Isabel, te follaba una y otra vez. Parte 3

-No puedes resistirte, ¿eh? Fíjate la cara que me estas poniendo y aun así, mírate, te acerco la polla a la boca y te falta tiempo para chupar sin que te diga nada. Te aviso desde ya -se echó un poco hacia atrás para que la polla quedase fuera de su alcance de ella por muy poco-, te voy a someter esta noche.


Te voy a someter a mi voluntad, y harás cuanto te diga. Y lo mejor de todo es que lo harás porque tú querrás hacerlo. Esta noche te voy a hacer mía y tú te vas a entregar a mí por voluntad propia. Podrás parar esto cuando quieras, pero no lo harás, ¿sabes por qué? -le dio un leve toque en los labios con la punta del pene para llamar su atención, ella se echó un poco hacia delante para estar a rango y abrió la boca para tragársela- porque no quieres que lo haga. Quieres que te haga mía, no quieres follar sino que te follen, te gusta mandar porque no hay una figura que mande sobre ti -ella chupaba su polla mientras le miraba con esa ira en sus ojos-. Te gusta que te discutan, que se impongan a ti, tratas a los demás como te gustaría que te tratasen y por eso estas ahora calladita y sumisa mientras me comes la polla sin siquiera habértelo pedido yo. El único impedimento que tienes es tu orgullo, pero tranquila -le puso una mano en la nuca para acompañar la mamada- que eso solamente lo hará más divertido -forzó una garganta profunda y se mantuvo quieto con la polla enterrada completamente en su garganta-. Admite lo que de verdad sientes y piensas, sobrepasa tu orgullo y verás cómo vas a tener un placer como nunca antes habías tenido.

    El color de la cara de Isabel estaba cambiando, no podía respirar al tener una polla en la garganta. Teniendo los brazos atados a la espalda y la mano de él en la nuca, no podía hacer nada para escapar más allá de morder, pero no mordió. Carlos liberó su mano y ella salió disparada hacia atrás soltando una balsa de saliva de su boca que cayó sobre su cuerpo desnudo una vez más. Perdió el equilibrio y calló hacia atrás quedando sentada sobre su culo en el suelo y con la espalda apoyada en la cama mientras tosía aún más saliva y recuperaba el aliento. Carlos se arrodilló ante ella y separó sus piernas encontrando cero resistencia, le puso una mano en el culo y otra en las lumbares y la alzó sobre su regazo. Isabel quedó sentada sobre el regazo de Carlos y con la espalda apoyada en la cama, sentía la polla caliente justo en su coño y empezó a moverse para rozarse placenteramente contra ella.

    -¿Ves? -dijo él cuando ella empezó a rozarse con su polla-. Ahí está tu orgullo de nuevo, impidiéndote pedirme lo que estás deseando. Eres más orgullosa de lo que estás buena. Pero bueno, estoy aquí para ayudarte, ¿no? -La alzó de nuevo y apuntó su miembro hacia su objetivo, la dejó bajar para clavársela disfrutando del placer que ella no podía evitar que su rostro mostrase y del suave gemido que emanaba de sus labios- Te daré un poco de jarabe de polla -rio al acabar la frase.

    Con ambas manos en sus caderas Carlos movía a Isabel arriba y abajo mientras él también movía las suyas para facilitar las penetraciones. Bastó una sola penetración para que Isabel ayudase con los movimientos y participase activamente en la follada. Ella estaba ardiendo y chorreando, pensaba que su polla se fundiría o se resbalaría y se saldría, así que mantenía las estocadas cortas, sin sacar mucho la polla. Isabel hacía cuanto era capaz para evitar gemir y evitar que su cara delatara el placer que sentía, se contenía cuanto podía. Carlos disfrutaba de la lucha interna de ella, la veía luchar contra sí misma para no mostrar placer cuando su cuerpo era sincero. Todo esto le divertía mucho y le encantaba jugar con ella. Le mordisqueaba el cuello, le chupaba el lóbulo de la oreja, besaba sus tetas, las chupaba, besaba sus hombros, su cuello... Rozaba sus labios con los suyos y los retiraba, ella buscaba besarle, pero él se retiraba antes de llegar a besarse. Le rozaba la lengua contra los labios y ella los abría, pero nada más pasaba. Carlos sonreía divertido ante el poema que era la cara de Isabel. Se estaba conteniendo y estaba a punto de explotar.

   -Quieres besarme.

    Le dio un beso en la mejilla y ella pareció esperar algo más, pero nada más sucedió. Seguía conteniéndose cuanto podía, algunos gemidos escapaban y sus caderas se movían por sí solas.

    -Quieres gemir en voz alta.

    Le lamió el cuello y se lo mordió haciéndola lanzar un gemido de desesperación. Estaba al límite. Juntó su frente a la de ella. Respiraban uno frente al otro, sus labios casi juntos. El rostro de ella se esforzaba por controlarse mientras que el de él reflejaba diversión. Ella mantenía los ojos cerrados con fuerza y los abría apenas una rendija por instantes.

    -Déjalo salir -pronunciaba las palabras muy lentamente para que calasen en ella-. Pídemelo -hizo hincapié en la primera sílaba, la pronunció con más fuerza que las demás.

    Isabel gemía y resoplaba con desesperación, abrió los ojos y los fijó en los de Carlos, que les miraban muy de cerca. Comenzó a mover las caderas como loca mientras resoplaba y dejaba salir los gemidos, y se echó hacia delante con ímpetu uniendo sus labios a los de él. Le besaba con desesperación, como si necesitase respirar para seguir viviendo más tiempo. Se separó de él con los ojos al borde del llanto.

    -Fóllame -se lo soltó con ansia. Necesitaba que lo hiciera.

    -Pídelo por favor.

    -Por favor… fóllame. Por favor, por favor. ¡Fóllame!

    
Ella volvió a besarlo como antes y ahora él correspondió a ese beso tanto como ella necesitaba. Rodeándola con los brazos la aupó y la dejó sobre la cama, al borde, él sobre ella. Aceleró el ritmo de las embestidas dándole lo que ella pedía. Ella gemía y gemía ya sin contenerse, había vuelto a empezar a llorar a causa del placer. Ella besaba y se dejaba besar, lamía la lengua de él y dejaba que él lamiese la suya. Isabel rodeó con sus piernas a Carlos mientras gemía y gemía sintiendo el orgasmo cerca. Pero aún no.

    Carlos le sacó la polla y se escapó del candado de sus piernas, se agarró la polla y se masturbó con ganas frente a ella. Isabel entendió a la perfección qué pasaba y se dejó caer de rodillas junto a la cama para recibir la corrida. Abrió la boca y sacó la lengua a la espera del semen.

    -Uff. Joder. Buena chica. Ahí… llevas.

    Acercó la polla a la lengua de ella mientras se masturbaba y comenzó a correrse. Los primeros disparos fueron directos al paladar y los siguientes cayeron sobre su lengua tras haber enterrado la polla en su boca y comenzado a correrse dentro. Isabel chupó y aspiró lo que quedaba de la corrida y siguió haciéndolo hasta que Carlos se hubo calmado y su respiración volvía a normalizarse poco a poco. En esta ocasión la polla comenzaba a perder dureza dentro de su boca y ella se esforzó por darle cariño para mantener su ánimo alto, Carlos retiró la polla que ahora estaba en estado de semierección, decayendo muy lentamente.

    -Déjala descansar un rato, ya volverás a jugar con ella, tú tranquila.

    Isabel hizo un leve asentimiento con la cabeza en señal de acuerdo. Miró fijamente a Carlos y le abrió la boca para mostrarle que aún mantenía la corrida en ella. Carlos se sonrió.

    -Tienes sed, ¿eh, perra?

    Cargó un escupitajo en su boca acumulando toda la saliva que pudo y añadiéndole consistencia con mocos, se agachó un poco y ella se preparó para recibir colocándose en la trayectoria descendente. Carlos le puso una mano en la majilla de ella y dejó caer el esputo que colgó de su boca hasta separarse completamente y descender hasta entrar en la boca abierta de ella mezclándose con la corrida que ya había dentro. Isabel se mantuvo así, con la boca abierta, esperando.

 
   Cuanto más cachonda está, más sumisa es. Le quita un poco la gracia de someterla poco a poco, pero bueno, no me puedo quejar, la verdad

    -Cierra la boca pero no tragues aún.

    Ella lo hizo así y el acarició la mejilla de ella con cariño haciendo que Isabel sonriese contenta. Carlos agarró el asa que formaba la cinta de seda que unía el collar con el nudo de los brazos y tiró para levantar a la rubia, el nudo se cerró sobre su cuello al tirar del asa, pero el tope que Carlos había puesto hizo su función y no fue más allá de lo que debía. Ella movió el cuello cuando se hubo puesto en pie para dar algo de holgura al collar alrededor de su cuello y poder respirar mejor.

    -Mantendrás la boca cerrada y no dejarás que se te escape nada, ¿me oyes? -Le hablaba con autoridad que había estado usando toda la noche, con una voz que no aceptaba ninguna refutación.

    Ella asintió con la cabeza mientras emitía un sonido de asentimiento.

    -Si se te derrama algo, aunque sea una gota, o si te tragas algo, tendré que castigarte -añadió una bofetada a sus palabras, de esas que se sentían y tan sólo podían hacer daño al ego.

    
Carlos deslizó una mano hasta su vagina y comenzó a masturbarla sin más preámbulos, ella abrió las piernas. La masturbaba sin miramientos, le había metido un par de dedos dentro y movía la mano buscando que se corriese. Tenía el coño chorreando una vez más, los movimientos de la mano hacían sonidos acuosos y muy fuertes, sonaba a salpicaduras. Ella gemía con la boca cerrada y las mandíbulas muy apretadas para evitar abrir la boca, lágrimas de placer volvían a correr por sus mejillas. Se clavaba las uñas en las palmas de las manos al cerrar los puños con fuerza. Carlos la miraba fijamente, con expresión de concentración, concentrado en que ella se corriese.

    Él le había dicho que gritase, que dijese que es lo que quería, lo que necesitaba; que no se contuviese con nada, que lo dejase salir todo. Y entonces le había dicho que no podía dejar escapar nada de su boca. Ella quería gemir y gritar, pero no podía hacerlo sin derramar el contenido de su boca. Se estaba volviendo loca. Las piernas le flaqueaban más cada vez y tenía que dejarse caer sobre él. El la sostenía con brazo alrededor de su cintura mientras la masturbaba sin piedad con el otro. Carlos oyó junto a su oído como Isabel tragaba y lo siguiente que oyó fueron sus gemidos, gritados a su oreja.

    -Ah, sí sí sííííí. No pares, ¡me corro! AAAAAAHHHH.

    Puso los ojos en blanco mientras se corría de pie. Apoyó la cabeza en el hombro de Carlos y las piernas le fallaron definitivamente quedando sostenida solamente por el brazo de él. Gritó y se convulsionó mientras él seguía masturbándola alargando el orgasmo. Fue ralentizando el ritmo según el orgasmo iba remitiendo, hasta detenerse por completo. La besó y le metió la lengua en la boca.

    -Te has corrido ¿Eh, perra?

    Entre jadeo y jadeo ella consiguió responder con un <<sí>> muy débil y avergonzado.

    -Te he oído tragar -la empujó a la cama y ella calló de lado sobre ella-, tendré que castigarte-. Jm, a ver qué se me ocurre.

    Alguien llamó a la puerta de la habitación.

    -Jm, ¿será Albita con el paquetito? En que buen momento. Jm, ¿quieres ir a abrir la puerta? Ja, tranqui, ya iré yo. Tú gírate y dame el culo.

    Isabel rodó sobre sí misma y quedó tumbada boca abajo, fue moviendo las rodillas hasta quedar con el culo en pompa tan alto como podía y con la cabeza apoyada en la cama. Carlos cogió el consolador y lo introdujo en ella y la masturbó un poco a la par que masturbaba su clítoris. Isabel gimió, y Carlos quería que lo hiciera para que Alba la escuchase. ¿estaría Alba fuera? Carlos se alejó tras unos pocos segundos masturbándola y se dirigió hacia la puerta poniéndose los pantalones de camino.

    Al abrir la puerta se encontró a una Alba con las mejillas encendidas y con la mirada gacha. Llevaba en la mano una bolsa negra y grande con una caja dentro. Se podía ver la parte superior de la caja y se leía perfectamente que se trataba de un kit para practicar el sexo anal. Joder con María. ¿Sutil? y un huevo. Había una segunda caja en la bolsa pero no se veía qué era. ¿Qué tramaría María?

    -Hola, buenas noches, Alba. ¿Qué tal, cómo andas? -Carlos le sonrío con simpatía al hablar con ella.

    -Buenas noches. Caballero. Aquí tiene el paquete que usted pidió -estaba nerviosa, evitaba mirar a Carlos a los ojos y no paraba de leer la caja que se veía dentro de la bolsa.

    -Ah, muchas gracias.

    Alba le tendió la bolsa pero no la cogió inmediatamente. Esa mujer tenía ganas de salir de allí corriendo y aún le apetecía hablar con ella un poco más.

    -¿Qué, noche tranquila?

    -¿Q-qué?

    -La noche de hoy. ¿Ha sido tranquila de trabajo, o ha sido más movidita?

    -Ah, pues… No sé. Ha sido tranquila. No sé… sí, ha sido tranquila -seguía nerviosa y no era capaz de poner en orden sus ideas. Hablaba, pero sin decir nada.

