Isabel, te follaba una y otra vez. Parte 2 GIFs

    -Que no... Kike. Cojones -Isabel intentaba con su mano libre parar las manos de Carlos sin conseguir absolutamente nada. Carlos ahora le metía mano como un pulpo, un verdadero acosador. Ella no quería eso en ese justo momento al estar al teléfono, y los dos lo sabía. Ella seguía cachonda, y los dos lo sabían- A ver, escúchame Ki… ohh -tomó aire cuando Carlos le mordió el cuello para ahogar un gemido de sorpresa. El resultado fue un <<oh>> aspirado con fuerza- Escúchame Kike… ¿qué? Ah, sí sí. Es que… -le una mano se había metido dentro de la bata y ahora pellizcaba el pezón izquierdo mientras la otras acariciaba el derecho sobre la tela- el suelo está muy frío y voy descalza. Ah, joder. Voy al baño que me he dejado allí las zapatillas.

    Isabel empujó a Carlos dándole un culazo y revolviéndose con fuerza, quedó libre. Se giró, tapó el micrófono con una mano y le dijo suave pero firme: -¡lárgate que aquí, joder!- No pillaba a Carlos desprevenido, la conocía y sólo le molestaba el que él no bailase al son de ella. Y ni de coña iba a largarse, ya había roto su norma sobre relaciones ajenas, de perdidos al río. Ella se escabulló rápidamente en dirección al baño y cerró la puerta tras ella. Él la siguió y agarró el pomo justo cuando ella lo soltaba, le bastaron tres empujones para poder abrir la puerta. Isabel estaba detrás de la puerta sosteniendo el pomo con cara de ira por haber sido capaz de entrar cuando le había dicho que se fuese.

    Isabel caminaba de espaldas lentamente, con la bata entreabierta dejando ver el nacimiento de su pecho en un escote muy sensual y sugerente que no enseñaba pero que ponía los dientes largos. Se veía también una franja de su trabajado abdomen, muy bien definido y en forma, con un obligo muy bonito en el centro del mismo. Más abajo se veía una prenda, ¿se había puesto bragas? ¿Joder, cuándo? Isabel mantenía la cara de ira hacia Carlos que avanzaba hacia ella con una sonrisa de diversión en su rostro y sólo vestido con los boxers. Boxers que no dejaba lugar a la imaginación del pene erecto que había debajo.

    -Sí, sí. Sigo aquí -Isabel no podía ignorar más tiempo la llamada-. ¿Por dónde iba? -Se contestó a sí misma, sin dar tiempo a Kike a decir nada- Ah, sí. Que esto no acaba hasta dentro de unos días y no, no te puedes ir antes al norte Kike, tío. Si no el niño se queda sólo… -Isabel chocó contra la pared del baño, se había acorralado ella sola. Carlos retrocedió y dejó un pasillo entre él y el lavabo que daba a la puerta del baño para que ella viese una escapatoria y fuese en esa dirección. Si se sentía acorralada muy seguramente le arañase o mordiese, si tenía una escapatoria, podía caer sobre ella de nuevo- y no quiero que se quede con mis padres. Estás tú para eso -avanzó hacia la puerta del baño por el pasillo que Carlos le había facilitado pese a ser una clara emboscada, lo hizo sin retirar la mirada de Carlos, y sin dejar de transmitir con esa mirada un: <<ni se te ocurra>>. La sonrisa de Carlos hablaba por sí sola- ¿Qué? ¿Otra vez con eso? Joder, Kike, ¡qué pesado eres! ¡Copón bendito! -Carlos se abalanzó sobre ella cuando pasó frente a él y empujó hasta que ella quedó contra el lavabo, con las piernas pegadas al borde del mismo y sintiendo la presión de la polla de Carlos contra su culo, otra vez más.

    -Joder ¡¿y qué más da que me haya tomado un par de copas?! Es sábado joder, no hay que trabajar todo el puto día como haces t… tú -Isabel volvía a estar a merced de Carlos, que la manoseaba a placer. Buscaba solamente el encenderla, el calentarla. No buscaba darle placer, sólo el que ella quisiera recibirlo. La acariciaba, la besaba, la lamía y la mordía con suavidad; su pecho sobre y bajo la bata, su cuello, los lóbulos de las orejas. Isabel respiraba cada vez de forma más pesada. -¿En serio? ¿De verdad? Kike… -ahogó un gemido al chupar Carlos el lóbulo de su oreja mientras metía una de sus manos dentro de sus bragas y la otra jugueteaba con un pezón. Isabel se mordió el labio antes de continuar la frase- … que me da igual. Que no voy a ponerme un sábado noche a trabajar por mucho que me insistaAhhhs.



