro hotel en el que se encontraban y comenzó a secar a la que fue su sumisa durante aquella noche. El cuerpo fue fácil de secar, no era más que piel húmeda y aquella toalla era buena. El pelo era otro tema, tanta melena absorbía mucha agua. Pero igual que había absorbido agua, había absorbido sudor y a saber qué guarrerías más, ella se sentiría más cómoda con el pelo limpio y enjabonado. No quedaba otra más que empeñarse en secar esa melena lo más que pudiera.
Alba salió de la ducha un par de minutos después que los otros dos sin decir nada, sólo miró hacia ellos. Ella estaba luchando por no dormirse y él estaba secándole el pelo como buenamente podía. Le costaba un poco entender cómo es que era tan atento con aquella mujer cuando había sido tan… dominante. Sabía que el pelo no iba a quedarle seco del todo, eso lleva tiempo y no parecían querer invertirlo, ella tampoco estaba por la labor, también estaba muy cansada.
Carlos dio por suficientemente buena su labor de secado. Principalmente Isabel no se mantenía ya derecha, era una muñeca de trapo. Era como una niña pequeña que tiene sueño, a la que se la han acabado las pilas y puede quedarse dormida en cualquier posición. Esa era Isabel en ese momento. Era hora de llevarla a la cama, y ella no podría hacerlo por sí misma. Carlos rodeó los hombros de ella con un brazo y el otro lo pasó bajo sus piernas y se irguió con ella en los brazos. La ducha caliente le había bajado la tensión al él también y no se libró de un pequeño mareo al pasar de estar en cuclillas a estar de pie, pero llevaba a una mujer en brazos y no podía caer.
Carlos caminó despacio desde la ducha hasta la cama de la habitación. La cama nunca había sido deshecha. Las sábanas y colcha estaban arrugadas y medio sacadas de debajo del colchón, por no mencionar las delatoras manchas de humedad que había en ciertas zonas estratégicas de la cama.
-Alba, porfa, deshaz la cama para que pueda acostar a ésta. Anda.
Alba estaba secándose aún el pelo cuando oyó su nombre. Levantó la mirada deprisa. No respondió a Carlos que la miraba más allá de la puerta del baño, dejó la toalla en el toallero y caminó desnuda frente a la mirada de Carlos, le rodeó e hizo lo que le había pedido deshaciendo la cama.
Él dejó a Isabel en la cama como si fuese una pieza de porcelana y pudiese romperse en pedazos si no se trataba con mucho cuidado. Sintió envidia de Isabel, de lo suave y gentil que estaba siendo con ella. Estaba cuidándola con mucho mimo y delicadeza. Tuvo mucho cuidado de que la cabeza de Isabel reposase sobre la almohada correctamente, no la dejó caer de cualquier forma. En cuanto Isabel se notó en la cama, se hizo un ovillo y entró en un estado de seminconsciencia. Carlos la tapó con las sábanas y la colcha con suavidad y la dejó para que durmiese.
Alba notaba que ella sobraba allí. De repente comenzó a sentirse usada y a sentirse mezquina por cómo se había comportado con aquella mujer. Quiso que alguien la tratara tan bien como Carlos la había tratado desde la ducha. De repente se sintió triste y vacía. Un torrente de sensaciones y pensamientos cruzaron su mente. Carlos la miraba con una sonrisa amable en la cara, ella le miró con sorpresa.
-Venga, recoge tu ropa, vístete y vámonos -dijo él en un susurro.
No reaccionó, se quedó quieta mirándole como un cervatillo asustado. Carlos se le acercó y le acarició una mejilla mientras le susurraba de nuevo con amabilidad:
-Venga, chiquilla. Vámonos a dormir, que seguro que estás muerta.
La sonrisa en su cara era sincera y dulce. La calidez que le transmitía enseguida se le contagió y notó esa misma calidez en el pecho. Su mejilla se volvió hipersensible al contacto con la mano de él, que la acariciaba cariñosamente. Alba notó cosquillas en el vientre y sonrió como una colegiala.
-Vale -dijo ella con una voz aguda y alegre.
Ambos amantes, el huésped y la recepcionista recogieron sus ropas y se vistieron. Ambos recogieron los juguetes sexuales y los guardaron en la caja en que habían venido. Carlos recogió el móvil de Isabel y lo dejó en la mesita de noche. Tenía algún mensaje de su marido Kike. En fin, lo hecho, hecho estaba. Isabel ya dormía profundamente y su respiración era tranquila. Carlos apagó las luces de la habitación, cerró la puerta del balcón y echó las cortinas. Alba le esperaba en la puerta con la caja de cartón en los brazos. Salieron los dos de la habitación de Isabel con sonrisas en los rostros. Los dos estaban cansados, exhaustos, pero felices. Carlos cogió la caja de las manos de Alba, se la puso bajo el brazo y le tendió la mano a ella.
Los dos caminaron cogidos de la mano hacia el ascensor, en dirección a la habitación de él para dormir la poca noche que quedaba.
La voz adormilada de Alba era adorablemente agradable de oír justo al despertar. Lo desagradable de oír era el puto despertador que estaba programado para las siete de la mañana y que Carlos se había olvidado totalmente de apagar.
-Puto Electrión de los cojones -dijo Carlos con los ojos pegados mientras daba manotazos hasta conseguir cazar el móvil y apagar la jodida alarma-. Perdona, duérmete otra vez.
Y así lo hizo ella, y así lo hizo él. Hacía pocas horas desde que ambos habían llegado a la habitación de él. Habían llegado agotados y con los ojos rojos de tanto trasnochar. Él había estado todo el día de congreso y toda la noche de fiesta hasta que estuvo toda la noche follando; ella había estado doblando turno para cubrir a un compañero durante todo el día y parte de la noche, y había estado follando buena parte de la noche. Los dos cayeron rendidos en la cama en cuanto se dejaron caer. Carlos le dejó a ella una camiseta de andar por casa que a él le quedaba grande, por lo que ella le quedaba arrebatadoramente sexy y grande. ¿Por qué a los hombres les parece tan sexy una mujer bonita con una camiseta que le quede grande?
Carlos había olvidado quitar su alarma del móvil, pero no olvidó echar la persiana y las cortinas de su habitación. Allí dentro no había más luz que el pequeño led del móvil indicando que estaba cargando. Ambos se durmieron rápidamente y volvieron a sus sueños donde los habían dejado. Durmieron y durmieron hasta que horas después, aún a oscuras dentro de la habitación, se despertaron. No supieron quien lo hizo antes, pero ambos se descubrieron acostados frente a frente y mirando al otro fijamente y con cariño y curiosidad.
-Buenas.
-Buenos días -dijo Alba esbozando una simpática sonrisa.
Carlos se movió un poco en la cama para acomodarse y desperezarse un poco.
-Qué. ¿Cómo has dormido?
-Muy bien. ¿Y tú?
-Buah, yo creo que aún podría dormir 7 horitas más tranquilamente.
-Vaya, ¿tan cansado estás?
-Siempre tengo sueño.
-Vaya.
Ambos se quedaron mirándose el uno al otro sin decir nada, el silencio se volvía ya demasiado largo.
-¿Qué me dices, desayunamos?
-Mmmm, me muero de hambre. ¡Vale!
Carlos hizo el amago de levantarse, pero se volvió a acostar.
-Mira, no voy ni a molestarme en mirar la hora. Ha de ser absurdamente tarde ya para desayunar -Alba le miraba con cara de asentimiento-. Seguramente sea más correcto pedir de comer que de desayunar ahora mismo.
-¿Pedimos de comer?
-Jm, noup. Dime, ¿te gusta el pan tostado con mantequilla, o mermelada?