    -Te habremos dado la noche nosotros, ¿eh?

    -¿Qué? ¡No, no! -Respondía apurada- Para nada. No se preocupe, es mi trabajo. Si piden algo debemos dárselo.

    -No hace falta que me hables de usted. Llámame Carlos.

    Aunque lo dijo con una sonrisa y con simpatía, también lo dijo con autoridad. No pareciese que pudiese negarse a llamarle por su nombre.

    -Vale… Carlos. Disculpe, eh quiero decir, disculpa, pero me marcho ya. No quiero molestar su descanso -volvió a ofrecer la bolsa.

    -Oh, para nada mujer. No molestas. Y de hecho, charlar contigo me viene bien para descansar un poco.

    Se oyó el sonido de las puertas del ascensor cerrándose, ambos miraron hacia allí.

    -Dime una cosa, ¿el ascensor este tiene vida propia? No pasan ni dos segundos y ya se va a otro piso.

    -Sí, es verdad. Siempre tengo que llamarlo para que venga -hizo contacto visual con él al hablar, olvidando que estaba desnudo de cintura para arriba y rio nerviosamente-.

    Alba no paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a la otra. 

    -Igual es algún huésped que murió y su espíritu se quedó atrapado en el ascensor, y desde entonces se dedica a joder a todo el mundo yéndose a otro piso en cuanto le das la espalda.

    -Pero qué cosas dices.

    Alba se rio ante las tonterías que escuchaba. Tenía una risa musical y muy agradable de oír. A Carlos le gustó mucho su risa. De hecho, esa mujer tenía algo que le gustaba. Era muy guapa, sí, pero no era eso. Tenía algo que le gustaba en ella.

    -Qué risa más musical -lo dijo con naturalidad y sonriendo con naturalidad.

    -Qué... Ay. Gr-gracias.

    El comentario de él gustó en ella pues sus mejillas se colorearon un poco más y se puso un poco más nerviosa. Ahora sonreía, pero volvía a esquivar la mirada. Parecía luchar contra sí misma sin saber qué hacer.

    -¿Echáis muchas horas en los turnos nocturnos vosotros aquí en el hotel?

    -Pues… no mucho. Yo hago el turno normal.

    No dijo nada más, se quedó callada con una sonrisa y con su mirada esquiva; de los ojos de él, a su torso, al suelo, a la pared… No se dio cuenta de que su respuesta no era una respuesta, seguía nerviosa y con las mejillas rojas.

    -Ah, ya veo. No te quedará mucho ya de turno, ¿no? Un par de horillas a lo sumo, supongo, ¿no?

    -Em... sí. Algo así.

    -Bien, bien -le tendió la mano para aceptar la bolsa con el paquete.

    Alba se dio cuenta de que Carlos le tendía la mano y estuvo a punto de estirar su mano y darle un apretón por inconsciencia, pero se dio cuenta que lo que le pedía era la bolsa con el paquete. Le tendió la bolsa por tercera vez y él alargó la mano para coger el asa tocando con su mano la de ella. Ella se movió inquieta al sentir el contacto como si le hubiera dado un calambre, le miró a los ojos con los suyos, más abiertos que antes, y retiró su mano al instante pegándola a su cuerpo. Tragó saliva y se mordió el labio inferior por un instante.

    -Venga, te dejo seguir trabajando y ya luego hablamos. Pásate cuando acabes tu turno, ¿eh?

    Ella se quedó muda. No sabía qué decir, aunque no podría haber dicho nada porque él habló inmediatamente sin darle tiempo a decir nada... y porque la boca se la había quedado totalmente seca.

    -Ah, sí. Y tráete un rotulador. Que no sea permanente. El color no importa mucho, algo que no sea claro, que sea oscuro, que se vea bien.

    Con un hilo de voz dijo -Vale.
    
    Ella respondió como una autómata sin consciencia propia. Aquel hombre la había desarmado totalmente con ese descaro con que la invitaba a unirse a ellos en su sexo.

    -Venga, luego nos vemos. No me tardes, Alba. Te espero. No vengas sin él, ¿eh?

    Y cerró la puerta dejando a Alba quieta frente a ella, paralizada, con el corazón latiéndole con fuerza en las sienes y sintiendo calor, mucho calor. La conversación había sido simpática y alegre. Él había sido simpático y alegre. Le parecía un buen tipo pero… Estaba invitándola a follar. Y lo hacía sin vergüenza, sin tapujos. Y también debería estar ahí la mujer rubia, la que la había mirado siempre con tanto desprecio y tanta soberbia. La… que se había corrido frente a ella. Él la había hecho correrse, ¿verdad? Y ahora le había entregado esos dos paquetes con juguetes sexuales. Tenía curiosidad por saber qué pasaba y pasaría dentro de esa habitación. Tenía la tentación de llamar a la puerta y pasar para ver qué estaban haciendo. Una parte de ella quería hacerlo y otra parte de ella no quería. Debía volver al trabajo y centrarse en ello. No podía distraerse. ¿Para qué querría un rotulador? Qué raro… ¿Le valdría uno de los que se usan en pizarras vileda? En el cuartito tras la recepción debería haber un par de cajas de estos rotuladores…

    Alba se marchó hacia el ascensor con la duda de si habría rotuladores en el cuartito. Llamó al ascensor y cuando las puertas se abrieron comenzó a escuchar gemidos femeninos amortiguados por la puerta cerrada, venía de la habitación de Carlos. Las puertas del ascensor se cerraron y se dio cuenta de que se estaba mordiendo el labio inferior.


    Carlos volvió con Isabel tras despedirse de Alba. La encontró en la misma postura en que ella se había puesto al irse, sólo que el consolador estaba tirado sobre la cama entre sus piernas.

    -Ay, ay, ay. Mirar que tirar tu juguete. Si no lo quieres sólo tienes que decírmelo y dejamos de jugar.

    -Perdón.

    -No te creas que te voy a perdonar porque me pongas esa vocecita de niña buena juguetona. No, no. Te dije que no hicieras algo y lo hiciste. Ahora tengo que castigarte y lo sabes.

    -¿Y qué me vas a hacer?

    -Amo. Qué me va a hacer, amo. Dilo.

    -¿Qué? No pienso llamarte amo.

    -Ja. Ya lo veremos. No te quedará de otra cuando quieras algo.

    Carlos rio e Isabel pareció enfurecerse. Una parte de ella era sumisa según estaba descubriendo, pero otra parte seguía siendo la orgullosa y dominante mujer que siempre había sido. Le costaba cambiar el rol de buenas a primeras.

    -Bueno, a ver. Para empezar, nuestra amiguita Alba nos ha traído un regalito. Sí, Alba. Esa es la recepcionista que vino antes a traernos las bebidas y el hielo -Carlos mantenía la conversación consigo mismo, relatando un monólogo-. Correcto, la misma que nos vio enrollarnos en la recepción -agarró el consolador y lo pasó por la rajita de ella haciendo que se estremeciera-. La misma a la que mirabas con desdén, no sé por qué -jugó con ella con el consolador. Ella gemía-. Sí, la misma que mirabas con superioridad, como si ella fuese tras de mí, o algo así, y tú al haberte liado conmigo le hubieses ganado -le metió la cabeza del consolador-. Pues esa misma mujer, que por cierto es súper guapa, es la que ha venido hace un minuto a traernos una bolsita con jueguecitos para que tú y yo nos divirtamos -vio cómo se le ponía la piel de gallina-. Qué, ¿nos divertimos con esos juguetitos?

    -Mmmm, de acuerdo.

    Carlos no podía verlo porque ella tenía la cabeza vuelta hacia otro lado, pero Isabel tenía una sonrisa en la cara cuando respondió afirmativamente. No tenía forma de saber tampoco que ella sentía un cosquilleo en el bajo vientre por la excitación que le producía lo que fuese que traía esa caja. La agarró por los hombros y la ayudó a ponerse derecha, quedando sentada sobre sus talones. En esa postura pudo girarse para ver qué traía esa caja. Antes de hacer nada, Carlos le mostró el consolador y lo acercó a su culo, ella lo entendió y levantó las caderas para que él pudiera colocarlo entre la cama y su vagina y entonces bajó las caderas para ir siendo penetrada.

    Isabel daba suaves botes sobre el consolador mientras gemía eróticamente y miraba a Carlos sacar una caja negra de la bolsa de plástico. Aparecía en ella varios objetos pero no le dio tiempo a identificarlos, la caja estaba medio tapada por el cuerpo de él. Él abrió la caja y fue sacando objetos dejándolos sobre uno de los sillones de la habitación. Todos venían en bolsas de plástico. No debían ser muchos, unos tres o cuatro, Carlos los seguía tapando con su cuerpo y su atención se había centrado más de la cuenta en su propio placer.

    -Mira, ¿sabes qué es esto? Seguro que no tienes ni idea, monjita.

    Le enseñaba uno de los objetos. Era una especie de huevo con un cilindro unido a la parte gruesa y acabado en una media esfera. Nunca lo había visto. Ante la mirada confusa de Isabel, Carlos interpretó que no tenía ni idea de lo que era y siguió hablando.

    -Es un plug anal -vio cómo se envaraba un poco al pronunciar la palabra anal-. Y este de aquí, ¿sabes qué es?

    Era un consolador pero hecho de esferas unidas entre sí. Iba de esferas pequeñas a grandes desde la punta a la base. Básicamente era una zanahoria pero hecha de bolitas. Isabel tampoco la había visto nunca, negó con la cabeza.

    -Joder, ¿en serio? Madre mía, tía. ¿Eres virgen y no lo sabías? Me sorprende lo poco que sabes. Ni me entra en la cabeza, la verdad. Que no sepas qué es el plug anal… pues bueno, no pasaría nada. Pero joder, esto no es más que un consolador tía. Sirve para masturbar el culo y para ir dilatando y relajándolo.

    Ella pareció sentirse atacada y humillada por sus palabras. Eso es, vamos, enfádate. Moléstate por esta mini humillación. Je, vamos. Admítelo y cede poder. Que retorcido soy, joder. Se la veía molesta por sus palabras, pero no respondió a Carlos.

    Sacó otro objeto y se lo enseñó. Era un botecito de plástico que parecía un gel. No se le ocurrió qué podría ser y volvió a quedarse callada, solamente mirando a Carlos a la cara.

    -Tía. ¿En serio? Es un lubricante. Ay, por dios.

    Un lubricante, claro. Era obvio. No sabía por qué no se le había ocurrido que podría ser un lubricante. Eso era algo que conocía y aunque no había usado uno nunca, no era algo raro como las dos cosas de antes. Tal vez por haberla humillado antes era por que no había sabido decir que era un lubricante. Cabrón.

    -Bueno, ¿y esto? -Le enseñó un botecito de cristal con un cuentagotas en el tapón. Parecía un jarabe.- ¿Se te ocurre qué es esto al menos?

    -Mmm… ¿Un jarabe?

    -Un jarab… -Carlos se rio ante la ocurrencia de Isabel. La respuesta le había pillado totalmente por sorpresa, no la habría esperado jamás. Vio que ella hacía un mohín con la cara tras su reacción en forma de risa.- Pero qué va a ser esto un jarabe, tonta. Madre mía, pareces una niña chica, me sorprende que seas madre y que lleves una empresa. Parece que hayas nacido ayer.

    Isabel puso mala cara. Las últimas palabras que él había dicho parecían haberle molestado.

    -Pues no es un jarabe, no. Es un laxante. Uno suave, su-su-suave. Esto te lo tomas y haces caquita para limpiar bien el intestino.

    Isabel puso mala cara. Le daba asco el oír hablar de laxantes, intestinos y caquitas.

    -Anda ya, no seas remilgada. Las tías buenas cagáis, por más que queráis esforzaros en negarlo. Y mira esto de aquí, ¿ves?- Carlos sacó una especie de pera de plástico de color negro -Ah, mira, por tu cara parece que esto sí que sabes lo que es, ¿o no?

    -Es una ducha vaginal.

    -Exacto. Premio para la señorita. Aunque esta en concreto no es vaginal, sino anal. Pero vamos, que es la misma mierda.

    Carlos fue colocando las cosas una a una sobre la mesa, dejando cada objeto uno al lado del otro. Los colocaba todos a la misma distancia entre sí, y todos a la misma distancia del borde de la mesa. Lo hacía con parsimonia, quería que ella viese bien cada objeto. Quería que echase un buen vistazo a cada objeto cuando él lo colocaba y lo movía en la mesa para dejarlo en su sitio exacto, en su orientación exacta. Isabel seguía la mano de Carlos con la mirada y no perdía detalle de todo cuanto ésta tocaba y manipulaba.

    -Bueno -Carlos estaba de espaldas a ella, alzó la voz y pronunció con claridad para que le oyese y entendiese-, te voy a explicar qué va a pasar ahora. Primero: te vas a tomar el laxante y vas a dejar que haga su efecto. Segundo: vas a ir al baño hasta que el efecto pare, no tardará mucho, es suave, se usa para lavativas -movió el laxante un poco hacia el borde de la mesa- Tercero, con la ducha anal vas, o voy, como prefieras, a hacerte lavativas por el culo. Es decir, te vas a meter agua por el culo y luego vas a ir al váter a echar esa agua. Vas a repetir esto unas cuantas veces hasta que el agua que mees por el culo sea limpia. De hecho, el agua que eches debería estar tan limpia como cuando entró.