    -Sigue hablando por teléfono -Carlos susurró directamente al oído de ella. Ella le lanzó una mirada de enfado y reproche desde el espejo. Los dedos de él habían entrado de nuevo en ella.

    -¿Y qué que las facturas no estén al día? -La voz de ella se había suavizado, el matiz de ira se iba eliminando. Ahora se mordía los labios entre frases y miraba a Carlos a través de su reflejo en el espejo con los ojos entrecerrados.

    Carlos sacó la mano del coño de ella y se la acercó a cara, ella entreabrió un poco los labios, y se la llevó a su propia boca. Carlos chupó sus propios dedos mirando fijamente a los ojos a Isabel, se acercó a su oído y le dijo: -Parece que estás bastante lista por aquí abajo-. Agarró la bata y tiró suavemente hacia atrás hasta liberar el hombro derecho, besó ese hombro y agarró la manga derecha para sacarla del brazo. Ella misma le ayudo a sacar su brazo de la manga de la bata, quedando la prenda colgando del brazo izquierdo de ella. Isabel volvía a estar semidesnuda.

    -Eso da igual, copón. Quedan meses para el año fiscal, jooohhder -Carlos había dejado caer sus calzoncillos al suelo y había estrujado su polla contra la nalga izquierda de ella, para que sintiese su calor y dureza. Era una declaración de intenciones.


    Carlos agarró con su mano izquierda las bragas de ella por el costado izquierdo, y con la derecha comenzó a jugar con su clítoris por dentro de las bragas. Se acercó a su oído libre, el derecho. -Ayúdame a bajarte las bragas, venga-. Imprimió a su voz un tono de orden muy suave, pero firme, que no dejaba lugar a negaciones. Isabel agarró el costado derecho de sus bragas con su mano derecha. Ambos empujaron las bragas hacia abajo y estas cayeron al suelo. Una vez más.

    -Vamos a ver… Kike… -Isabel tomaba aire entre palabras, sentía la polla entre sus nalgas y movía las caderas de forma involuntaria. Quería esa polla dentro de ella aunque estuviese al teléfono con su marido- …escúchame, por favor -miró a Carlos y él no supo si se dirigió a él o a su marido-. La facturación está al… -tomó aire cuando la polla caliente y dura se metía entre sus muslos y se rozaba con su coño-… día. Está al día.

    Isabel separó las piernas y agarró la muñeca derecha de la mano de Carlos, que estaba dando caricias a su clítoris. La mano izquierda de él subió hasta la boca de ella y ella la abrió hasta comenzar a chupar los dedos que se introdujeron dentro.


    -Kike -la voz de ella sonaba a súplica, alargaba la sílaba final de la palabra mientras Carlos le empujaba la espalda suavemente para que se inclinara y ella levantaba el culo hacia su amante-. Sí, te escucho. Habla tú -el glande besaba la entrada de su vagina, lo hacía con cariño y de forma placentera. Pero no era suficiente. Miró a Carlos usando el espejo, sus mejillas encendidas y su mirada de súplica decían que se la metiera, pero sus labios se mantenían sellados y su cuerpo expectante. Carlos se mantenía quieto con una mano en la base de su polla para mantenerla justo a la entrada de la vagina de ella y con la otra dejada caer sobre la espalda de ella. -¿Contratar a? ¿Alguien? -respondió como una autómata. No prestaba atención a la conversación. Sentía placer en su vagina, la punta había empezado a entrar, Carlos estaba penetrándola así que le miró y solo le vio quieto mirándola con esa sonrisa. -Sí. Sí. Contratar a alguien… mmm -lo dijo con un hilo de voz, repitiendo lo que había oído decir a su marido mientras echaba las caderas hacia atrás e iba tragándose la polla centímetro a centímetro hasta que no pudo tragar más y la tuvo toda dentro.


    Isabel había empezado a moverse con la polla incrustada en su ser. Había apoyado la mano derecha sobre el lavabo y movía las caderas para disfrutar de la polla que la penetraba, tan caliente, tan dura. Mantenía el móvil pegado con fuerza a su oreja pero no escuchaba nada de lo que le decía su marido. Sólo sentía placer en su vagina y deseo de soltar el móvil y volverse loca, dejarse ir.