-Sí, claro.
-Pues entonces eso será.
Carlos fue a girarse pero se detuvo cuando Alba le habló.
-Pero…
-¿Sí?
-¿Dónde vamos a pedir a esta hora eso?
Carlos no pudo evitar reírse ante esas palabras. Alba le miraba sin entender la risa.
-Ehhhh. ¿Por qué te ríes?
-Porque eres muy graciosa, pelirroja.
Ella dejó escapar una sonrisita. Un gesto muy adorable para él.
-Qué adorable eres. Esa sonrisita es muy adorable.
Alba se encogió y se comenzó a sonrojar. Escondió la cara hasta casi taparla por completo.
-¿Adorable? ¿Por qué?
-Bueno, esa vocecita que me pones ahora mismo es súper adorable. Es adorable nivel: me apetece abrazarte y colmarte a besos. Y además -Carlos calló al interrumpirlo ella.
-Hazlo.
-¿Mmm?
-Lo de abrazarme… Hazlo.
Carlos se sorprendió por las palabras de ella y sonrió a su vez.
-Ja. Ven aquí, pelirroja.
Los dos se abrazaron tiernamente. Carlos le dio un suave beso en la frente a ella, y ella se volvió a encoger sobre sí misma de pura ternura. Enterró su cabeza en el pecho de él y miró hacia arriba con vergüenza, él la miraba directamente a los ojos. Ahora él la besó con dulzura en la mejilla derecha y ella sonrió como una adolescente. Alba alzó la cabeza un poco y acercó su cara a la de él. Él la miraba con los párpados entornados, ella tenía los ojos abiertos. Alba dio un tímido beso en la mejilla de él, en su mejilla izquierda; él sonrió y la apretó más con su abrazo atrayéndola más hacia él. Quedaron los dos pegados, con las frentes juntas y las miradas fijas en los ojos del otro.
Aún se dieron un par de besos cortos y suaves más hasta que quedaron recostados en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Alba con la cabeza apoyada sobre el pecho de Carlos, y Carlos abrazándola con el brazo derecho. Y así quedaron ambos.
Alba habló rompiendo el silencio de la que había disfrutado cómplicemente.
-Oye…
-¿Mmm?
-Quería hacerte una pregunta -dijo con un hilillo de voz.
-Pues venga, dime.
-Bueno… primero me gustaría pedir perdón…
-Perdón por qué. ¿Qué has hecho?
-Ya sabes… Lo de ayer -se mantuvo un momento en silencio y, cuando Carlos fue a hablar, lo hizo ella-. ¿Podemos hablar de lo de ayer?
-Claro, dispara.
-Pues… Me gustó mucho. En fin... todo.
Carlos no la miraba, pero era evidente por cómo hablaba que estaba sonrojada de vergüenza.
-Estuvo muy bien. Nunca había hecho nada parecido, en mi vida. ¿sabes?
Ella hablaba nerviosa, las palabras atropellándose al pronunciarlas.
-¿No? -respondió Carlos.
-No…
Carlos respondía con voz ausente. Estaba esperando a que ella hablase lo que de verdad quería hablar y se dejase de dar rodeos. No sabía exactamente de qué querría hablar concretamente y por eso no le echó un cable. Por eso y porque le divertía escuchar su avergonzada voz dar rodeos para hablar de lo que la avergonzaba. Le parecía, una vez más, adorable.
-¿Te echo un cable? -dijo él.
-Sí, por favor -respondió ella entendiendo a qué se refería.
-¿Se te fue anoche las cosas de las manos?
Ella no respondió inmediatamente, se encogió un poco sobre sí misma antes de responder y cuando lo hizo, fue un hilillo de voz lo que salió de su boca.
-Sí -dijo alargando la sílaba-. Es que… No sé qué me pasó ayer. Nunca me había comportado así. Así tan… mala.
Ella guardó silencio reuniendo valor para seguir hablando. Carlos se mantuvo en silencio dejando que el silencio calase en ella hasta que le empujase a hablar. Arrancó a hablar sin casi pararse a respirar, empalmaba una frase con la siguiente, parecía una metralleta disparando palabras.
-Nunca había estado en trío. Ni con otra mujer. Nunca. Y nunca había masturbado a otra mujer. Ni me había masturbado otra mujer. Ni me había acostado con otra mujer. Ni la había atado. Ni sodomizado. Ni azotado... Y me gustó. Me gustó mucho. Fue muy excitante. Todo lo fue. Me excitaba verla atada. Dominarla. Controlarla. Decirle que hiciera algo y que ella lo hiciese. Ver cómo te la follabas. Me gustó cuando follamos. Me gustó hacer que ella se corriese. Me gustó mangonearla. Me gustó tirarle del pelo. Me gustó escupirle. Me gustó…
Carlos la interrumpió.
-Vale, creo que lo capto.
Ella calló y se mantuvo en silencio esperando a que él hablara.
-Nunca te habías marcado un trío. Tú tranqui, lo creas o no, este fue mi primer trío -sin darle tiempo a ella de replicar a eso continuó hablando-. Y fíjate, tampoco había dominado nunca a nadie, cosa que me gustó enormemente. Te vi a ti en la recepción y me gustaste mucho, eres guapísima. Vi una oportunidad de invitarte a la fiesta y joder, salió bien. Me di cuenta de que no estabas acostumbrada a ser dominante, y vi cómo te miraba Isabel. Con superioridad y altiva, como si fuese mejor que tú. Me pareció ver en ti que nuestra rubia no era la primera mujer que te miraba por encima del hombro y ayer te vengaste un poco de todas estas mujeres, ¿no?
Ella se había ido incorporando según hablaba él hasta quedar sentada mirándole con los ojos abiertos y cara de sorpresa.
-Joder, sí. ¿Pero cómo puedes saberlo?
Carlos sonrió divertido y respondió.
-No sé, niña. Se me da bien comprender a la gente. Supongo.
-Sí, creo que fue eso lo que me pasó. Es que me hervía la sangre cuando os vi en la recepción ya de noche. Ella me miraba pavoneándose, restregándome que estaba contigo. Ese tipo de mujeres... siempre se llevan a los hombres que quieren y ellos las siguen como perritos moviendo la cola… Ay perdón, no quiero ofenderte.
-Tranqui, no lo haces. Ella es exactamente así. Ayer me dejé llevar justo para intentar hacer lo que acabé haciendo, someterla yo a ella. En el fondo tuve suerte. Yo a ella ya la conocía, fue mi jefa en el pasado. Ya me la conozco bien y sabía que tenía oportunidades de someterla. Digamos que fui a tiro hecho... Aunque con mucha suerte, claro -rio tras decir esto último.
-Pero es que no sé… Me siento mal por cómo me comporté. Esa no era yo…
-¿Has visto Batman v Superman?
Ella le miró con la cara de extrañeza más absoluta que se pueda poner.
-Sí, entiendo que te rayes, yo soy así. Me irás pillando el truco. Bueno, pues es una bazofia infame de película, pero se usa una frase que no es original de esa película, evidentemente. <<El poder absoluto corrompe absolutamente>>.
Ella seguía mirándole sin entender a dónde quería ir a parar.
-Ayer tuviste poder absoluto, bueno casi absoluto, sobre una persona y eso se te fue de las manos. No sé si has tenido control sobre otra persona otra vez ya sea poco control o mucho, pero suele pasar a quienes no están acostumbrados. El poder corrompe y es fácil dejarte llevar. Todos nos creemos muy fuertes, muy en control, que nunca nos controlarán, que nunca caeremos en tal, o cual vicio; pero todos podemos caer, todos. Y es más fácil de lo que parece. Y es más rápido de lo que parece. Cuando menos te das cuenta, pum, has caído y no te reconoces.