    Isabel seguía dando pequeños botes sobre la cama incrustándose hasta el alma el consolador que tenía metido. Su cara era de placer y de asco. Parecía que la Isabel racional no aprobaba la idea de las lavativas y de los laxantes, pero la Isabel cachonda solo oía sin escuchar y sólo quería seguir sintiendo placer.

    -Ahí acaba todo lo malo para ti -se giró para poder mirarla a la cara-. A ver, no hay nada malo, pero como has puesto cierta cara de asco… Pues eso, que todo lo -hizo el gesto de comillas con las manos- malo -cerró las comillas con otro gesto- ya habría acabado. A partir de ahí entraría en juego yo. Primero te masturbaría el ano y el coño al mismo tiempo y poco a poco te iría dilatando el culo. No te preocupes que no te dolerá, de hecho te prometo que ni lo sentirás y sólo sentirás placer. Una vez tengas el culo dilatado ya podremos meterle cosas más grandes. Usaremos el lubricante y tu culo comerá polla, o consolador. Lo que se tercie. Pero una cosa está clara, y es que te va a costar sentarte en una semana -rio fuerte tras decir esto.

    Se dirigió hacia ella y le agarró la cara con una mano con controlada violencia, le hizo girar la cabeza hacia arriba para que le mirase a la cara.

    -¿Qué? ¿No dices nada, perra?

    -No me gusta por detrás.

    Una sonora bofetada cayó sobre la mejilla de Isabel. No fue fuerte, no le hizo daño. Era una bofetada controlada para impartir disciplina.

    -AMO. No me gusta por detrás, AMO -la corrigió Carlos.

    Isabel había abierto los ojos de par en par ante el autoritarismo con que le hablaba de repente y tras la bofetada que le había dado. No se la había visto venir, la sorprendió.

    -Vamos. De pie, perra.

    Carlos tiró de ella hacia arriba para que se fuese levantando. Al mismo tiempo tiró de ella hacia sí mismo para que bajase de la cama. Con la mano libre agarró el consolador y se lo extrajo de un tirón. Isabel estaba ahora de pie frente a Carlos, con los brazos aún atados tras la espalda.

    -Date la vuelta.

    Ella obedeció. Y sintió como le soltaba los brazos, quedando al fin libres. Los tenía un poco agarrotados tras tanto tiempo inmovilizados y los movió un poco para aliviarse.

    -Escúchame, perra. Ve al baño y trae un vaso con agua. Vamos.

    Ella obedeció sin rechistar y sin tardar un segundo. Al cabo de unos segundos estaba de vuelta con el vaso en la mano. Aún mantenía la cinta de seda al cuello a modo de correa. Los ojos estaban brillantes, sus pezones duros y su sexo brillante por la humedad.

    -Dame el vaso.

    Ella le tendió el vaso para ver cómo él echaba unas cuántas gotas del laxante en el agua. Entonces le tendió el vaso a ella de nuevo.

    -Cógelo.

    Isabel dudó unos segundos. Su mano hizo un par de ademanes de moverse pero no terminaba de decidirse. Tras mirar la cara de Carlos y sentir toda la autoridad que desprendía su rostro en ese momento, cogió el vaso entre las dos mano.

    -¿A qué estas esperando? Ya sabes qué tienes que hacer.

    Ella le miró con cara de súplica, pero sólo se chocó contra el muro que era su rostro. Miraba al vaso y a él como en una secuencia. Sin atreverse a hacer nada.

    -Mmm, es que no sé…

    -Calla.

    Se calló de inmediato y se encogió un poco en sí misma. Carlos usó la misma voz autoritaria que había estado usando hasta el momento.

    -Si quieres parar. Ya sabes qué tienes que decir. Tienes una frase de seguridad.

    Isabel le miró a los ojos con cara de sorpresa. Parecía acorralada. Miró al vaso y luego miró a Carlos, que aún tenía el consolador en la mano. Miró al consolador. Se acercó el vaso a los labios y, con el corazón martilleándole con fuerza en los oídos se bebió todo el agua de un trago y luego sonrió a Carlos.

    -Bien, ahora al baño, perra.

    -Sí.

    Isabel se daba la vuelta para ir al baño, pero se detuvo en mitad de la acción, volvió a girarse hacia él y añadió.

    -Amo.

    Tras decir aquello se marchó en dirección al baño con una sonrisita en los labios que Carlos no podía ver, era una sonrisita juguetona. Cerró la puerta tras de sí.

    Carlos se sentó en un sillón a esperar a que la naturaleza siguiera su curso. Parecía que al fin estaba domando a su exjefa. Su trabajo le había costado, pero al final iba a poder darle bien por el culo a esa pedazo de hembra con ese pedazo de culo. Qué ganas tenía de ver cómo ese culazo se tragaba su polla. Joder, y además parecía que era virgen anal. Si fuese virgen vaginal habría reparos, mucha responsabilidad, pero anal era otra historia. Ella ya sabía muy bien lo que era follar y ahora lo haría por otro agujero, sin más historias. Ahora descubriría el placer de follar de una forma distinta y podría comparar. Joder, cómo le gustaba a Carlos el petar culos. Ya le dolía la polla de lo dura que se le ponía al pensar en sodomizar a la guarra de su exjefa.

    El sonido de la cisterna le sacó de sus pensamientos. Se levantó y se acercó a la puerta del baño con la ducha anal en la mano. Isabel salió del baño. Aún llevaba puesto al cuello su collar de seda.

    -Creo que ya… amo.

    Les costaba pronunciar esa palabra. Se lo tenía que pensar cada vez que la decía.

    -Muy bien. Ahora llena ese vaso de agua y vete inyectándote agua por el culo. Cuando notes que tienes bastante agua en la tripa, vas al váter y la echas toda. Repite hasta que el agua salga limpia.

    Le dio la ducha anal y se volvió hacia el sillón mientras escuchaba la puerta del baño cerrarse. No tardó en escuchar de nuevo la cisterna del váter ser accionada. Para entonces se había quitado los pantalones y se pajeaba muy lentamente la polla que estaba durísima en esos momentos. Las descargas de agua de la cisterna pararon y la puerta del baño se abrió. Isabel se quedó quieta, mirando a Carlos.

    -Túmbate, perra. Boca arriba.

    Ella lo hizo en silencio. Carlos se acercó a ella con el bote de lubricante. El sexo de ella seguía húmedo todavía. Vaya, debía excitarle la idea. Carlos se acomodó en el suelo, de rodillas junto a la cama y frente a una abierta de piernas Isabel.

    -Toma, tu amiguito, para que juegues con él -le entregó la polla de goma que tan buenos ratos le había dado.

    Sin esperar nada más Carlos sacó la lengua y empezó a lamerle el coño haciendo que ella empezara a gemir. No tardó mucho en sentir una mano en su cabeza. Lamió durante unos minutos e introdujo un par de dedos en el coño húmedo. Isabel se retorció y ronroneó de nuevo. Masturbó el coño con los dedos mientras lamía el clítoris y se pajeaba suavemente con la mano libre. Sacó los dedos de su coño y llevó su otra mano, la izquierda hacia un pecho para agarrarlo. En el justo momento en que apretó el pecho, introdujo la primera falange del dedo corazón dentro del ano de ella aprovechando la distracción. Lentamente fue introduciendo más y más el dedo mientras apretaba el pezón y lamía la vagina húmeda hasta que el dedo quedó totalmente dentro.

    No movió el dedo que tenía dentro del ano, lo dejó bien quieto dentro. No quería que ella se diese cuenta de que tenía un dedo en su culo, su ano debía ir acostumbrándose poco a poco a estar dilatado y si ella notaba el dedo apretaría instintivamente.

    El cunnilingus siguió entre jadeos y gemidos femeninos. Los pechos de Isabel eran estimulados alternativamente y su clítoris recibía caricias cuando sus pechos quedaban desatendidos. Isabel no había contado el tiempo que había pasado, no podía, ni pensaba hacerlo, pero cuando ya habían pasado unos 8 minutos Carlos ya había metido 3 dedos en su culo. El proceso siempre fue igual: se concentraba en darle placer a ella para que se centrara en el placer que recibía de su vagina y cada vez que iba a introducir un dedo buscaba la manera de distraerla con placer, un pellizco en el pezón, lamer el clítoris con más intensidad, o lo que se le ocurriera. Cada vez que metía un nuevo dedo lo hacía siempre en vertical con el dedo (o dedos) que ya estuviesen dentro, colocaba la punta del dedo a la entrada del ano y muy junto al dedo que estaba dentro y, poco a poco iba introduciéndolo. Dejaba el dedo en esa posición vertical unos minutos y entonces lentamente lo movía hasta que todos los dedos estaban uno junto a otro trazando una línea horizontal. Esta es la forma en que se dilata un ano sin dolor, con paciencia y tiempo. Esperaba unos minutos a que el ano se acostumbrara a estar así de dilatado y entonces se aventuraba con otro dedo.

    Carlos notaba la respiración de Isabel, movía sus caderas cada vez más, le tiraba del pelo y le acercaba la cabeza a su entrepierna con fuerza con una mano y con la otra le clavaba las uñas en el brazo que él usaba para estimularla. Se acercaba al orgasmo. Había estado intentando que no se corriese mientras iba dilatándole el ano. Resulta que lo estaba consiguiendo, y eso le ponía cachondo. La tenía donde quería y el encantaba a ambos. 
    
    Ya había llegado la hora de que el último dedo, el meñique, hiciese su entradita en el ano de Isabel. Carlos repitió el proceso llevado a cabo hasta el momento: colocó el dedo bajo otro ya dentro y poco a poco fue empujando con suavidad pero con firmeza, hasta que éste fue entrando y enterrándose más y más hasta quedar bien dentro. A estas alturas era imposible que Isabel no notase la presión en su orificio posterior. Notaba esa presión, pero el placer que sentía en su orificio anterior le dejaba la mente en blanco, no había más sensación que la que emanaba de su vagina y la lengua y mano que la recorrían y amaban. Carlos dejó pasar los minutos que creyó oportunos y fue haciendo presión para colocar el meñique junto al resto de dedos para que quedasen todos formando una línea horizontal. Isabel lanzó un gemido distinto cuando Carlos recolocaba los dedos dentro de su culo, fue la primera vez que fue consciente de ese gemido pero ella lo había estado emitiendo cada vez que él colocada los dedos en horizontal para dilatar el ano. Finalmente, los cuatro dedos de la mano de Carlos quedaron enterrados dentro del culo, del magnífico culo de Isabel. Carlos apartó la cabeza y dejó el sexo oral en pausa.

    -¿Qué? Dime, ¿cuántos dedos tienes dentro del culo?

    Isabel se quedó mirándole al principio un poco perdida, como si le estuvieran hablando recién despertada y aún siguiera soñando. Tardó en procesar la pregunta- ¿Cuántos… dedos?

    -Sí, exacto –Carlos movió los dedos dentro de ella causándole un placer distinto y una sensación nueva y agradable, aunque extraña-. Venga, di.

    -Mmmmmm… no sé… ¿tres? O dos. Creo… creo que dos. Ay no sé –se pellizcaba los pezones mientras hablaba y movía las caderas en busca de clavarse más los dedos dentro de ella.

    -No lo sabes, ¿eh, perra? Pues verás –Carlos movió los dedos con ganas hasta arrancarle gemidos a Isabel y usó el pulgar que tenía libre de esa mano para masajear su vagina-. Tienes cuatro dedos dentro.

    Isabel abrió mucho los ojos. Parecía atónita ante sus palabras. Le parecía imposible tener cuatro dedos en su culo. Carlos, divertido ante la cara de tonta y de asombro que se le había quedado a su amante comenzó a masturbar el ano de ella sacando y metiendo lentamente los dedos en su culo, sin llegar a sacarlos completamente. Ella comenzó a gemir de una forma distinta, el placer que sentía era también distinto.

    -Tu culo se está tragando cuatro dedos de mi mano como si nada. Y tú estás disfrutándolo, ¿a que sí?

    -Síiii. Me gusta… aunque es raro y… pensaba que me dolería.

    -No quiero que a mi perra le duela cuando la sodomice como a la perra que es.

    Isabel compuso una sonrisa ante estas palabras y cerró los ojos con fuerza concentrándose en el nuevo placer que descubría mientras se apretaba y sobaba las tetas. Carlos retiró los dedos lentamente de su culo hasta sacarlos.

    -Bueno, perra. Ahora dime ¿qué quieres hacer?

    Ella sabía muy bien cuáles eran sus palabras- Quiero que me la metas por detrás.

    -Oh, vaya. Pero mira que guarrona tenemos por aquí –Carlos se irguió sobre ella mientras se masturbaba lentamente- Pues si quieres que haga algo por ti, tendrás que pedírmelo bien, ¿no crees?

    Ella se llevó su mano derecha hacía su ano y, ante la sorprendida mirada de Carlos, se metió uno y dos dedos y comenzó a masturbarse por el culo mientras chupaba los dedos de su mano libre. –Por favor… amo… -esa palabra salió de su boca con dificultad. Pero con felicidad- … Por favor, amo… fóllame el culo.

    Carlos se había empezado a masturbar con ganas al ver cómo ella se metía los dedos en el culo recién dilatado y al escuchar la petición sumisa de ella su polla se puso aún más dura, a punto de explotar. Era el momento de romperle el culo, de darle su primer orgasmo anal a ese pedazo de hembra. Cogió el botecito de lubricante que había dejado tirado de cualquier manera por el suelo tras lubricarse los dedos con que la masturbó y se echó sobre su polla. Echó una pequeña cantidad más sobre su mano derecha y la llevó hacia el ano de ella. Primero retiró la mano con que ella se masturbaba el ano para poder hacerlo él. Introdujo tres dedos del tirón y embadurnó bien todo el lugar de lubricante. Metió el cuarto dedo y masturbó un poco más el culo de ella hasta determinar que estaba lo suficientemente dilatado para lo que venía a continuación. Sacó la mano del interior de ella y se colocó en posición con la punta de la polla justo en la entrada de su puerta trasera. Esta postura no es lo suyo para una primera vez, seguramente apriete y le duela un poco… Pero joder, estoy bien cachondo, ella también y me encanta ver cómo se les desencaja la cara de placer cuando la polla pasa el esfínter. Esa mierda no tiene precio. Iré lento, no quiero que le duela.

    La cabeza de la polla acarició el ano de la mujer. Isabel notó cómo se le aceleraba el pulso con el sólo contacto del glande contra su ano. Estaba a punto de hacer algo que jamás había hecho, ni con su marido, ni con sus anteriores novios… ni siquiera ella misma. Nunca se había masturbado analmente. Siempre había sido algo que no le llamaba la atención, y las pocas veces que algún novio intentó algo por ahí, le paró en seco. Pero ahí estaba ahora: poniéndoles los cuernos a su marido con un anterior empleado de ambos; dándole su virginidad sin haberse resistido, su virginidad anal. Y encima ella misma lo había pedido. Y encima ella misma era quien deseaba que le diese por culo. Con la mente a mil por hora con estos pensamientos pecaminosos y adúlteros llevó una mano a su vagina y se masturbó con un gran ímpetu. Estaba encharcada y estaba salpicando a ambos lados con su movimiento de mano. Con la otra mano se agarró tan fuerte como podía de las sábanas, a la espera de la penetración y de un nuevo capítulo en su vida sexual.

    El glande presionó suavemente el ano, besándolo. El ano estaba dilatado y perfectamente podría tragarse una polla de tamaño normal como aquella, pero los comienzos son siempre difíciles y el glande notó un poco de resistencia. Incrementó la presión suavemente hasta que ésta superó a la presión del ano y poco a poco fue introduciéndose dentro de éste.

    Carlos miraba atentamente a Isabel. Ella mantenía los ojos cerrados con fuerza y con cara de vicio. Tenía una sonrisa desencajada mientras se masturbaba con saña. Esa sonrisa se tensó cuando su glande comenzó a adentrarse en su ano, toda ella se tensó. Incluso paró de masturbarse como una loca, aunque dejo la mano quieta sobre su coño empapado. Carlos apartó la mano de ella y comenzó a masajear suavemente el clítoris de ella mientras seguía presionando con suavidad, no quería dolor.

    La cabeza de la polla aún no había entrado completamente dentro del culo de ella, en ese momento la sensación para ella era justo la esperable: algo entra en mi culo, parte de mi cuerpo que está hecha para que salgan cosas. Por lo que se sentía muy rara, aunque no le estaba doliendo en absoluto. La polla siguió profundizando poco a poco, milímetro a milímetro hasta que se topó con el anillo de músculos del ano, el punto de no retorno, el esfínter. Carlos no perdía detalle de la cara de Isabel y aguardaba este momento. Iba lento por eso mismo, quería saborear cada segundo de la primera penetración anal de Isabel, de ese pedazo de hembra que ahora tenía toda para él. Isabel comenzó a cambiar su expresión. Pasó de parecer concentrada y esperar dolor a abrir los ojos cada vez más y abrir la boca para pronunciar una <<O>> muda. Su mirada se dirigió hacia el infinito antes de buscar y cruzarse con la de Carlos, que la miraba con una sonrisa excitada mientras su polla pasaba el anillo de músculos del esfínter anal. Ya la había penetrado analmente.

    Carlos terminó de enterrar su polla dentro del culo de Isabel y al hacerlo le arrancó un gemido a la sodomizada: <<Ohhhhh>>. La mano de ella volvió a dirigirse a su coño y apartó sin darse cuenta la de Carlos.

    -¿Qué, te gusta? ¿Te gusta tener una polla en el culo?

    -Sí. Me gusta... No me duele… Fóllame.

    -¿Cómo has dicho? –Las palabras las pronunció de forma inquisitiva y autoritaria.

    -Por favor, amo. Fóllame… por favor.

    Isabel se agarró un pecho al decir esto, sonrió y se apretujó el pezón. Carlos sintió como ella apretaba el ano. Echó las caderas hacia atrás lentamente y antes de que su polla quedase fuera de su culo, echó las caderas hacia delante con la misma lentitud. Tenía que acostumbrarse al sexo anal.

    Poco a poco la velocidad de movimiento de caderas de él fue acelerando según iba viendo que ella se iba acostumbrado. Isabel fue gimiendo poco a poco según iba en aumento la velocidad de las penetraciones. Al cabo de unos momentos estaban follando por el culo con todas las de la ley. Lo estaba haciendo y le estaba encantado.

    -Sííí. Fóllame. Asíí, jodeeer.

    Se seguía masturbando mientras era sodomizada por su amante. Se acercaba un orgasmo, e iba a ser grande. Se había combinado la excitación de la penetración anal, la excitación acumulada, los estímulos anteriores y a saber cuántas cosas más. El orgasmo se acercaba y el placer nuevo y extraño que sentía lo acercaba, o tal vez no. No lo sabía, era difícil saberlo. Pero le encantaba.

    Carlos notaba que su sodomizada amante se acercaba a un orgasmo, era ya fácil verlos venir a estas altura de la película, pero quería que lo sintiese siendo únicamente por estimulación anal; así que agarró la muñeca de la mano con que ella se masturbaba y la alejó de su rajita húmeda y luego agarró las caderas para arremeter mejor contra ella. Isabel se retorcía como la cola de una lagartija mientras gemía y gemía. Se acercaba a un orgasmo, pero era distinto. La estimulación para llegar a él era distinta a lo que estaba acostumbrada, le gustaba el placer anal, pero la estimulación acercaba el orgasmo más lentamente. Esto la torturaba y le encantaba. Quería llegar ya al orgasmo, pero cada segundo así era una delicia. Era una tortura placentera y la estaba volviendo loca como nunca. Isabel se agarraba los pezones, se mordía las manos, intentaba masturbarse y fallaba por culpa de Carlos, se agarraba a las sábanas, gritaba, agarraba con fuerza los brazos de Carlos, echaba la cabeza hacia atrás… y sobre todo, por encima de todo: gemía y movía las caderas con ganas, con muchas ganas.

    Isabel echó la cabeza hacía atrás y se tensó totalmente curvando la espalda en el proceso. Abrió mucho la boca en silencio y se quedó así durante dos segundos, dos segundos en los que Carlos no dejó de penetrarla. Y entonces estalló en un orgasmo fortísimo. Gritó y gritó gemidos y lanzó gritos al cielo y a quien pudiera oírla mientras se corría viva con una polla enterrada en su culo que la seguía follando mientras se corría. Comenzó a convulsionar debido a los espasmos que empezó a tener por el orgasmo que estaba viviendo. 

    Carlos la agarró con más fuerza y siguió follándola por el culo para alargar el orgasmo. El orgasmo de Isabel se alargó más y más y no daba síntomas de resultar incómodo por hipersensibilidad, así que Carlos siguió follándola con una sonrisa desencajada en el rostro. Isabel puso los ojos en blanco olvidándose de respirar mientras componía una sonrisa bobalicona con los labios y comenzaba a eyacular. Su eyaculación salpicaba con cada embestida de Carlos y comenzó a empaparlo todo a su alrededor. De repente tomó una gran bocanada de aire y luego emitió un fuerte chillido de placer mientras se contraía de nuevo como síntoma de ese orgasmo infinito. Carlos no pudo aguantarlo más, se corría. Le sacó la polla del culo, muy a su pesar, y tan rápido como se subió a la cama, la agarró por el pelo y le enterró la polla en la boca justo en el momento en que se corría. Ella sabía que estaba pasando, pero no era capaz de masturbarle, tan solo tenía fuerzas para agarrarle la polla con una mano mientras con la lengua lamía el glande que segundos antes había estado dentro de su culo y que ahora comenzaba a descargar semen dentro de su boca.

    Carlos le agarró la cabeza por ambos lados con fuerza mientras bufaba y gemía como si estuviera haciendo un gran esfuerzo al descargar el semen en la boca de Isabel, que estaba medio sentada en la cama, sobre una mancha de humedad. Cuando se relajó, la soltó y ella se dejó caer de espaldas en la cama, exhausta y con la respiración acelerada. Carlos se dejó caer sobre la cama quedando sentado junto a ella, también con la respiración acelerada. Los dos necesitaban recobrar el aliento.

    Carlos se estaba quedando adormilado tras la última follada, y vio como empezaba a adormilarse Isabel. No le apetecía acabar.

    -Eh, perra –le dio un toque de atención en la cabeza.

    Ella giró la cara para mirarle, se la veía feliz y complacida. Pero había algo en su mirada que parecía decir que aún no había tenido suficiente. Carlos se inclinó hacia ella y se besaron. El beso comenzó a prolongarse y ella comenzó a encenderse de nuevo. Qué libido tiene la cabrona. Se recostó junto a ella y comenzó a manosearla suavemente para ir encendiendo de nuevo las ascuas y avivarlas. Sus pezones seguían duros y su vagina seguía húmeda, apenas había pasado tiempo, pero ahora debía hacer que siguiesen duros y que la vagina siguiera lubricando.

    El beso se detuvo y Carlos recorrió el cuerpo de ella con la boca y la lengua. Bajó besando y lamiendo el cuello hasta llegar a los pechos, donde se recreó unos minutos con cada uno de los dos, divirtiéndose con los pezones que coronaban ambas colinas de carne. Siguió bajando besando su vientre, sudado por la última ronda de ejercicio que habían mantenido. Descendió por él y llegó al monte de Venus, donde sin mayor ceremonia empezó a chupar, lamer y jugar con él. Simplemente llegó hasta él y comenzó el cunnilingus. Comenzó a penetrar con un par de dedos el ano de ella, que se encontraba dilatado tras el sexo anal, no quería que se cerrara aún. Siguió un poco más con el cunnilingus y añadió un tercer dedo dentro del culo de ella, no podía dejar que se cerrara el ano, ni que se apagaran él, o Isabel. Aún no.

    Con Isabel de nuevo habiendo entrado en calor, tumbada abierta de piernas, emanando calor de su entrepierna y deseo de sus ojos, Carlos se levantó y se alejó de la cama para coger el plug anal que había venido en la caja. Isabel le siguió con la mirada y fijó sus ojos en ese objeto de metal brillante que traía en las manos. Con un gesto de la mano Carlos le indicó que se girara sobre sí misma, ella lo hizo de inmediato. Con unas firmes palmaditas en la cadera derecha de ella y un tirón hacia arriba ella comprendió y levantó el culo quedando boca abajo y con las rodillas apoyadas en la cama.

    -Ábrete las cachas.

    Ella lo hizo. Quedó así totalmente expuesta a él. Su ano y su vagina estaban a la vista de él y a su merced totalmente mientras ella esperaba pacientemente su siguiente orden. Con la cabeza echada a un lado en la cama y mirando hacia atrás. Oyó cómo Carlos echaba algo de lubricante sobre, seguramente, el objeto de metal. ¿Qué había dicho antes que era? No lo recordaba, pero era para el culo. Estaba esperando que ese objeto entrase en su culo. Lo esperaba con ganas y, claro, algo de nervios. Por mucho que le hubiese gustado la sensación, no estaba nada acostumbrada al sexo anal, ni a juegos anales de ningún tipo. Sintió la punta fría del objeto en su ano e inconscientemente se tensó y lo contrajo. Carlos pareció notar esto, presionó suavemente la entrada anal sin hizo mucho esfuerzo.

    -Recuéstate de lado.

    Ella se recostó de lado como le había dicho y se separó de nuevo las cachas del culo para facilitarle la tarea. En esta ocasión el objeto pareció encontrar menos dificultad para penetrarla y comenzó a deslizarse hacia dentro. Gimió cuando el objeto entró dentro de su culo, le gustó la sensación de sentirse penetrada analmente. Ahora tenía el objeto dentro de ella, podía sentir la presión de tenerlo dentro, era… raro.

    -Vamos a dejar a nuestro amigo ahí para que tu culo se quede abierto para las visitas, ¿eh?

    Tras decir eso, Carlos se echó sobre ella y comenzaron a besarse. Fueron rodando sobre la cama hasta quedar el tumbado con ella sobre él mientras se tocaban y sobaban a gusto. El plug siempre a buen recaudo guardado en el culo de ella. La polla de Carlos estaba de capa caída, estaba a media erección. No con la suficiente dureza como para follar, pero sin ser ya un caso perdido. Estaba en un punto en que si la estimulas lo suficiente, vuelve a endurecerse y servir para follar, pero forzarla en ese momento sólo serviría para que después costase aún más revivirla. Era mejor dejarla descansar un rato para que recobrase fuerza.

    -Bien, perra. Veo que vuelves a estar encendida. Como la zorra que me has demostrado que eres.

    Isabel se calló al oírle hablar, iba a darle órdenes.

    -Ahora échate a un lado, quédate a cuatro patas sobre la cama y quédate quieta.