Alba bajó la mirada componiendo un rostro triste. Carlos la agarró suavemente de la barbilla y le hizo levantar la cara para que le mirase.
-Ayer no caíste. Estuviste a punto, sí. Pero no lo hiciste.
-P-pero. Porque tú me paraste.
-¿Y qué? También fui yo el que te puso en ese camino, ¿o no?
-Bueno… -joder, era verdad. Fue él quien me llevó hasta ahí…- Sí... Fuiste tú.
Carlos rio tras su determinada respuesta. Alba le miró extrañada de nuevo, ese hombre era difícil de leer.
-Directa, me gusta. Me gustas. Me has respondido sin tapujos, con determinación. Muy bien hecho, niña.
Él se acercó a ella y besó su mejilla. Toda la mezcla de sorpresa, arrepentimiento, determinación y extrañeza en ella se diluyeron cuando esos labios tocaron su mejilla. Fue un beso simple, pero cálido.
-No te lo tomes a mal, Carlos -era la primera vez que ella usaba su nombre- pero eres un hombre extraño.
Él volvió a reír divertido. Como si aquello hubiese sido un chiste.
-Ya. Tu tranqui, me lo dicen mucho. Ya me irás conociendo.
-Pero, ¿por qué dices que te iré conociendo?
-Porque nos daremos los número de teléfono, fácil.
Su confianza la desarmó por completo, pero no pensó ni por un segundo en dejar que se diese cuenta.
-Ah, ¿sí? ¿Y por qué piensas que te daré mi número de teléfono? A ver.
-Pues porque te molo. Te parezco interesante. Lo bastante interesante como para seguir aquí charlando conmigo todo este rato.
-Mierda, tiene razón.
-Y -hizo una pausa para generar expectativa-. Porque si de verdad no quisieras darme tu teléfono, no me agarrarías la polla como vas a hacer y no me la chuparías como vas a hacer.
-¿Qué?
Carlos retiró las sábanas y se pudo ver su polla dura bajo el boxer. De haber estado el elástico más vencido, la punta de la polla habría asomado por fuera del calzoncillo. Alba se sorprendió mirando aquel pene erecto y notó cosquilleos en su entrepierna. Con la boca entreabierta por una suave sorpresa miró a Carlos y compungiendo una sonrisa le dijo:
-Cabrón.
Carlos soltó una sola risotada antes de ser su polla liberada por la mano de Alba. Ella agarró la polla firmemente y se la metió en la boca.
Alba estaba a cuatro patas sobre la cama con la polla de Carlos dentro de la boca. Su culo estaba a un brazo de distancia de la cabeza de Carlos, que reposaba relajadamente con los brazos tras la cabeza mientras se dejaba felar por la pelirroja recepcionista que resultó en una amante de lo más interesante. Ambos iban aún con la poca ropa con la que habían dormido buena parte del día. Las bragas de Alba resultaban interesantes a la vista de Carlos, las bragas en sí no, sino el portentoso culo que las vestía, y el tesoro que estas escondían. El huésped llevó su mano derecha hasta el culo de ella y comenzó a acariciarlo.
Alba jugueteaba con la polla, la lamía y la recorría con la lengua; de arriba abajo, de abajo arriba, se entretenía en lamer los huevos, los metía en la boca, lamía el glande, le hacía círculos con la lengua, se metía la polla entera y succionaba haciendo ruido al sacársela, la masturbaba…
-¿Qué, te gusta el juguete? -Dijo Carlos acariciando la entrada privada de Alba por encima de la tela.
Alba se sacó el pene de la boca con un sonoro sonido de succión. -Sí -se la volvió a tragar y volvió a sacarla con otro sonoro y particular sonido de succión-. Me encanta.
Ella giró la cara para mirarle a los ojos y sonreírle mientras decía que le encantaba su juguete. Él le devolvió la sonrisa y con su mano izquierda sobre la cabeza de ella la guio para que continuara su labor. Mientras ella se enfrascaba en ensalivar su juguete de carne, él fue bajándole las bragas a ella hasta dejárselas en las rodillas, y luego tirando de ellas se las quitó totalmente y las lanzó al suelo.
Un erótico y ahogado gemido femenino sonó cuando la mano de Carlos comenzó a hacer sus movimientos en la vagina de Alba. Comenzó con caricias y fue incrementando la apuesta hasta hurgar en el interior de esa vagina y a masturbar ese clítoris con suavidad.
Carlos dio un suave azote a Alba y tiró de su culo para que ella lo colocase sobre él. Con las rodillas ya a ambos lados de la cabeza de Carlos, Alba bajó su culo hasta que notó una lengua aparte de unas manos sobre sus partes íntimas.
La pareja de amantes se enfrascó en su 69 y se dedicaron a darse placer el uno al otro. La cabeza de ella subía y bajaba tragándose la polla de él tanto como podía y a ratos se la sacaba de la boca para gemir y concentrarse en el placer que él le daba. Carlos parecía más resistente al placer que ella le daba, a él apenas se le escuchaba gemir, ni emitir apenas sonidos, él lamía, masturbaba y penetraba con los dedos el coñito que tenía sobre él; estaba encantando comiéndose ese delicioso coñito y en darle placer a esa preciosa mujer, escucharla gemir era para él placer mayor que el que ella le diera al mamarle la polla.
Se mantuvieron así durante unos minutos. Uno de los dos se movió primero, la cuestión es que la postura de sexo oral se disolvió y la ropa que aún llevaban puesta voló sobre la cama hasta el suelo. Alba estaba a cuatro patas sobre Carlos fundiendo su boca con la de él mientras Carlos amasaba sus firmes nalgas apretándolas tanto como era capaz. Dios, le volvía loco ese culo. Un culamen en toda regla.
Alba notaba la polla caliente sobre su vulva húmeda. La polla de él palpitaba dando pequeños saltitos excitándola con cada nuevo pálpito. Ella movía las caderas para restregarse contra ella mientras se besaba con Carlos lentamente.
Carlos agarró su polla y la apuntó. Cogió un condón de la mesita de noche y se lo tendió a ella. En unos instantes el pene estaba enfundado y listo. Entonces Alba movió las caderas y enfiló. Ella se fue dejando caer y él apartó su mano cuando ya no hizo falta sujeción. Alba fue sentándose dejando que su pene la fuese penetrando, disfrutando cada centímetro que él entraba en ella, una vez más.
La noche anterior aquellos dos habían estado follando como animales. Llevados por la lujuria y el desenfreno. Él llevaba alcohol en sangre y ella se dejó llevar tanto por el poder someter, que su juicio se nubló. Habían follado entre ellos, sí, pero había sido placer animal y salvaje. Ahora era distinto, ahora se veían bien el uno al otro, ahora se sentían bien, ahora estaban serenos, ya se habían dado orgasmos el uno al otro y sabían que se atraían, ya habían disfrutado de una pasión más íntima y dulce y les había gustado, ya habían compartido horas juntos y se sabían que se gustaban. Ahora quería ver si eran compatibles en la cama, sin distracciones, solos ellos dos. Sin alcohol. Sin sumisas de por medio. Sin perversión. Sin siquiera juguetes sexuales. Solos ellos dos, relación física únicamente. Follar. Querían follar el uno con el otro.
-Joder.
Los dos dijeron lo mismo al mismo tiempo, cuando ya no hubo más de él para entrar en ella.
Alba, con las manos sobre el pecho de Carlos y mirándole a los ojos empezó a construir una sonrisa en sus labios mientras empezaba a mover las caderas para darse placer y dárselo a él.