    Ella lo hizo así, quedado en la postura que él le había indicado. Él se levantó y fue a recoger la bata de seda que hacía ya tanto que habían olvidado, tirada de cualquier forma en la habitación. Agarró una manga y tiró con los brazos en direcciones opuestas para arrancar la mangar de la bata. Las costuras se rasgaron y la manga cedió. Tras varios tirones más, la manga se separó de la bata totalmente. Tiró la bata de cualquier forma en la habitación.

    Isabel notó que Carlos volvía a subir a la cama al hundirse ésta bajo el peso de él. Se acercó a ella y le rodeó la cabeza con la manga de la bata haciendo que la manga fuese una venda para sus ojos. Se la anudó por detrás y luego notó cómo tiraba de ella usando el cinturón de seda que aún tenía atado alrededor del cuello. Gateó sobre la cama hasta que él dejó de tirar.

    -Siéntate de espaldas y apoya la espalda en el cabecero.

    Como siempre, su voz era firme y autoritaria. Ella no podía negarle nada a su amo y le gustaba que le hablara así, con esa fuerza y determinación. Se sentó con la espalda contra el cabecero de la cama como le había pedido. Él le tomó de la muñeca izquierda y la levantó, la acercó a una barra del cabecero y ahí la ató a él. Notó el suave tacto de la seda en su muñeca. La muñeca derecha quedó libre por el momento. Por el movimiento de la cama, Carlos se bajó de ella. Intentó moverse pero notó que la correa de seda que tenía al cuello se tensaba, con la mano derecha palpó y vio que estaba atada al cabecero de la cama también. La estaba inmovilizando. Notó cómo la excitación crecía en su bajo vientre. Escuchó de nuevo el sonido de costuras romperse, la bata de seda debía estar siendo rota una vez más. Carlos volvió junto a ella y le agarró la mano derecha para llevarla a la misma altura que la izquierda e inmovilizarla al igual que la otra mano. Isabel ahora se encontraba con los brazos en alto, ambos atados al cabecero de la cama, con los ojos vendados y con una correa al cuello atada también al cabecero. Y, sobre todo, se encontraba deseosa de qué es lo que ocurriría a continuación.

    -Has perdido mucha agua con tanto chorrear el coño y tanto eyacular. Te vas a deshidratar a este paso… y sólo con mi semen no creo que vayas a recuperar todo el agua que echas por el coño.

    Carlos esperó unos segundo a que ella dijera algo, pero ella no sabía qué replicar.

    -¿Te ha comido la lengua el gato? Bueno, qué más da. Te voy a dar algo de beber. A ver… tenemos cubata y ron. Ah, mira, también tenemos refresco. E incluso hay algo de sucia agua. Te pondré una copita, ¿eh? ¿Qué me dices?

    Ella iba a hablar, pero notó los dedos de en sus labios antes de poder pronunciar palabra, abrió la boca y dejó que entraran en ella y comenzó a chuparlos, como parecía que él quería que hiciese. Oía cómo llenaba el vaso en la mesilla junto a ella. El corazón le martilleaba en el pecho y en las sienes. El no ver qué estaba pasando le daba algo de miedo, el justo para excitarse. Ahora cada toque y cada caricia eran distintas, no las esperaba, no sabía por dónde vendrían, no sabía qué le haría Carlos.

    Los dedos salieron de su boca y le agarraron la cara a ambos lados de las comisuras de los labios para tirar de su cara y girarla hacia arriba y hacia su izquierda. Notó los labios de él contra los suyos y comenzó a besarlo, en cuanto abrió su boca para comenzar a usar la lengua, el líquido que contenía la boca de él entró. Se sorprendió en el primer instante, hasta que paladeó y vio que era un sorbo de la copa que acababa de preparar él en la mesita de noche. Tragó. Lo cierto es que estaba sedienta y ahora se daba cuenta de ello. La copa que había preparado no estaba muy cargada de alcohol, era mayormente refresco y se podía beber bien. Carlos se retiró y ella esperó paciente a su siguiente buche de bebida.

    -Mira hacia arriba y abre la boca. Y déjala abierta hasta que te diga.

    Ella echó la cabeza hacia atrás e hizo lo que decía abriendo la boca cuanto pudo. Enseguida notó las manos de él recolocándole la cabeza, la inclinó menos hacia atrás y le cerró un poco la boca. Oyó a Carlos tragar junto a ella, pero no se movió ni un ápice. Entonces oyó y notó cómo él se acercaba mucho más a ella y se preparó para recibir más bebida de él, no sabía cómo lo haría; seguramente se la echaría directamente a la boca y tendría que esforzarse en no atragantarse. 

    De pronto un goterón de líquido cálido cayó dentro de su boca. Tuvo el impulso de cerrar la boca para paladear qué era, pero recordó las palabras de él y se mantuvo quieta con la boca abierta. Oyó a Carlos reír tras su amago de cerrar la boca. Con aquel líquido sobre su lengua pudo medio detectar el sabor, apenas sabía, y asumió que debía ser un escupitajo de él. Le había vuelto a escupir a la boca. La había vuelto a humillar de la misma forma. 

    Las manos de él la agarraron por ambos lados de la cara y sintió su respiración cerca de la suya, no pudo evitar ponerse nerviosa y que su corazón se acelerase. Entonces otro chorro de líquido cayó en su boca. Esta vez estaba frío y tenía un claro sabor dulzón, ahora tenía claro que era un trago de la copa. Seguía con la boca abierta y así era difícil mantener el líquido sin que se derramase, pero él aún no le había dado la orden para cerrar ni para tragar. Debía esperar. Le oyó sorber mocos y esperó a lo que sabía que venía a continuación; y sí, Carlos entonces volvió a escupir dentro de su boca. Esta vez el esputo era más denso, mucho más denso, se había recreado a la hora de acumular mocos antes de escupir. Movía un poco la lengua para juguetear con la mezcolanza líquida que tenía en su boca y notaba las distintas densidades y sabores que contenía.

    -Cierra la boca. No tragues aún.

    Isabel cerró la boca. No tragó aún.

    -Ya jugamos a esto antes.

    El corazón latió más fuerte al oírle decir esas palabras.

    -Si derramas una gota, te castigaré. Pero esta vez puedes correrte si quieres.

    Isabel se quedó quieta, muy quieta. Notaba cómo de su entrepierna salía fuego. Y notaba también cómo ésta chorreaba, y creía notar cómo la lubricación le caía hasta llegar a las sábanas. Sintió un tacto conocido en su pecho, era su amigo de goma, el consolador. La cabeza de su amigo de goma recorrió sus dos pechos pasando por sus pezones y arrancándole unos suaves escalofríos al hacerlo. Siguió bajando, lento, lentamente. Lo notaba en su vientre y ella curvó la espalda para notarlo mejor. Su respiración se agitaba y tenía que respirar fuerte por la nariz. Su pecho se hinchaba rápido ante la perspectiva de volver a gozar con su amigo entre sus piernas. La cabeza del amigo de goma llegó a su pubis y ahí trazó pequeños círculos. Ella se contoneaba y movía las caderas hacia arriba para aproximar su vagina húmeda al seco pene de goma. Pero el pene de goma tenía otros planes de viaje, continuó bajando y rodeó la vagina, sin importar cuánto moviera ella sus caderas para cazarlo, él siempre se zafaba y rodeaba su vagina mientras arrastraba su cabeza de goma contra su piel. La cabeza de goma subió lentamente y se deslizó de forma ascendente y con lentitud por la vagina de ella. 

    Isabel apretó los dientes y los puños ante el deseo y las ganas que tenía de que ese consolador entrase en ella, pero el consolador sólo ascendió con lentitud, desesperándola aún más. Ahora el consolador ascendió por su cuerpo en línea recta dejando a su paso un reguero húmedo. Carlos le plantó la punta del consolado en la nariz para que ella lo oliera. Sabía muy bien a que olía, a su coño. Y sabía muy bien que él quería humillarla haciendo eso, pero esa situación le gustaba. Y sabía que él lo sabía. Ella quería abrir la boca y chupar esa polla de mentira, y él lo sabía porque le colocó la punta aún húmeda en los labios. Se sintió muy tentada de abrirlos para chupar, pero no podía hacerlo porque se lo había prohibido, no hasta que él no le dejase tragar. Cabrón.

    Movió los labios un poco para darle forma de beso y los acomodó alrededor de la punta del consolador. Carlos empujó un poco el consolador hacia ella, sólo un poco. Pero ella se recuperó y mantuvo los labios sellados, como le había dicho que hiciese. Le oyó reír. Entonces el falo de plástico se apartó de sus labios y lo notó en sus otros labios. Sin más aviso que el que lo notase en su vagina por un par de segundos, comenzó a entrar en ella con bastante rapidez pero sin llegar a ser de un tirón. Tuvo que apretar las manos y las mandíbulas con todas sus fuerzas para no abrir la boca y derramar el líquido que contenía. Volvía a estar llena. Y ahora se sentía más llena que nunca, pues tenía el cacharro ese en el culo. Notaba una fuerte presión dentro de ella. No estaba acostumbrada a estar tan llena, era la primera vez que estaba y se sentía así. Tal vez en otro momento esa sensación le habría resultado molestamente incómoda, pero esa vez, con todo el cúmulo de sucesos y sensaciones, le resultada agradable; al menos no le resultaba desagradable.

    La polla de goma comenzó su mete y saca habitual.

    Carlos veía cómo Isabel comenzó a volverse loca al follarla con la polla de goma. Había empezado a apretar los puños antes, pero ahora pareciese que se fuese a hacer sangre incluso. Sí que seguía sus órdenes ahora. Tenía la cara convertida en un poema. Estaba claramente concentrada por no abrir la boca, se la veía hacer un gran esfuerzo y se notaban sus músculos contraídos; pero también se veía su expresión de placer y su anhelo de gemir y gritar, de dejar salir lo que sentía. 

    Debía ser un martirio estar así. Y verla así le divertía y le excitaba. Su polla llevaba ya un tiempo en activo de nuevo, pero prefería seguir jugando un rato más con ella. Y así lo hizo. Con la mano libre le agarró un pecho y jugó con él, lo amasó y lo apretujó entre sus dedos, quería llevarla al límite. Ella movía las caderas, las levantaba y buscaba la postura más cómoda posible para la penetración habida cuenta de que estaba atada al cabecero. Dejó escapar una risa. Ella gemía entre dientes y respiraba con mucha pesadez. Su nariz no le bastaba para darle el aire que necesitaba en esos momentos, necesitaba abrir la boca. Pero aun así, seguía resistiéndose y mantenía la boca cerrada a cal y canto. Su coño estaba empapado de nuevo, chorreaba como antes. El consolador estaba empapado y tenía que agarrarlo con fuerza para que no se le escurriera. No creía que fuese a hacer que se corriera antes de dejarle tragar, no estaba tan excitada, ni él era tan bueno. La miraba a la cara y la veía al límite, así que decidió seguir empujándola. Le soltó el pezón que estaba retorciendo y se apropió de su clítoris. Ella echó la cabeza hacia atrás con fuerza y respiró con agitación, las venas se le marcaban en el cuello y en la frente, se estaba poniendo roja, como si se estuviese asfixiando. Forcejeaba con sus ataduras de las manos y sobre todo, se movía. Se movía como una anguila, no había forma de que estuviera quieta. Había aguantado ya suficiente.

    -Traga.

    Ella tragó y en seguida abrió la boca para tomar todo el aire que había en la habitación y en seguida comenzó a gemir con fuerza.

    -Oh, joder. No pares. Me voy a correr.

    Carlos no esperaba esto de ella. Su resistencia al orgasmo se había reducido muy considerablemente. Le pilló por sorpresa y le divirtió.

    -¿Quieres correrte?

    -Sí. Sí. Síííí. Joder, no pares que ya casi.

    -Pues si quieres correrte ya sabes qué tienes que hacer.

    Detuvo los gemidos mientras ponía una cara a mitad de camino entre concentración por pensar algo complejo y urgencia por correrse.

    -Por fav… Por favor…

    -¿Si?

    -Por favor, amo… ¿Puedo correrme? Ahhhh, joder.

    Tras pedirle permiso notó cómo ella se volvió aún más sensible, y dejó pasar unos momentos antes de responderle, para jugar algo más con ella.

    -Sí. Puedes hacerlo. Vamos, ve por ello.

    -AHHH. JODER. GRACIAS AMO. GRACIAS. AAAAAAAH. ¡SÍ! ¡ME CORROOO!

    Isabel estalló en otro orgasmo más aquella noche y empezó a convulsionar sobre la cama. Carlos dejó de follarla con el consolador y se levantó quedando justo delante de ella mientras se masturbaba con fuerza. Ella seguía disfrutando de su orgasmo, con el consolador aún dentro de ella. Se contoneaba y gemía cada vez más suave, siendo cada vez más ronroneo y menos gemidos. Carlos se la meneaba con ganas, parecía un mono salido. No aguantó más, la cogió por el pelo y le enterró la polla en la boca. Ella se sorprendió de la súbita irrupción y comenzó a chupar y mamar la polla de carne que le daba su amo de comer.

    -Ufff. Joder, que cachondo me has puesto, puta perra de los cojones –dijo Carlos mientras la agarraba fuerte del pelo-. Joder sí, sigue chupando. Qué bien lo haces, perra.

    Isabel siguió chupando la polla que Carlos le ofrecía. La recorría con la lengua y jugaba con su capullo. Lamía el frenillo y rodeaba el capullo con la lengua. A veces Carlos la agarraba con fuerza y se la clavaba hondo haciendo que ella tuviese alguna arcada. La saliva se acumulaba en su boca y caía fuera de ella para manchar su pecho. En esta ocasión él no le había dicho que no la tragara, ella simplemente lo había recordado de las anteriores órdenes e hizo la mamada acorde a lo que a su amo le gustaba.