Alba cabalgaba a Carlos a buen ritmo y en seguida empezó a escucharse el sonido del sexo en la habitación de Carlos. El bien conocido: <<chop, chop>> de la carne húmeda chocando contra la carne. Al sonido del sexo se le añadió como aderezo los suaves y musicales gemidos femeninos.
Carlos estaba en la gloria. Podía ver en primera persona cómo aquella imponente mujer cabalgaba. A sus ojos era toda una amazona. Tenía un cuerpo delgado y firme, fruto de su edad y su constitución. Tenía algo de <<carne para agarrar>> pero la justa para el gusto de él. Sus tetas le volvían loco. A Carlos nunca le importó el tamaño de éstas, sino su forma. Y éstas eran para él ideales: eran preciosas y cabían en la mano, pues teta que mano no cubre no es teta sino ubre. Por otro lado aunque no pudiese verlo en aquel momento pero sí sentirlo, el culo de aquella mujer pelirroja era algo de otro mundo. Él siempre fue de culos más que de tetas y aquel culo era un señor culo. Era firme y respingón. Se podía amasar y daba gusto hacerlo. No podía mantener sus manos alejadas de él, siempre apretándolo y sobándolo a gusto. En aquel momento sujetaba a Alba con fuerza por sus nalgas mientras ella bailaba sobre él gimiendo de aquella forma tan femenina y sensual que sólo las mujeres pueden conseguir. ¡Qué visión! No se cansaba de mirarla y observar su sexualidad arrolladora. Ver a esa mujer tan perfecta le daba más placer que el que sentía de estar follando.
Alba se echó hacia delante clavando los codos en la cama y se besó con Carlos sacándolo de sus pensamientos. Ahora no eran besos suaves labio contra labio, estos eran besos con lengua, sucios y húmedos. Carlos abrazó a Alba y giró con cuidado quedando él sobre ella en postura del misionero. Se miraron a los ojos y notó cómo ella le abrazaba su culo con sus piernas. Sus suaves y preciosas piernas -joder, esta mujer es demasiado. Me gusta demasiado.
En esa nueva postura ahora era él quien se movía activamente. Carlos conocía esa postura como en la que él era capaz de dar mayor placer a las mujeres, así que eso hizo. Carlos se follaba a Alba mientras besaba su cuello, arrancándole suspiros entremezclados con sus gemidos. Ella se agarraba a sus espalda y a sus brazos cuando él la besaba en el cuello. Carlos había descubierto sus puntos débiles, los más sensibles, y los explotaba sin parar. La unión de su cuello con los hombros era particularmente sensible y cuando él la besaba y mordisqueaba ahí, ella se revolvía como la cola de una lagartija y le clavaba las uñas en los brazos a los que se agarraba con fuerza. La volvía loca con esto, y eso le encantaba y le divertía.
Con los ojos entrecerrados ella le miró y le preguntó:
-¿Por qué sonríes como un bobalicón?
-Porque me pareces preciosa y adorable –el finalizó la frase con la sonrisa más sincera que ella le había visto hasta aquel momento.
Alba no pudo sino derretirse ante tan cálido comentario. Le cogió la cara entre sus manos y le besó con intensidad. No hubo lengua, sólo hubo la pasión y el sentimiento de dos amantes que se unen físicamente.
-Eres un bobo –dijo ella siendo incapaz de ocultar una sonrisita.
Él no le replicó, solo le soltó una risita cómplice y cambió su movimiento de caderas para acosar el punto G de ella.
Alba estaba suspirando con más fuerza desde hacía unos minutos y Carlos vio propicio que ese fuese el momento de su primer clímax, ese momento bonito que habían compartido.
En el momento en que él cambió cómo se movía ella le clavó los dedos en la espalda. Muestra de que lo que sentía ahora era más que antes. Había dado en el clavo y el cuerpo de ella se lo hacía saber inconscientemente.
Carlos mantuvo el ritmo, acosando el punto G con insistencia. Ella cerró los ojos para concentrarse en su placer y fue arrastrando sus manos por la espalda de él. Las arrastró desde las marcas de uñas que había dejado en sus hombros por su espalda, recorriendo su columna y palpando sus costillas, bajando por ambos costados cuando las costillas dejan de existir, notando los músculos tensarse bajo la piel. Ella notó al tacto que la piel de él se había vuelto de gallina, siguió recorriendo con las manos y con los dedos, llegó hasta las caderas y siguió descendiendo por su cuerpo aunque esto significó subir por las nalgas de él sintiéndolas contraerse a cada movimiento placenteramente delicioso para ella, y allí decidió que era donde debían arraigar sus manos. Y allí fue donde echaron raíces.
Ahora era ella quien apretaba el culo de él. Sólo que mientras que él lo hacía para disfrutar de aquel hermosamente formado trasero, ella lo hacía para acercar ese culo más hacia ella. Para enterrar a Carlos más aún dentro de Alba.
Alba gemía con los ojos cerrados, estaba muy concentrada. Le apretaba el culo con mucha fuerza, le clavaba las uñas. Estaba cerca. No debía acelerar, ni decelerar, debía mantener el ritmo. Se mantuvo así durante un tiempo más y notó cómo ella llegaba a su clímax.
Alba informó al mundo de que se acercaba a su clímax acelerando su respiración y comenzando a gemir más y más fuerte apretándose contra él. Cerrando sus piernas sobre él con fuerza y clavándole los dedos en sus nalgas instándole a entrar más y más en su interior. Cuando el orgasmo entró en su fase más alta, sus manos recorrieron la espalda y la nuca de él moviéndose como locas acariciándolo y apretándolo contra ella.
Carlos la dejó alcanzar y disfrutar de su orgasmo sin molestarla, no la acarició, ni la besó. Se dejó acariciar por ella y apretar por ella disfrutando de su orgasmo. Le parecía muy bonito ver a una mujer llegar al orgasmo, siempre era algo muy sensual. Alba fue acallando sus gemidos rápidamente y su respiración fue normalizándose. Él se mantuvo quieto dentro de ella, mirándola de soslayo, esperando a que se recuperara de su orgasmo, a que ella le diese luz verde para seguir con su encuentro sexual.
Alba al fin abrió los ojos y vio a un hombre mirándola sobre ella, la miraba con gesto cariñoso. No sabía explicarlo pero sentía que ese hombre quería protegerla y hacerla feliz. Le agarró la nuca con convicción y besó los labios a ese hombre que era su amante. Fundió su boca con la de él y dejó que sus lenguas bailaran la una con la otra.
Cuando se separaron se quedaron mirando el uno a la otra, sus miradas tenían algo que decir, cada una contaba sus propias palabras que ya tendrían tiempo de decirse, pero ambas miradas tenían una misma idea en común: <<follemos>>.
Cuando se separaron sus bocas, se miraron y ambos suspiraron.
-Uf.
Los dos se rieron cómplices y se volvieron a besar.
Él salió de dentro de ella y ella se giró sobre sí misma clavando las rodillas y las manos en la cama quedando así a cuatro patas sobre la cama. Miró hacia atrás en señal de adelante y notó la caliente cabeza de la polla de él empujando y abriéndose paso en ella. Volvían a estar unidos.
De nuevo volvía a oírse en la habitación el <<chop, chop>> húmedo de la carne contra la carne. Ella notaba las caderas de él chocar contra su culo, notaba sus huevos golpear su coño y eso le estaba encantando. Saboreaba cada golpe y cada contacto, era algo delicioso que no quería que parase. Él notaba el suave y firme culo de ella chocar contra su pelvis y sentía su humedad en los huevos. Le encantaba aquello y lo disfrutaba como si fuese la primera vez que lo viviera, si por el fuera podría estar así de por vida.