    -Ah, joder. Chúpame los huevos un rato, que a este ritmo vas a hacer que me corra en tu boca –dijo él colocándole los huevos en la boca y masturbándose lentamente-.

    Isabel se deleitaba mamando esa carne que tenía enterrada en la boca. Mientras tragaba polla se iba normalizando su respiración poco a poco. Aún tenía el consolador dentro de su coño y ella estaba abierta de piernas sobre una creciente mancha de humedad. Carlos le agarró una teta y la apretujó jugando con ella. Isabel ronroneó.

    Carlos soltó las manos de Isabel del cabecero de la cama, primero una y luego otra. Isabel tuvo las manos libres y las usó para masturbarle a él y para tocarle los huevos cuando no los tenía en la boca. Carlos la dejó juguetear un poco con su polla, un par de minutos tal vez. Le quitó el caramelito de las manos y la boca y ella manoteó al aire en un torpe intento de recuperar el juguete que le acababa de quitar.

    -Date la vuelta y ponte a cuatro patas. Ya –acompañó su orden de dos palmaditas espoleadoras en su hombro izquierdo.

    Ella obedeció tal y como venía haciendo desde hacía ya mucho rato. Se giró sobre sí misma y quedó a cuatro patas sobre la cama y con la correa al cuello aún atada al cabecero de la cama.

    -Levanta los brazos y agarra la parte de arriba del cabecero.

    Cuando agarró las barras horizontales de la parte superior del cabecero, él volvió a atarle las manos a la cama. Así, Isabel quedó con los brazos un poco abiertos, dando una apertura mayor al del ancho de sus hombros, y apoyada en la cama con las rodillas y con el collar aún atado al mismo barrote. Isabel quedaba ahora con su parte anterior totalmente expuesta. En esta posición era inconfundible el plug anal en su ano y el consolador en su coño, que sobresalía un tercio de su longitud. Por los muslos de ella ya comenzaban a correr gotas de lubricante vaginal, jugo de chocho. Carlos cogió la copa de la mesita de noche y le dio de beber a Isabel. Esta vez no hubo juego, solamente la dejó beber. Viendo cómo arrugaba la nariz tras el primer sorbo, le apartó la copa y le añadió refresco para rebajarla y a continuación le dio de beber más.

    -Bien –dijo él contemplando el portentoso culo que tenía ante sí-. Veamos, ¿por dónde íbamos? ¿Qué hacemos ahora, perrita mía? ¿Cómo nos divertimos otro ratito?

    Isabel guardaba silencio. ¿Dónde había quedado esa mujer orgullosa y combativa? Un collar puede hacer maravillas con las fieras. Aunque esta fiera en concreto sólo quería ser domada, le encantaba serlo y no lo había sabido hasta ahora.

    Un sonoro azote cayó sobre la nalga de Isabel. Ella soltó un gritito sorprendida y en seguida su carne se puso de gallina. Carlos soltó una de sus risitas, de sus risitas de superioridad. Le encantaba tenerla atada y dispuesta para él. Agarró el consolador y lo sacó de su coño. Ella emitió un gemido a modo de queja y de placer por el roce.

    -Bueno, un juguete menos. Creo que deberíamos centrarnos en este otro agujero. El que es más novato en tu vida sexual. Joder, tu coño está ya bastante usado, ¿no crees?

    Ella puso mala cara, aunque él no pudo verla. Pero la intuyó.

    -A saber cuántas pollas han entrado ya en este coño. No sé cómo puede entrar tu pobre marido por la puerta.

    Ese último comentario la molestó aún más. Estaba buscando picarla, enfadarla y lo había conseguido. Ella echó aire por la nariz como un toro enfurecido y dio un tirón del cabecero con las manos atadas a él. Carlos rio ante su enfado y ello la enfureció todavía más.

    -Eres un cabrón de mierda.

    -Perdona, ¿qué has dicho? –Dijo Carlos pronunciando claramente cada palabra.

    Ella no se amedrentó y le respondió.

    -Que eres un cabrón de ¡Ahh! Mmmm.

    Carlos había puesto su pulgar sobre la base del plug anal y lo hacía moverse rápido y con movimientos cortos hacia dentro de su culo. El efecto que conseguía era el de un pequeño vibrador anal. Esta vibración súbita pilló totalmente desprevenida a la airada Isabel, que de repente sintió cómo el plug dentro de su culo comenzaba a vibrar placenteramente. Y aunque estuviese enfadada con Carlos, estaba aún más cachonda que enfadada.

    -¿Qué decías?

    -Mmmmm… Ahhh… Mmm

    Isabel alternaba el abrir la boca para replicar, con cerrar los labios con fuerza y acallar los gemidos.

    -¿Qué es lo que me has llamado antes? –Redujo la <<vibración>> del plug para dejarla hablar.

    -Nada.

    Isabel habló con voz baja, como si no quisiera que la oyera.

    -¿Qué? ¿Nada? –Dijo él- No me parecía a mí que no hubieses dicho nada… ¿No me habías llamado cabrón acaso?

    -N-no. No lo he hecho. ¡Ah!

    No la dejó seguir hablando, aceleró la vibración para cortarla. Volvió a reducirla antes de hablar él. Y se acercó a su oído para hablarle, aunque no le habló, le susurró. Mantuvo la vibración anal a una baja cadencia. Ella curvó su espalda y levantó su culo.

    -Pues yo creo que me llamaste cabrón antes –aceleró la vibración un poco.- Y ¿sabes por qué me lo llamaste?

    Volvió a acelerar la vibración y esperó un poco a que ella contestara alguna réplica. Pero no lo hizo.

    -Pues me lo llamaste porque dije que tu marido era un pedazo de cornudo, el pobre.

    Isabel venció su concentración en el placer y abrió la boca para replicar. No la dejó. Estaba esperando ese momento e incrementó de nuevo las vibraciones, esta vez lo hizo hasta donde él era capaz y ella solo pudo gemir cuando abrió la boca. Volvió a levantar su culo aún más.

    -La digna y el cornudo, menuda parejita hacéis.

    Carlos comenzó a reír a cerca de su oído mientras seguía haciendo vibrar las entrañas anales de Isabel. Le hizo girar la cabeza y los dos se besaron con la guarrería que acostumbraban. Mucha saliva. Mucha.

    Se separó él del beso y volvió a situarse detrás de ella.

    -Bueno, ya va siendo hora de volver al terreno de juego –dijo él agarrando el plug anal.

    Isabel sintió el plug anal irse retirando de su interior poco a poco. Cuando la parte gruesa llegó a su esfínter anal fue cuando notó algo de incomodidad, aunque no mucha. Estaba ya acostumbrada al tamaño. El plug salió totalmente de su ano, quedando abierto y dilatado. Se podía ver el interior de su culo. Oh, aquella era una visión magnífica, y así se lo hizo saber Carlos.

    -Te ha quedado un culo precioso. Está abierto como una iglesia en domingo. Podría meter dos dedos sin rozar nada y aún sobraría espacio. Esta es una de las visiones más bonitas que se puedan ver.

    Isabel sonrió ante estas palabras y enterró la cara en la cama para evitar que él la viera sonreír, no pudo evitar que sus labios se curvaran. Aquello no era ni mucho menos un cumplido, pero a sus oídos a esas alturas de la noche, sí que lo fue. Isabel dio un respingo cuando un líquido denso, frío y algo viscoso cayó sobre su culo. Era lubricante, en seguida lo supo. En seguida sonrió con malicia, con deseo. En seguida sintió una punta redondeada en la punta de su ano.

    Carlos apuntó la polla de goma al ojete de Isabel, que se había cerrado en cuanto ella sintió el chorro de lubricante sobre su culo. Decir que se había cerrado era una verdad a medias, pues tras haber estado tanto tiempo dilatado no era capaz de cerrarse del todo, quedaba algo de holgura. Eso era bueno, era fácilmente penetrable. Acomodó la punta del consolador en la entrada anal de ella.

    -Dime –dijo Carlos-. ¿Qué es tu marido?

    -¿Qué?

    La pregunta de Isabel fue de total sorpresa e inocencia. No sabía, no entendía el porqué de esa pregunta en ese mismo momento.

    -Que qué es tu marido –dijo Carlos dando suaves empujoncitos al dildo-. La pregunta es bien sencilla.

    Isabel se quedó en silencio con la cabeza apoyada en la cama y el culo bien en alto. Carlos daba suaves y placenteros empujoncitos al dildo en su culo. Éste entraba un poco en su ano y volvía a quedar en la entrada del mismo. Ella intentaba cazarlo echando hacia atrás las caderas y penetrándose a sí misma, pero el dildo era esquivo.

    Ante el silencio de ella, Carlos dijo lo siguiente:

    -Vaya, veo que te haces la dura. Bueno ya veremos si eres más dura que la polla de goma.

    Le metió la cabeza del dilo en el ano. Bueno, comenzó a hacerlo y ella echó las caderas hacia atrás para darle el encuentro. Isabel lanzó un gemido de alivio. A partir de ahí, Carlos introdujo el dildo entero en el culo de ella. Lo hizo a un ritmo constante y suave. Cuando la cabeza penetró el esfínter anal, ella gimió con un: <<Ah>> muy sonoro; y desde ahí hasta que el dildo entró completamente en ella, Isabel gimió de alivio, como queriendo decir: <<O>>.

    Carlos sacó la polla de goma casi entera de su culo con la misma lentitud con la que se la había metido antes. Y volvió a metérsela hasta el fondo, arrancando otro gemido. Y volvió a sacarlo y volvió a meterlo y ella volvió a gemir y repitieron el proceso cada vez más rápido viendo que le iban cogiendo el truco a todo aquello.

    Isabel gemía y se dejaba follar el culo. Le estaba volviendo loca cómo le estaba sodomizando con esa polla de plástico. Uno, dos y tres azotes recibió con gusto su culo. Y de nuevo uno, dos y tres azotes más recibió en su otro cachete mientras el agujero entre ambos cachetes era rellenado de goma.

    -Habla –dijo Carlos-. ¿A tu marido le gustaría verte así?

    -Mmmm. ¡Mmmm!

    Isabel se resistía a contestar. Carlos volvió a preguntar reduciendo notoriamente el mete y saca.

    -Dime –dijo pronunciando lentamente cada sílaba-, a tu marido. ¿Le gustaría verte así?

    -Mmmm…Mmmnooo. Ah, joder que gusto.

    Carlos preguntó de nuevo.

    -Y dime, perrita mía. ¿Qué –remarcó esta palabra con fuerza- es tu marido?

    Ella se resistió a responderle nuevamente, así que él detuvo la follada anal. Isabel se notó de repente sin placer y comenzó a moverse en busca de penetrarse ella misma. Carlos sacó la polla de goma y la dejó solamente con la punta dentro de su culo, y nada más. Ella comenzaba a volverse loca. Sabía cuál era la salida.

    -Siempre puedes usar tu frase de seguridad y acabar con esto –dijo Carlos sacando por completo la polla de su culo y volviendo a enterrar la cabeza de esta una, dos y hasta cuatro veces.

    Isabel mordía las sábanas claramente desesperada.

    -¿Sabes qué? Voy a cambiarte la frase, en realidad fui bastante capullo con la anterior frase. En lugar de una frase, bastará con una palabra, un poco común y fácil de diferenciar: rinoceronte.

    Ella no pareció oírle, seguía como antes, mordiendo las sábanas.

    -¿Lo has oído? –dijo Carlos- Haz un gesto con la cabeza.

    Ella hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Bien. Él recolocó el glande de goma en el ano de carne.

    -Dime… ¿Qué? ¿Es? ¿Tu? ¿Marido? –Con cada palabra introdujo un poco más del dildo en su culo hasta quedar enterrada la cabeza.

    Isabel movió la cabeza con violencia y gritó:

    -¡Un cornudo! ¡ES UN PUTO CORNUDO!

    Carlos ser rio y volvió a reiniciar la follada anal.

    -Eso es –dijo entre risas Carlos-. ¿Le gustaría verte así? ¿Sí, o no?

    -No. Ahhh, joder sí… ¡No le gustaría!

    -¿Quieres parar?

    -No. No quiero. Mmmm, qué bueno. ¡No pares!

    Carlos siguió machacando el culo de Isabel. La polla de goma entraba y salía del culo de ella y ella acompañaba todo con movimientos de sus caderas. Buscaba meterse lo más que era capaz aquella polla de goma mientras decía todas esas cosas que hacían que su coño lubricase más y más. Las gotas provenientes de su coño ya llegaban hasta sus rodillas.

    -¿Quieres a tu marido?

    -Síiii. Ahhhh. Lo quieroooHhh.

    -¿Lo amas? –Las penetraciones anales seguían a la misma velocidad- ¿Amas a tu marido?

    -Sí. Lo… Ahhhh… Lo amoooohhHHhhH.

    -¿Qué quieres más: a tu marido, o follar ahora?

    Isabel guardó silencio un momento.

    -Mmmm. ¡Ahhh!... Follar… -Se reafirmó en sus palabras- ¡Follar! Sí. Quiero follar. Ahhhh, ahh. Ahhhh.

    -¿Te gustaría que tu marido estuviera aquí ahora mismo follándote?

    Carlos le dio un fuerte azote a Isabel en el culo y luego tiró de su pelo hacia atrás para que se asfixiara un poco al quedar su correa tirante.

    -No. Noooo.

    -¿Por qué? ¿Por qué no quieres que tu marido te folle ahora?

    Entre jadeos y gemidos ella consiguió hablar.

    -Fóllame tú.

    Carlos paró en súbito la follada y le sacó el dildo del culo sin avisar. Ella lanzó un gemido de sorpresa. Le colocó de nuevo la punta en el ano con mucha ceremonia y, entonces le dijo:

    -¿Qué soy yo?

    Ella calló por un momento. Estuvo en silencio durante unos segundos, que le parecieron eternos al sentir esa polla en su culo y no tenerla dentro.

    -Mi… Mi amo.

    Pronunció esas palabras con timidez. Casi como si le diese vergüenza decirlas. Pero que pese a darle vergüenza decirlas, la hacían feliz.

    -¿Qué es tu marido?

    Ahora no dudo ni un segundo en contestar.

    -Un cornudo -dijo con voz dulce.

    La polla de goma volvió a sodomizarla como antes y ella volvió a gemir como antes.

    -Prefieres una polla de goma a la polla de tu marido.

    -Ahh. Sí, la prefiero… Joder, que ricooo.

    -¿Por qué, perra?

    Carlos le acercó la cara y se besaron antes de que ella pudiera contestar nada. El beso se prolongó y él sabía que ella no respondería cuando separasen sus bocas, pero ella habló en el momento en que tuvo la boca libre. Es como si tuviese que escupir aquellas palabras.

    -Porque él no sabe follar, amo.

    -Y ¿yo, te follo bien?

    -Sííííí joder. Sí. Me follas genial, amo.

    Carlos estuvo a punto de volver a hablar, pero ella le interrumpió.

    -Soy tuya. Soy toda tuya, amo. Fóllame. Hazme lo que quieras. Ahhhh. Rómpeme el culo, sííííí. Haz más cornudo a mi marido… Joder, que bien me lo haces, joderrr. Soy tuya amo… soy tuyaahhHH.

    Carlos oyó lejanamente cómo alguien llamaba a la puerta.



    Alba se encontraba frente a la puerta. Iba vestida con ropa de calle y llevaba una bolsita de plástico en la mano. Estaba muy nerviosa. Miraba hacia ambos lados, como si alguien la observase y como si temiese que lo hiciesen. No paraba de cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra y con la mano que tenía libre no dejaba de jugar con su pelo. No sabía por qué había ido a esa habitación después de la última vez que había estado y lo que había pasado. Fue muy incómodo. Aquella arrogante mujer se había corrido delante de ella, no tenía dudas que eso era lo que había ocurrido. Él, aquel chico la había masturbado por detrás de la bata que ella llevaba no sabía cómo y la había hecho correrse. No había dejado de pensar en aquello desde que ocurrió hasta ahora. No se había podido concentrar en su trabajo todo ese rato. Había estado alterada todo ese tiempo, caminando como una leona enjaulada, de lado a lado. Se había sentido con ira y con ganas de gritar. Y no había parado de mirar el reloj, todo el tiempo mirando el reloj. Viendo cómo las agujar avanzaban cada vez más lentas y más lentas de nuevo. Incluso llegaban a detenerse y ella se quedaba congelada en el tiempo sin poder dejar de pensar en aquella arrogante mujer corriéndose delante de ella al ser masturbada por aquel hombre. Cuando al fin su turno acabó salió disparada de su silla hacia el vestuario y desde ahí apenas recordaba el haber llegado hasta la puerta de la habitación. Se comportó como una autómata, no podía pensar con normalidad, había sentido todo ese tiempo el corazón agitado y respiraba como si le faltara el aire. ¿Qué estarían haciendo en esa habitación? Se preguntó una y otra vez. ¿Seguirán despiertos? ¿Seguirán haciéndolo? ¿Oh Dios, por qué pienso en esto? Jopé, me tiemblan las manos.

    Y ahora ella se encontraba frente a la puerta. No recordaba haber ido hasta allí, no recordaba qué tenía en la bolsa de plástico que llevaba consigo. No recordaba el nombre de ella (lo había mirado varias veces en el sistema del hotel). No recordaba nada después de haberse empezado a desvestir en el vestuario para ponerse su ropa de calle y seguir teniendo calor pese a estar en ropa interior. No recordaba nada. Y entonces la puerta se abrió. No recordaba haber llamado a la puerta, pero la puerta se abrió. No la oía abrirse, ahora que lo pensaba no oía nada, todo lo que escuchaba era un zumbido y sus propios pensamientos.

    -Hola.

    Aquel chico estaba ante ella. Llevaba puesto un pantalón y… sólo un pantalón. Estaba con el torso desnudo y perlado por el sudor. El pelo lo tenía mojado y pegado a la cabeza. Iba descalzo y no llevaba la correa atada, colgaba suelta a ambos lados. Al mirar la correa vio que había un bulto alargado que se marcaba en el pantalón. Quizás se fijó en que la correa no estaba puesta tras mirar a ese bulto, no estaba segura.

    -H-hola –dijo ella con un hilillo de voz.

    ¿Había hablado ella? No podía ser, ella no había dicho nada. ¿Esa era su voz? Debía haber hablado ella.

    -¿Qué es esto?

    Alba vio su brazo alzarse y tenderle la bolsita de plástico a él. Su brazo se había movido por sí mismo, ella no había movido nada. El chico cogió la bolsa, miró su interior y sonrió. Su sonrisa era como si le hubiesen contado un chiste que le hubiera divertido, pero que no llegaba a hacerle reír. La miró a ella, abrió la puerta algo más y dio un par de pasos hacia atrás.

    -¿Entras?

    Su pregunta no sonó como tal. El tono era interrogativo, pero sonó más como una afirmación que como una pregunta. Era una pregunta que no se podía rechazar. Alba se vio de repente dentro de la habitación, con la puerta justo a su espalda, aún abierta. ¿Cuándo había dado esos pasos?

    -Te veo muy callada, Alba –dijo Carlos con una voz suave y tranquila-. Por cierto, ¿no has traído nada para mí? Bueno, a parte de esto, claro –dijo haciendo referencia a la bolsita de plástico.

    -¿Qué? –Le costaba hablar, tenía la boca seca-. Ah, sí –se metió la mano en el bolsillo y buscó dentro algo-. Toma –le tendió la mano con el puño cerrado.

    -Vaya, gracias. El rotulador que te pedí. Negro, ¿eh? Cómo me gustan las cosas largas y negras.

    Alba se quedó callada mirándole a los ojos, se mordía el labio inferior y tenía los ojos muy abiertos. Seguía claramente nerviosa.

    -¿Quieres cerrar la puerta, por favor?

    -Eh... sí. Vale. La cierro.

    Alba se giró dándole la espalda al chico y con movimientos rápidos alargó el brazo para agarrar la puerta y la cerró dando un ligero portazo al hacerlo.

    -Perdón…

    -Carlos. Soy Carlos.

    -Carlos, encantada. Soy Alba.

    ¿Por qué se presentaba? Ya la conocía, ya sabía su nombre. Él se rio ante su nerviosismo, se rio con suavidad, parecía divertirle mucho el estado de ella. No se reía con maldad, había cierto cariño en cómo reía y eso la hizo sonrojarse un poco. Un poco más de lo que ya estaba. El chico, Carlos, dio un paso hacia ella quedando ambos muy cerca el uno del otro.

    -¿Qué quieres hacer, Alba?

    Él le había hablado casi en un susurro, mirándole directamente a los ojos. Con su cara cerca de la suya. Él era más alto que ella, le sacaba una cabeza aun estando descalzo. Ella era bajita.

    Alba no era capaz de articular palabra, todo lo que hizo fue poner sus manos sobre el pecho sudado de él y entreabrir los labios mientras seguía con la mirada fija en los ojos de él. Sintió la mano de él en su espalda, justo sobre su culo, tiró de ella con firmeza, la atrajo hacia él. Se besaron. No fue un beso dulce, fue un beso de pasión y de deseo. Alba se agarró a su cuello haciéndole un candado con los brazos y él la rodeó con fuerza el cuerpo. Las lenguas de ambos lucharon con violencia en sus bocas e intercambiaron saliva y más saliva. Ella notaba el calor que él desprendía, estaba muy caliente su piel y ella también empezaba a notar el calor en la suya propia.

    Se separaron un instante quedando mirándose de nuevo a los ojos. Esta vez sus miradas eran las de dos personas a punto de enzarzarse en una pelea, o, en este caso, en un romance. Se volvieron a besar, la lengua de él llegaba hondo dentro de la boca de ella a ratos, los otros ratos era la lengua de ella la que se internaba en la suya. Alba levantó los brazos y quedó despeinada y desnuda de cintura para arriba salvo por su sujetador, así parecía más salvaje. Volvió a unir su boca con la de Carlos. Con una de sus manos fue palpando a ciegas hasta que llegó a su entrepierna, donde comenzó a toquetear por encima del pantalón esa figura tan obvia que se escondía dentro. Carlos por su parte agarró y apretó con fuerza el culo de Alba haciendo que ella sonriera y jadeara. Ella respondió besándole el cuello, haciendo que el jadeara y sonriera.

    Mientras besaba su cuello comenzó a desabrochar los botones del pantalón hasta que no hubo más . Entonces dejó de besar el cuello y miró hacia abajo, agarró por ambos lados el pantalón y empujó hacia abajo para que cayera, liberando lo que éste ocultaba. Se quedó mirando por unos momentos aquella polla que miraba hacia arriba, hacia ella y que palpitaba una y otra vez como queriendo llamar su atención. Alargó un brazo y la cogió. La cogió con la mano, apretó entre sus dedos y la comenzó a masturbar. Todo ello sin dejar de mirarla directamente, como si la estuviera hipnotizando y ella no pudiera escapar a su embrujo. De repente estaba arrodillada frente a la polla que aún mantenía fuertemente agarrada con la mano. ¿Se había agachado ella? Le daba igual, el calor y la dureza que sentía en su mano era lo único que le importaba en aquel mismo instante. Siguió masturbando la polla un poco más y decidió que quería probar su sabor. Acercó los labios y simplemente la engulló para comenzar a mamar.

    Alba se la chupaba de forma distinta a como lo hacía Isabel. Le gustaba más cómo lo hacía Alba, no sabía decir muy bien el porqué. Alba lo hacía con más pericia, tal vez. Puede que fuese eso, no lo sabía. Chupaba la polla casi tragándosela entera y a ratos la masturbaba mientras chupaba la punta solamente. Su otra mano jugaba con sus huevos todo el rato. A Carlos le encantaba que jugasen con sus huevos, y Alba lo estaba haciendo realmente bien. Ella tenía los ojos cerrados mientras le comía la polla y a veces miraba hacia arriba y cruzaba su mirada con la de él. Con esos ojos oscuros tan bonitos, que en esos momentos destilaban deseo y sensualidad.

    Se la estaba chupando muy bien, demasiado bien. Nunca había tenido una noche como aquella así que no sabía dónde estaba su límite. Pero parecía que lo tenía cerca y simplemente no quería comprobar si la corrida que se le estaba acercando sería la última. Prefería retrasarla y ver si era o no la última cuando al fin la descargara. Hizo un gran esfuerzo de voluntad y le arrebató su polla de la boca tan placentera que tenía la pelirroja Alba. Ella le miró desde abajo con reproche, pero le levantó y fue en busca de su boca.

    Cuando separaron sus bocas Carlos la agarró por los hombros y la giró 180º quedando ella de espaldas a él. Alba notó sus manos cálidas bajando rápidamente por su cintura y desabrochando con rapidez su pantalón y dejándolo caer. En un abrir y cerrar de ojos ella estaba en ropa interior. Las bragas no tardaron en seguir el ejemplo de los pantalones. No hubo ceremonia, no hubo juegos ni sensualidad, solo simple y pura acción. Carlos agarró las bragas por ambos lados y empujó hacia abajo despegándolas de la húmeda vagina de Alba y mandándolas al suelo. Donde ella luchaba para quitarse los zapatos usando sólo los pies. Ahora Alba podía sentir la caliente, dura y húmeda polla (lo último era por culpa de ella) contra su culo. Eso la volvía loca, levantó el culo un poco para sentirla encajada entre sus nalgas.

    Las manos de Carlos subieron por su cuerpo, arrastrando los dedos por su piel y erizando sus vellos en el curso de la subida. Subieron desde sus caderas hasta sus costillas y una vez ahí se movieron lentamente hacia delante hasta colarse por debajo del sujetador hasta rozar, sólo rozar, el nacimiento de sus pechos.

    Alba notó su sujetador muy suelto y cuando miró hacia él fue cuando se percató de que estaba desabrochado. ¿Cuándo se lo había desabrochado? No se había dado cuenta de en qué momento lo había hecho. Aplaudió para sus adentros por la habilidad de prestidigitador que había demostrado.

    Esos dedos siguieron acariciando su piel lentamente, sensibilizándola aún más. Era como si esos dedos estuvieran electrificados y le causaran placer únicamente por moverse sobre su piel. Las yemas de sus dedos apenas habían rozado aún la base de sus pechos, pero le bastó para soltar un suspiro y para agarrar el sujetador y quitárselo de un tirón y arrojarlo a Dios sabe qué parte de la habitación. Esas manos y esos dedos acabaron por cubrir por completo sus tetas y empezaron a amasarlas y apretujarlas con maestría y placer. Alba suspiraba mientras se deleitaba con esos dedos que tanto parecían saber sobre cómo darle placer. Emitió un agudo gemido cuando uno de sus pezones fue pellizcado por sorpresa. Su hermano gemelo fue el siguiente en ser atendido y Alba lo corroboró con un suspiro y un gemido ahogado, pues había girado la cara para besar a su amante. Alba tenía poco pecho, sus tetas eran pequeñas pero firmes y siempre había pensado que eran muy bonitas. Ahora mismo, esas tetas estaban siendo sobadas por las manos de un hombre que sabía lo que hacía, Alba se estaba volviendo loca con las manos de Carlos y sólo deseaba más y más de ese hombre.