En seguida la pareja se coordinó y sus movimientos se acompasaron y cuando él avanzaba ella retrocedía. Los deliciosos gemidos femeninos se coordinaron con los delatadoramente sexuales sonidos de la carne golpeando carne siendo secundados por los varonilmente sutiles suspiros.
Los pechos de Alba se bamboleaban hacia atrás y adelante al ritmo de los golpes de caderas. Las carnes de sus nalgas formaban ondas tras cada golpe. Los hoyuelos de sus caderas eran rellenados por lo único capaz de rellenar los hoyuelos de las caderas de una mujer: los pulgares de un hombre que sea capaz de comprender la belleza de esos hoyuelos.
Las manos de Carlos se agarraban con fuerza a las caderas de ella notando los golpes de cada caderazo, sintiéndolos y disfrutándolos. Hundiendo los pulgares en esos preciosos hoyuelos. No podía más que recordarse lo afortunado que había sido de haber podido compartir su intimidad con una diosa como aquella, viendo cómo aquellas perfectas nalgas chocaban contra su pelvis trazando aquellas ondas tan bonitas de ver.
Los gemidos de ella y los suspiros de él se unían en el silencio de la habitación. El sonido acuoso y el sonido de la carne contra la carne también se convertían en uno sólo en aquella habitación de hotel.
Unas manos varoniles recorrieron una espalda femenina desde el nacimiento de las nalgas hasta las escápulas y desde ahí descendieron hasta llegar a la sensible zona de los pecho, donde no cejaron en su avance y conquistaron aquella tierra hasta hacerse con toda ella. Aquellas manos apretaron aquellos pechos perfectos a ojos de aquellas manos y notaron cómo aquel cuerpo perfecto se retorcía.
Alba dejó sus rodillas clavadas en la cama y levantó la espalda hasta quedar erguida mientras las manos de Carlos seguían firmemente asidas a sus pechos. La espalda de ella dio contra el pecho de él. Ella echó su brazo derecho hacia atrás y le agarró por la nuca, giró su cabeza y se besó con él. La mano izquierda de ella serpenteó sobre el antebrazo izquierdo de él hasta llegar a su muñeca, donde se agarró con firmeza mientras aquella mano zurda obraba maravillas sobre los pechos ahora sensibles de ella. Los abarcada, los apretaba y jugaba con ellos y apretaba y jugueteaba y se divertía con los pezones de ambos pechos.
Mientras esos tres brazos estaban entretenidos, el brazo derecho de él se había escapado al sur hasta llegar su mano a la entrepierna de aquella mujer y allí había decidido residir. Sus dedos masajeaban con suavidad y maestría el clítoris de esa entrepierna dándole aún más placer.
Se mantuvieron algunos minutos más en aquella posición y Carlos fue dejándose caer sobre la cama poco a poco hasta quedar sentado sobre ella con las piernas estiradas. Alba quedó sentada sobre él dándole la espalda; y que espalda… ¿hay algo que no me guste de esta moza? Ella se movía hacia delante y hacia atrás para sacar y meter más de la polla de él de su coño, como un pistón en un motor. Y cual motor, cuanto más rápido lo hacía, más fuerte ronroneaba.
Él estaba sentado con las piernas estiradas y apoyado sobre las manos mientras se deleitaba con el culo de ella subiendo y bajando engullendo su polla. Apoyándose en una sola mano, usó la libre para azotar aquel culo que le volvía loco y arengarlo a que acelerara y buscara el placer de ambos.
Ella respondió al azote recibido lanzando una mirada hacia atrás con picardía y ralentizando sus movimientos. Deseaba jugar con él y volverlo loco. Y desde luego que lo estaba consiguiendo. Notaba la mano de él en su culo, jugando con él. Lo apretaba y lo azotaba y eso le encantaba a ella. En algunos momentos apoyaba la mano sobre su culo y dejaba descansar el pulgar sobre su ano, dando la presión justa como para que dudara de si quería introducir el dedo, o no. La sensación que le dejaba aquello la confundía… Quería que ese dedo entrase en ella y que el jugara con su agujero posterior hasta arrancarle algún orgasmo… pero por otro lado no sabía si era eso lo que quería.
En esta postura el ano de Alba era visible para Carlos y él no podía evitar mirarlo e imaginarlo abierto y sodomizado como Dios manda. El culo de aquella mujer estaba hecho para plantar nabos. Su mano se movió por cuenta propia y entre sobeteo y apretujón su pulgar se posó justo sobre su ano. Carlos tomó control de su mano y presionó ese ano con la presión justa para que ella sintiera sin que se sintiera acosada. No le sorprendió notar que su polla se sentía más apretada dentro de ella, y que ella aceleró el ritmo de sus movimientos.
Un fuerte azote cayó sobre su culo y ella lanzó un sonoro, y sensualmente femenino gemido. La mano cuyo pulgar exploraba la última frontera había lanzado un sonoro azote a sus nalgas firmes y perfectas. Ambos se calentaron con este azote, y otro más le siguió, y otro más, y otro y otro. Con cada azote más perdía Alba su necesidad de pensar y más se dejaba llevar, cada vez moviéndose más y más rápido disfrutando de la polla en que estaba ensartada.
De repente ella sintió las manos de él en su cintura tirando de ella hacia atrás. Ella no pudo luchar contra él y acabó sobre un Carlos tumbado en la cama y con su polla aún enterrada en lo más profundo de ella. Alba siguió moviéndose buscando su placer y el mutuo. Pero esta vez era distinto, Carlos clavó los tobillos en la cama y levantó las rodillas, puso sus manos en la espalda de ella sujetándola por los costados y comenzó a mover las caderas.
Alba vio cómo él estando tumbado clavaba los talones en la cama, supo que quería llevar la voz cantante y se dejó agarrar por él. Empezó a gemir con ganas en cuanto comenzó a bombear con fuerzas su coño por debajo de ella. Se sentía levitar al estar sujeta por él, era como si estuviese volando, y al mismo tiempo él la estaba follando de maravilla dándole placer sin parar. Alba gemía desinhibida cerrando los ojos para concentrarse de nuevo en el placer que sentía.
Ella notaba cómo un nuevo orgasmo se acercaba y cerró los ojos para concentrarse en él. El <<chop, chop>> de la carne contra la carne era audible. Los gemidos de ella eran ensordecedores. Los suspiros de él se imponían a cualquier otro ruido en la habitación.
Carlos notaba el siguiente orgasmo de Alba cercano, la notaba respirar más pesadamente y movía las caderas con ansia. No quería hacerla esperar y mantuvo el ritmo para darle el orgasmo que se le acercaba, se atrevió a aumentar el ritmo para, con suerte, incrementar la intensidad del orgasmo. Ella gemía y gemía como una loca, cada gemido más fuerte que el anterior. Sus carnes chocaban contra las de él. Las femeninas nalgas de ella eran surcadas por ondas producidas por los golpes de ambas pelvis entre sí. Los pechos de ella se movían al son de los movimientos que ella trazaba sobre él. Los ojos de ella firmemente cerrados, centrados en su clímax cercano.
Empezó a sentir ese orgasmo y entonces la polla de él salió de ella dando puntadas al aire que más parecieron los torpes intentos de un joven no ducho en el sexo que los de un hombre capaz de dominar a dos mujeres al mismo tiempo.
La voz de Alba sonó profunda. Salía de lo más profundo de ella cuando dijo:
-Nooooooooo.
La sonora palabra fue lo más sincero que pudiera haber salido jamás de su boca. Su orgasmo había quedado coartado por el archiconocido suceso en que él resbala fuera de ella. Esa negación desgarró aquella habitación de arriba abajo.
Alba se dejó caer sobre Carlos cansada. Él también estaba visiblemente cansado del ejercicio. ¿Cómo habían podido estar la noche anterior tanto tiempo follando con tanta intensidad sin mostrar apenas signos de cansancio? Alba no podía comprender.
Ella notaba la respiración de él en su cuello y eso le gustaba. En seguida pasó a notar besos de él y eso le gustó aún más. En seguida ella se revolvió hasta quedar tumbada junto a él en la cama, mirándose cara a cara. Le posó una mano en la mejilla y lo acercó hacia ella hasta besarse. Las suaves piernas femeninas se enroscaron entre las masculinas y velludas piernas mientras la delicada y femenina mano agarraba con suavidad la masculina mejilla cuya mano agarraba con firmeza el femenino hombro de ella.
Se mantuvieron así, enroscados como serpientes, disfrutando del calor del otro. Disfrutando del tacto del otro. Ella notaba un orgasmo frustrado, casi lo había alcanzado pero se había escabullido entre sus dedos. Él notaba la frustración de ella, se había quedado a las puertas de su clímax, pero por un resbalón ella se había quedado con las ganas.
Ese momento de impasse fue roto por Alba. Fue la que reunió iniciativa para separase de su amante. Carlos la observó alejarse de él curioso, tenía una mirada de convicción, tenía algo en mente.
Ella se fue irguiendo lentamente, dejando que él fuese disfrutando de su hermosa complexión, y una vez erguida y sobre sus rodillas, pasó una rodilla sobre la cabeza de él.
La visión de Carlos no podía ser mejor. Podía ver la perfección de ese vientre, de esos pechos, de ese culo… desde abajo. Era una perspectiva que no acostumbraba a ver y que le imponía tanto como le excitaba. Ahora se encontraba debajo de esa imponente mujer que le había colocado su vagina… no, su coño al alcance de su boca. Ella le ordenaba que le comiera el coño. Y eso hizo.
Carlos notó que el condón que rodeaba su pene fue sustraído, y que en su lugar una caliente y húmeda boca femenina fue quien rodeó su pene. No pudo encontrar palabras para quejarse de ello… pues su boca se encontraba sumergida en la vagina de quien le daba a él sexo oral.
Ese nuevo 69 se mantuvo durante unos deliciosos minutos. Ella gemía más que él, como era ya costumbre. Él tan sólo suspiraba a veces con más fuerza; ella interpretaba esto como que estaba haciendo bien y se esforzaba en seguir dándole placer, pero enseguida él quedaba en silencio. ¿Era capaz de darle placer, o él era insensible?
Él la oía gemir cuando le comía el coño y se centraba en estimularla con lengua ydedos donde había ido viendo que era más sensible.
Finalmente, Carlos tuvo que soportar el abandono de la vagina de su diosa. Ella se movió y retiró su vagina del alcance de la boca de él. Ahora estaba a cuatro patas sobre la cama con el culo lejos del alcance de sus manos y con la polla de él aún dentro de su boca.
Carlos vio que esto era un intento de ella de hacer que se corriera. Cruzó sus manos tras su cabeza y se dejó hacer relajándose.
La cabeza de Alba subía y bajaba sobre la polla de su amante. Jugaba con el glande haciendo círculos, recorriendo cada rincón y recreándose en el punto favorito de ella: en la unión del frenillo y el glande. Notaba sus suspiros. Lo notaba suspirar de placer y eso la alentaba a seguir. Deseaba acercarle su culo al alcance de sus manos, de sus hábiles manos… pero eso la distraería.
Alba se mantuvo concentrada en su mamana. No tardó en notar la mano de él sobre su nuca mientras le oía suspirar y respirar pesadamente. Sin embargo, era sólo placer, no anuncio de un clímax cercano.
Ella se impacientaba, se revolvía y se enervaba. No conseguía hacer que él acabara. ¿Por qué? ¿No soy lo suficientemente buena? ¿Es que no lo hago bien? ¿No soy lo suficientemente bonita? ¿Estará pensando en Isabel? Esa fresca rubia que sólo sabe atraer a los hombres con su cuerpo y usarlos. Pero con esa mujer él era capaz de correrse, y conmigo no… ¿qué estoy haciendo mal?
-Qué campeón.
Fueron las palabras de Alba cuando se sacó su polla de la boca con el consabido sonido de succión. Las dijo de todo corazón.
-Qué, soy difícil de correrme, ¿verdad? –hablo con un deje entre divertido y cansado.
-Ufff… sí… –no pudo evitar que su respuesta sonara como una mezcolanza de alivio y diversión por lo directo de su respuesta.
-Illa –era la primera vez que la llamaba así– tú no te rayes. Yo soy así, no le des mayor importancia. Soy difícil de correrme.
Alba se le quedó mirando con la polla entre los dedos mientras la masturbaba lentamente. Le miraba a los ojos directamente, la mano de él aún sobre su cabeza, sin instarla a bajar a continuar la mamada, sólo estaba ahí, con su peso. Ella lo miraba a los ojos, esos ojos ahora transmitían una calma distinta a la que se había acostumbrado a ver durante ese día y el día anterior. Ahora él parecía… aburrido. Era como si todo aquello no fuese más que una nimiedad para él. Pero él no había demostrado aburrimiento, sólo sus ojos en aquel momento.
No conocía a aquel hombre de nada en absoluto, tan sólo había compartido con él una noche y un día de desenfreno e intimidad, por lo que no podía jactarse de conocerle. Pero ahora se daba cuenta de que no era capaz de leer a aquel hombre. No buscaba controlarle, pero le resultaba imposible saber en qué estaba pensando. Eso la intrigaba y la traía al mismo tiempo que la asustaba. Al no comprenderlo del todo, él podía ser cualquier cosa… pero había demostrado más control y compasión de lo que ella había demostrado la noche anterior. Él la paró cuando se descontroló con Isabel. Y él había demostrado ser muy dulce y tierno con ella en su primer encuentro sexual aquel día en la habitación de él; y la noche anterior cuando él ayudó a Isabel a ducharse y acostarse. Ese misterio que él emanaba le resultaba intrigante. No le veía capaz de ser malo con ella y por ello era incapaz de sentirse más que calmada en su presencia.
Los pensamientos de ella se vieron truncados cuando él presionó suavemente su nuca instándola a descender. Se dejó hacer y abrió su boca engullendo aquel cilindro de carne que tanto ansiaba.
-Tú céntrate en tu propio placer y ya verás cómo me acabo corriendo.
Ella le lanzó una mirada de soslayo antes de probar algo nuevo con él.
-Uffff.
Carlos no pudo sino cerrar los ojos. Y Alba no pudo sino percatarse de ello y acto seguido se concentró en la mamada que estaba practicándole.
La mamada se prolongó varios minutos que se antojaron infinitos a Alba. Aquel hombre no era capaz de correrse. Carlos acabó sentado al borde de la cama con ella de rodilla apoyada en sus rodillas mientras él se masturbaba a ratos y a ratos ella le practicaba sexo oral.
Alba empezó a pensar que Carlos no era capaz de correrse con ella. Ella no era mujer suficiente para él, mientras que Isabel sí que lo era. Esa puta de Isabel, esa Perra desesperada… ¿Por qué con ella sí conseguía correrse y con ella no? ¿Qué tenía de malo ella? Hija de la grandísima puta. Tal vez a él le gustase ver a las mujeres así, sometidas a él. Eso tendría sentido. La noche anterior se corría como un adolescente al verlas follar entre ellas y follárselas. Y ahora no era capaz de correrse cuando ella misma le hacía una mamada, pero ¿qué estaba haciendo mal?