    Ella estaba cachonda, muy cachonda. Y ahora era cuando se daba cuenta de ello. Había estado cachonda durante todo ese tiempo. Había querido estar donde estaba en ese justo momento, follando con él. Su cuerpo se lo había estado pidiendo todo ese rato y ella no había sabido interpretarlo bien. Una de las manos de él serpenteó hasta su cara y entonces ella dejó de besarle para comenzar a chupar esos dedos. La otra mano descendía hacia su entrepierna. Esos dedos arrancaban escalofríos a su paso por su piel y la estaba volviendo loca. Necesitaba que la satisficieran, y lo necesitaba ya.

    -Mmmmmm.

    Los dedos encontraron su clítoris y Alba lo celebró con un sonoro gemido ahogado. Esos dedos mágicos hicieron delicias con su clítoris, se movían dándole un placer notorio. Se agarró con fuerza al antebrazo de la mano que la masturbaba y olvidó seguir chupando los dedos que tenía en la boca, los cuales se movieron hasta apropiarse de una de sus tetas. Con su brazo libre, la pelirroja Alba agarró la cabeza de Carlos, que había empezado a besarle el cuello. Ella gemía cada vez con más ganas, ahora estaba siendo estimulada en tres puntos de su cuerpo. Los dedos que jugaba con su clítoris se movieron y comenzaron a jugar con la entrada de su vagina.

    -Ahhh.

    Fue el primer gemido de la pelirroja cuando uno de los dedos de Carlos se adentró en su vagina. Alba movía las caderas mientras sentía el placer que le estaba brindando Carlos. Notaba la polla de él entre sus nalgas y la volvía loca. Quería sentirla dentro de ella y no contra su culo. Ella se contoneaba y respiraba agitada, cada vez más rodeada por él, por sus brazos. Era como un pulpo, pero sólo tenía dos tentáculos, y qué tentáculos. Con esos dos brazos la rodeaba y le estaba haciendo ver las estrellas. Notaba un orgasmo próximo y su respiración comenzaba a acelerarse. Carlos notó cómo se aceleraba la respiración de ella y buscó aumentar el placer que le estaba dando. Alba se retorcía entre sus brazos y se deshacía en gemidos y ronroneos. Habría seguido así hasta hacer que se corriera.

    -Métemela ya, joder –dijo ella con una voz cansada.

    Esto pilló desprevenido a Carlos. Lo dejó sin habla por unos momentos, cosa que le divirtió y rio en consecuencia.

    -Jaja. Vaya –le susurró al oído-, no esperaba que fueras tan directa. Já, me gusta. Si quieres que te folle, ponme tú misma el condón.

    Alba sintió cómo todos los vellos de su cuerpo se erizaban cuando Carlos le susurraba al oído. Tras acabar de hablar él, ella se giró y miró hacia donde señalaba él. Ahí estaba tirada en el suelo la bolsa de plástico que ella había traído y que contenía los condones que había comprado en una farmacia cercana. Con los ojos entrecerrados se movió y se agachó a recogerlos. Al agacharse recibió un sonoro cachete en el culo que le hizo ponerse más cachonda aún.

    Ya con la caja en sus manos, la abrió con manos temblorosas como buenamente pudo y sacó un par de condones de la caja. No consiguió separar los dos condones entre sí, simplemente rompió como pudo el envoltorio y cogió el preservativo del interior. Las manos le temblaban de nervios y de excitación. Ya tenía el condón en sus manos, ahora era solamente cuestión de ponérselo a él y de follar como animales, contra aquella puerta si era necesario. Dios, necesitaba una polla y la necesitaba con urgencia.

    La recepcionista se arrodilló frente a Carlos, más bien se dejó caer sobre sus rodillas. Frente a Carlos y frente a su polla. Tenía el condón preparado para enfundarla, pero antes de eso le dio una última mamada. Se metió la polla en la boca y le dio un par de meneos antes de sacársela llena de saliva de la boca. Varios puentes de saliva quedaron conectando su boca con la polla. Colocó el condón sobre la punta de la polla y la enfundó en él con cierta torpeza, pues estaba tan nerviosa como cachonda. Con la polla totalmente engomada, le dio un último y juguetón lengüetazo y miró hacia arriba con una sonrisa inocentona. Carlos la miraba desde arriba con una sonrisa insondable.

    Alba se levantó y quedó cara a cara con Carlos, le dio un beso, esta vez sin lengua, fue un beso que usaron para sentirse el uno al otro, para conocerse mejor. Cuando se separaron se miraron fijamente y sonrieron casi al mismo tiempo. Alba rompió el momento al morderse el labio, lo cual sacó a Carlos de su ensimismamiento y la agarró por los hombros. La recepcionista pelirroja fue girada sobre sí misma quedando de espaldas al huésped y contra la pared de la entrada de la habitación. No tuvo más remedio que apoyar las manos contra la pared cuando una mano en su espalda la empujó hacia delante. Ella separó sus piernas y levantó un poco su culo.

    Carlos no salía de su gozo al tener tamaña vista frente a sus ojos. Una de las mujeres más hermosas que jamás pudiese imaginar estaba apoyada en la pared con el culo en pompa sólo para él. Aquella era una vista con la que uno debía deleitarse antes de proceder a hacer nada más. Y así lo hizo. Se tomó su tiempo en posicionarse tras de ella, en abrir sus piernas más de lo que ella las había abierto para poder quedar a la misma altura. Viendo ese culito tan apetitoso necesitó acariciarlo con la mano y, a continuación, lo azotó. Vio cómo esas carnes firmes temblaron ante el azote. Una visión inolvidablemente bella. Con la mano izquierda la agarró con fuerza por la cadera izquierda y con la mano derecha agarró su polla y la apuntó hacia la vagina de ella, hasta dejar la punta reposando en la entrada vaginal, entonces retiró la mano y agarró con fuerza la cadera derecha de la pelirroja recepcionista llamada Alba.

    -Ahhhh. Joder.

    La polla había entrado al fin en ella. Su vagina estaba bien lubricada. Lo había estado desde hacía horas y ahora se daba cuenta. Había entrado sin dificultad, prácticamente se había deslizado hacia su interior.

    -Por fin.

    Los dos dijeron esas palabras al unísono. Pero ninguno de los dos se percató de que el otro había hablado. Ambos se quedaron quietos, con la polla totalmente dentro de la vagina, no se movieron ni un ápice. Estuvieron así durante unos segundos hasta que uno de los dos se empezó a mover y entonces el otro siguió su ejemplo. A partir de ahí ya no hubo más palabras, todo lo que hubo fue placer en estado puro.

    Las caderas de ambos comenzaron a moverse con movimientos desacompasados y poco a poco fueron sincronizándose hasta estar en total sincronía. El sonido de la carne contra la carne resonaba en la habitación. Plaf, plaf, plaf. Los gemidos de ambos se acompasaban y armonizaban entre ellos. Los pulgares de él buscaron los hoyuelos en la espalda de ella y se clavaron allí.

    En la habitación sólo se oída las respiraciones pesadas de dos personas que estaban claramente follando. Se oían los suspiros y los gemidos tanto de un hombre, como de una mujer. Todos los sonidos estaban secundados por el sonido de sus genitales chocando entre sí.

    Alba estaba con las piernas un poco abiertas, de pie y apoyada contra la pared del pasillo de entrada a la habitación, con los brazos estirados apoyados en la pared del pasillo; mantenía la cabeza baja con los ojos cerrados concentrada mientras bufaba y gemía sin parar con cada sensación que recibían en su vagina. Carlos estaba de pie tras Alba, con sus manos fuertemente asidas a las caderas de ella y con sus piernas más abiertas que las de ella para estar a su altura; Echaba la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados mientras se centraba en las sensaciones que sentía cada vez que movía su cadera hacia delante.

    El pasillo de la habitación se había convertido en una orquesta de gemidos, respiraciones pesadas y suspiros. No se oía ni una sola palabra, sólo los sonidos de las carnes chocar, los gemidos y las respiraciones; pero entonces se unió al repertorio el sonido acuoso de los besos. Aquellos dos habían empezado a besarse.

    Carlos la había atraído hacia sí, o tal vez ella se había echado hacia atrás; no era seguro, pero ambos se estaban devorando mútuamente sus bocas. Y no tenían intenciones de parar. Ahora sus gemidos quedaban ahogados por la boca del otro. Pero el movimiento de ambas caderas se aceleraba cada vez más. Finalmente, el silencio entre ambos se hizo imposible.

    -Ahhh. Sigue, que me voy a… ahhhh… a correr.

    -Ufff, joder. Yo también.

    -Vamos, sigue. Que me queda poco… Córrete dentro. Vamos…

    Esas palabras le espolearon y aceleró sus movimientos y la dio unos cuantos azotes a ella. Ella se sintió espoleada por la cercanía de su propio orgasmo y por lo azotes recibidos y, apoyándose en la pared, movió sus caderas con más fuerza al encuentro de las de él.

    Los gemidos de ambos se acompasaron y se reforzaron anunciando que el orgasmo de ambos estaba al alcance al fin. Los dos gemían con fuerza, casi gritando. Era difícil decir quién era quién.

    -Ahhhh.

    -Joderrrr.

    -Dale. Dale, joder.

    -Sí. Sí. Sí, joder.

    Carlos no pudo aguantar más y alcanzó el orgasmo. Bufó como una bestia. Agarró con todas su fuerzas a Alba de las caderas y la embistió como un semental a una yegua mientas comenzaba a eyacular dentro de ella sin poder detenerse.

    Alba notó cómo las manos de Carlos le apretaban más las caderas y cómo empezó a bufar como un animal salvaje, y esto la dejó al borde del orgasmo. Fue cuando sintió el calor de su corrida en su interior cuando ella, inevitablemente, no pudo evitar su orgasmo. Recibió su orgasmo entre gritos y gemidos de alegría.

    Ambos siguieron moviendo sus caderas mientras sus orgasmos iban in crescendo. Una vez alcanzaron su clímax, las rodillas de los dos fallaron y se fueron dejando caer hasta el suelo, quedando los dos de rodillas. Pese a estar ambos de rodillas, sus caderas se siguieron moviendo al ritmo de sus espasmos producto de sus orgasmos hasta que estos se fueron apagando poco a poco.

    No hablan, sólo jadean y recuperan el aliento poco a poco. Él aún sigue dentro de ella y ella nota las palpitaciones de la polla de él en su interior. Carlos sale de su interior y se quita el condón lleno de semen, le hace un nudo y lo tira por ahí. Llama la atención de ella para que se dé la vuelta.

    -Eh, más vale que me la chupes a conciencia si quieres que siga dura. Lleva ya mucho tute esta noche y como no se la despierte, se nos duerme y a saber cuándo se despertará otra vez.

    Alba dejó escapar una risita divertida y se recostó sobre el suelo de la habitación para meterse la polla en la boca. Tenía restos de semen y aún salía semen de su interior. Lamió todo aquello y lo tragó sin darle importancia. Se acababa de correr, pero aún quería más, estaba lejos de estar satisfecha y ese hombre parecía que podría satisfacerla a base de bien esa noche. Su cabeza subía y bajaba con la polla dentro de su boca y oía suspirar de placer a Carlos. Le encantaba arrancarle esos suspiros, la excitaban. La mano de él se posó en su culo, lo palpó primero y luego le dio un azote. Ella tembló con ese azote y siguió con su mamada, enseguida sintió los dedos de él hurgando en su interior empezando a arrancarle a ella suspiros de placer.

    Carlos concluyó que su polla había recibido la suficiente estimulación como para que no decayese su erección, así que le indicó que parase de chupar y le hizo un gesto diciéndole que se incorporasen ambos. Se levantaron quedado de pie el uno frente al otro. Ella le echó los brazos por el cuello y se besaron nuevamente. El sentía sus tetas contra su pecho y ella sentía su polla contra su abdomen.

    -Venga, vamos a ponernos más cómodos –dijo Carlos tomándola de la mano-. Coge el rotulador y los condones, anda. Ah, y no te asustes, tengo una sorpresa en la cama.

    Alba le lanzó una mirada de extrañeza a Carlos al oír esto, aunque él siguió mirando hacia delante. Ella podía imaginar qué sorpresa sería aquella, sin embargo nunca habría podido prepararse para lo que vio.

    -P-pero…

    Alba se había petrificado al ver que sobre la cama estaba aquella mujer rubia, Isabel. Pero estaba totalmente desnuda, en pompa y con un plug anal enterrado en su culo. Tenía una venda roja en los ojos y una correa roja al cuello que la ataba al cabecero de la cama. También tenía las muñecas atadas por tela roja al cabecero de la cama. Mantenía la cabeza apoyada en la almohada y la giró hacia ellos al oírlos acercarse. Pero, ¿qué estaba pasando allí? Esa mujer tan orgullosa era una sumisa. Estaba totalmente expuesta y vulnerable, en esa posición tan poco favorecedora.

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