Ajeno a toda la parafernalia mental que Alba estaba acogiendo en su cabeza, Carlos se dedicaba a disfrutar de su mamada y aderezarla con sus propios pensamientos lascivos.
Alba miraba a Carlos con miraba insondable mientras le masturbaba. Él mantenía su mano siempre sobre la nuca de ella, sin ejercer presión, sólo dejando que ella sintiera su peso. De repente él le presionó su cabeza contra su polla, y ella abrió su boca instintivamente mientras se la tragaba entera empezando una nueva mamada.
Alba, con los ojos cerrados y la polla de él en su boca, continuó masturbándole mientras él se corría al fin dentro de ella. Su amante descargó dentro de su boca unos cinco y hasta siete disparos. En cuanto notó el primero, ella tragó. Y continuó tragando según iba almacenando suficiente cantidad de semen en su boca para poder tragar.
No era la primera vez que Alba tragaba el semen, pero no era algo que ella soliese hacerlo. Hasta el momento tan sólo lo había hecho si ella estaba muy, muy, cachonda… y lo cierto era que en ese momento no se sentía tan cachonda.
Carlos se recuperaba de su orgasmo mientras ella se tumbaba a su lado. Él la agarró por la nuca y la besó sin pensarlo. Sus lenguas se fundieron una vez más, jugando y luchando entre ellas. Se mantuvieron así durante un par de minuto hasta separarse.
-Joder, tía. Eres la putísima caña. Ahora me toca a mí.
Alba se sonrojó siendo incapaz de evitar su reacción ante sus palabras y simplemente, se dejó hacer por él mientras la tumbaba boca arriba en la cama e iba descendiendo hasta su entrepierna.
En fin. Hay que disfrutar de las cosas según nos vienen, ¿no?
Carlos caminaba en dirección a la salida del hotel y al pasar por el mostrador de recepción vio de nuevo al recepcionista mohai que le había entregado la llave de su habitación hacía apenas un par de días. Joder cómo pasa el tiempo, parecía una eternidad desde que ese cabeza cuadrada le diese la tarjeta llave de su cuarto. Aunque claro, cuando pasan tantas cosas y tan únicas en tu vida, parece comprensible que parezca que ha pasado más tiempo del que ha pasado.
Enfrascado como estaba en sus estupideces de pensamientos siguió su camino y abandonó el hotel para internarse en la ciudad más allá. Hacía un buen día, uno de esos días que invitan a que salgas a pasear bajo el sol y disfrutes del aire libre. Carlos era alguien más casero y no era muy dado a pasear, si estaba paseando ese día era porque había quedado para tomar un café, o una cerveza… lo que surgiera.
Llegó a la cafetería acordada y vio que era el primero en llegar. Se sentó y pidió un zumo mientras esperaba, ella estaría al caer seguramente.
Pasó el tiempo y pasaron dos zumos más por su mesa. Aquella cabrona estaba tardando más de lo esperado hijaputa. Le había apetecido quedar con ella, todo sea dicho, pero que llegase tarde era algo que él no soportaba en nadie. Por muy tía buena que fuera no le perdonaba el llegar así de tarde. Joder, llegaba veinte minutos tarde y ni respondía al whatsapp.
Al fin vio aparecer a aquella mujer, ya era hora. Se la veía apurada por llegar tarde, menos mal, al menos se siente mal. Espero que tenga algún motivo de peso para llegar tan tarde. Ella se acercó a él, Carlos se levantó y se dieron dos besos como saludo.
-Lo siento mucho, discúlpame. No soy de las que llegan tarde, pero me he entretenido por el trabajo y no he podido salir antes. Perdóname. Y además mi marido no paraba de llamarme. ¿Llevas mucho esperándome?
-Nada, unos diez minutos, no te preocupes.
-Seguro que llevas más tiempo y lo dices por educación, qué educado que eres. Mira, hagamos una cosa, te invito a una cerveza y te lo compenso, ¿vale?
-Bueno, creo que podría dejarme compensar por tamaña afrenta a mi desdichado ser.
Ella rio divertida.
-Vaya, tenemos todo un dramático entre nosotros.
Ella pidió una cerveza y él pidió otra, cuando las sirvieron ya estaban hablando de las aventuras sexuales de la noche anterior.
-Bueno, entonces cuéntame a ver, ¿quién fue la afortunada con quien usaste los juguetes sexuales que me pediste?
-Já. Pues fue mi antigua jefa, que está buenísima.
-¿Sí? Anda ya.
-Como te lo digo.
-¿Y cómo fue?
-Ella siempre ha sido la típica tía buena que adora tener a los hombres babeando por ella. Nos cruzamos en el hotel y hablando decidimos quedar para tomar algo. De ahí cenamos. De ahí bailamos en la disco del hotel y de ahí ella empezó a guarrearme.
-¿Ella a ti? ¿Seguro que no sería al revés?
-Que va. Ella está casada y yo no me meto por medio de relaciones. Ella había estado acercándose cada vez más a mí y ya bailando iba claramente a por mí. La estuve rechazando un rato pero al final me harté y me dejé hacer. Esta mujer no es amiga mía, ni su marido tampoco, yo no fui a por ella en ningún momento, pero si ella tenía tanta insistencia en follarme y conociendo lo buena que está, pues nada, pelillos a la mar.
-¿Tienes alguna foto de ella para poder verla?
-Sí, nos hicimos unas cuantas cenando y tal. Pero las fotos buenas son las que ella sube a su Instagram, mira -le enseñó el Instagram de ella en su móvil para que viese un par de fotos de ella en la playa en bikini y mostrando las partes estratégicas de su cuerpo.
-Vaya, menudo bombón de mujer. Sí que parece ser como la describes por las fotos que veo que sube.
-Créeme que lo es.
-¿Y su marido no estaba por allí?
-Que va, ella estaba sola. Su marido estaba en casa, trabajando. La llamó mientras estábamos a ello y se pusieron a discutir.
-¿Mientras follabais? Guau, debió de ser muy excitante.
-Bueno, justo en ese momento estábamos entre polvo y polvo, pero sí. Yo aproveché ese momento para calentarla metiéndole mano. La tía no quería que siguiera haciéndolo, porque ella es la que quiere controlar siempre todo; pero se estaba poniendo cachondísima y se fue dejando hacer. Sólo te digo que sin colgar el teléfono acabó corriéndose dando botes en mi polla.
-Mmm. Suena de lo más excitante -dijo María mordiéndose el labio inferior. Siempre excita el follar mientras se habla por teléfono y tú lo hiciste mientras ella hablaba con su marido… Eres un crack, chico.
María levanto la palma para que Carlos le chocara los cinco como gesto de aprobación.
-¿Puedo ver otra vez la foto de ella?
-Sí claro, toma.
Mientras miraba las fotos de Isabel, María se mordía el labio inferior nuevamente.
-Está de rechupete. Me gustaría catarla.
-¿No estás casada? O sea, ¿tienes una relación abierta?
Ella le miró con sus preciosos ojos de color azul intenso.
-Sí, lo estoy. Y sí, tenemos una relación abierta. Nosotros disfrutamos del sexo y buscamos experimentar siempre que podemos. Y me gustaría experimentar con ella. ¿Sabes si le gustan las mujeres?
-Pues mira, de eso te iba a hablar ahora.
-A ver, cuenta.
-Bueno, te pongo en contexto. Mi exjefa, Isabel, y yo acabamos follando en la habitación de ella. Al principio me dejé hacer para que ella se creyera que me estaba dominando y poder seguir disfrutando de ella. Poco a poco fueron cambiando las tornas hasta ser ella la que acabó siendo dominada. Resulta que le pone cachondísima que la traten con autoridad y dominio.
-A muchas mujeres les gusta eso.
-La verdad es que yo no me lo esperaba de ella en concreto. Le dije que me la follaría por el culo y que sería ella quien me lo pediría a mí. Y de ahí el que te pidiera el set de sexo anal.
-Misterio resuelto. Perdón, no quería interrumpir. Continúa, por favor. Me pone bastante.
-Ella me acabó pidiendo que la follara por el culo y así lo hice tras hacerse ella las lavativas y quedar preparada. Fui dilatándola poco a poco y la sodomicé por vez primera en su vida, o al menos eso dijo ella, a saber. El tema es que a la tía le flipó que le petara el culo. Fuimos intercalando mi polla y la polla de goma que te compré. La tía estaba cachondísima.
Carlos hizo una pausa para dar un trago a su cerveza. María permanecía callada, oyendo la historia con atención y con los ojos brillantes.
-Había una recepcionista.
María hizo un gesto de sorpresa adivinando por dónde irían los tiros. Carlos le hizo un gesto para que no le interrumpiera y siguió relatando.
-La recepcionista nos vio enrollarnos en el hall del hotel. Es guapísima ella. Tiene un año más que yo. Es pelirroja, no sé si teñida, ojos oscuros, nariz respingona, tetas normales de tamaño y perfectas, y el mejor culito que he visto. Y encima me cae bien. Una mujer de diez, vamos. Total, que nos vio enrollarnos. Y yo la vi a ella, le eché el ojo. Cuando el paquete que te pedí llegó, fue ella quien lo trajo a la habitación. Salimos los dos a recibirla e hice que Isabel llevara el consolador en el coño y la masturbé delante de la recepcionista hasta hacerla correrse.
-No te creo. Joder, me estoy poniendo cachonda solo de imaginármelo. Aquella chica se mojaría enterita.
-Imagino que sí. No le pregunté. La invité a unirse a nosotros cuando acabara su turno… y al final lo hizo.
-Te montaste un trío. Vaya, vaya. Qué bien que te lo debiste pasar.
Carlos rio y continuó hablando.
-Sí, sí. Me lo pasé bien con las dos. Para cuando la pelirroja se nos unió, yo ya había sometido a Isabel a mi sumisa. La llamaba Perra y la tenía atada al cabecero de la cama con los trozos de una bata de seda que tenía y que despedacé para hacer mordazas. Cuando la recepcionista, Alba, entró lo que vio fue a Isabel a cuatro patas con el consolador enterrado en ella y atada a la cama.
-Uffff. Madre mía.
-Bueno, Alba y yo follamos en la entradilla de la habitación antes de que ella viera a Isabel. Folló increíble.
-Me lo imagino… Y tú también debes hacerlo, para poder con dos mujeres así tú sólo…
María dijo esto con voz sugerente mientras alargaba la mano izquierda y acariciaba el brazo derecho de él. Hacía rato que los dos iban viendo que desenlace tendría aquella cita.
-Bueno, sigue contándome. A ver cómo me sorprendes ahora.
-Le di el consolador a Alba y la insté a que masturbara a Isabel.
María abrió los ojos con sorpresa pero se mantuvo callada, sus caricias continuaron.
-Alba, que es tímidilla, en seguida se soltó la melena. Y joder cómo lo hizo. Se folló a Isabel de lo lindo con el consolador y acabó llamándola perra también. Isabel se corría sin parar, una y otra vez. Parecía de película, o más bien de relato erótico. Nunca había visto a una mujer correrse tantas veces, era impresionante. El desenfreno continuó mientras sometíamos a Isabel más y más. Alba se sentó en su cara para que le comiera el coño y acabó enfundándose el cinturón fálico para follarse a conciencia a Isabel. Se la folló como una profesional, pareciera que ya lo había hecho muchas veces, hasta la sacó al balcón, la ató allí y la folló duro para que media ciudad la oyera gritar.
-Mmmm. Creo que también quiero conocer a esa tal Alba. Parece una mujer de diez, como decías.
-Yo creo que a ella no le interesan las mujeres.
-Bueno, muchas dicen eso al principio. Las mujeres no somos tan cerradas como los hombres.
-Sí, lo sé. Isabel fue un ejemplo claro de eso ayer mismo. Pero no sé con Alba. No le vi interés alguno en Isabel más allá de someterla. No la tocaba con deseos hacia ella, ni la miraba con deseo. La trató como un juguete, en realidad la trató como un cacho de carne ahora que lo pienso más en frío. Se le fue la mano hacia el final y tuve que separarla. Creo que proyectó en Isabel varias cosas y se desahogó con ella.
-Me has dicho que la dejaste a su aire con Isabel, ¿no?
-Sí, ¿por?
-No todo el mundo vale para dominar a otra persona. Por lo que me vas contando y con la impasividad que lo haces veo que tú sí que podrías hacerlo sin tener problema.
La impasividad de Carlos se mantuvo tras recibir un halago de aquella hermosa mujer que tenía deseos por él, y que eran correspondidos.
-Pero si ella nunca ha estado en esa posición y no tiene alguien que la guíe acaba pasando que se propasa con la persona sometida. Tal tendrías que haber estado más encima y haberle puesto límites.
-No te preocupes, no pasó nada malo. Isabel estaba bien, me aseguré de ello. Estuve siempre atento. Créeme, a mi exjefa le venía bien que la usaran un poco para limpiar el suelo. Le vendrá bien que le bajen un poco los humos. Y lo cierto es que ella estaba encantada -Carlos puso cara pensativa antes de continuar-… lo que no sé es cómo se lo estará tomando ahora que estará más serena.
-¿Y por qué no se lo preguntas? ¿No tienes su número?
Se miraron un momento antes de romper a reír al mismo tiempo, la mano de ella aún sobre el antebrazo de él, descendiendo suavemente hasta quedar sobre el envés de su mano.
-Si te parece pagamos la cuenta y nos vamos al hotel a buscarla. Mi habitación está antes que la de ella, nos pilla más cerca. La podemos buscar ahí dentro primero.
Carlos apuró la cerveza e hizo un gesto para que le trajeran la cuenta. María apuraba su cerveza también. No le había llegado a responder, pero su mano ahora agarraba la de él.
El camino al hotel lo hicieron en el triple de tiempo. Tomaron un par de desvíos para pasar por dos parques bastante bonitos y con mucho encanto. Tenían jardines con flores y era un paseo agradable entre tanto color y fragancia. Tenía un camino de tierra con árboles a los lados, unos árboles altos de hoja perenne que Carlos era incapaz de identificar. Él no tenía ni la más puta idea de árboles y le importaban una mierda pues le importaba más cómo se la estaba chupando María acuclillada frente a él. Fue una mamada rápida, sólo para probar el sabor, para catar la comida que luego disfrutaría.
En el siguiente parque también encontraron un hueco entre sus maravillas vegetales y hermosos jardines para que él se arrodillara frente a ella y le metiera la lengua en lo más profundo del coño. Grande María por llevar falda. El parque era precioso.
Por extraño que les pudo parecer a ambos, se habían dado sexo oral antes siquiera de haberse besado. Se dieron cuenta de esto cuando esperaban al ascensor, y cuando estuvieron en el ascensor. Para cuando se seguían dando cuenta de esto en el pasillo ya habiendo salido del ascensor, ella ya tenía el sujetador desabrochado y él la bragueta abierta.
Entraron en la habitación a trompicones.
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