    -¿Quieres que te folle? -Carlos volvía a susurrar a su oído libre. Ella alzó la mirada y la cruzó con la suya. En sus ojos vidriosos y entornados se adivinaba un sí. Carlos repitió la pregunta: -¿Quieres que te folle? -Isabel se quedó mirándole un par de segundos que parecieron horas y entonces asintió con la cabeza dándole un <<sí>> para luego bajar la cabeza. Carlos agarró las caderas de ella y comenzó a moverse. Movimientos lentos. Sacaba casi la polla por completo y la enterraba entera lentamente. Las caderas de ambos se movían en direcciones opuestas en todo momento y a la misma velocidad. Isabel estaba ahogando cada gemido en su garganta para no alertar a su marido, que seguía al teléfono al parecer hablando sólo.


    -Síiii. Síi, sí. Te escucho, cariño -resopló-. Vale, lo hacemos como tú quier-quieras -ahogó un gemido-. S-Sí. Haremos entrevistas. ¿Qué? ¿Tu hermmm-aaah...na? N-no... no séeeeeehh- se llevó la mano derecha a la boca para morderse y evitar gemir al oído de su marido.

    Carlos salió de ella y retrocedió unos pasos hasta sentarse sobre el váter. Ella, al sentirse de repente vacía, miró hacia atrás y le vio ahí sentado, con la polla brillante y orgullosa mirando al techo. Fue hacia el y abrió las piernas para sentarse sobre él y empalarse, pero Carlos la detuvo y la hizo girarse dándole la espalda. Isabel agarró la polla con la mano libre y la apuntó contra su coño y fue descendiendo lentamente volviendo a clavarse toda la longitud de ese pene en su vagina.


    
-Ufff. Joderrrrr -Lo dijo bien alto y sin tapujos-. No sé si será buena idea lo de tu hermana, Kike -Sintió la respiración de Carlos en su oreja y su mano en su clítoris.

    -Pídeme que te folle -dijo de nuevo en un susurro.

    Esta vez no repitió nada, ella torció la cabeza para mirarle a él directamente, luego miró a frente, a su reflejo en el espejo: toda encendida, con la cara distorsionada por el deseo y con el móvil pegado con fuerza a su oído. Luego miró de nuevo a Carlos a los ojos, activó la opción de silenciar el auricular del teléfono y dijo: -Fóllame- para acto seguido comenzar a besarse con su amante mientras comenzaba a subir y bajar con su polla clavada hasta el fondo de su coño. -Joder, fóllame- dijo tras el primer beso. -Fóllame bien follada, copóoonnn. Ahhhh- decía acelerando el ritmo.

    -Sigue con la llamada, vamos.

    -Sí. Vale. Voy.

    Sin parar de dar botes, Isabel reactivó el micrófono del teléfono. Había perdido el hilo de la conversación. Lo último que había oído decir a Kike era algo de contratar a su hermana, así que decidió seguir ese hilo.

    -Tu her-ma-na me pare-c-ce mala idea. Sabes cómo es -dejó de botar y movió sus caderas hacia delante y atrás mientras Carlos masturbaba su clítoris y besaba su cuello. La estaba matando de placer y se iba a correr viva-. Siempre está detrás de los… hombres -al pronunciar la última palabra se giró y atrapó los labios de Carlos con los suyos, fundiéndolos en un beso con lengua.

    Habla de la hermana de él así mientras le pone lo cuernos. Qué cabrona… pero qué bien que nos lo vamos a pasar.

    -Ya cariño. Pero no sé -Isabel miró a Carlos sonriendo y le dio un beso suave en los labios- ¿Y si hablamos luego? -Se iba a correr viva y Carlos lo sabía porque le dijo al oído que aún no colgase, entonces aceleró su masturbación al clítoris y la agarró de las caderas para hacer que las moviese con más fuerza-. Va… val-valeee. Cariño, mi amor. Síiii. MMMMM -Isabel ya no atendía al móvil, no sabía que le decía su marido y le daba igual, usaba todas sus fuerzas en evitar gritarle al móvil que se iba a correr y el resto de sus fuerzas las empleaba en moverse como una loca para conseguirlo. Como pudo colgó la llamada y lanzó el teléfono al suelo. -¡JODER! ¡ME VOY A CORRER, JODERRR! NO PARES. NO-AHHHH, SÍIII- NO PAREEEEES.

    Isabel apretó los dientes, echó la cabeza hacia atrás, puso los ojos en blanco y gritó mientras se corría como no lo había hecho hasta el momento.

    -JODER ME CORRO. ¡ME CORROOOOOHHHHH!

    Se movió como una loca sobre la falda de Carlos mientras exprimía el orgasmo hasta el máximo y poco a poco fue relajándose entre espasmos involuntarios hasta dejarse caer sobre el pecho de él y estando aún ensartada. En cuanto recobró un poco el aliento Carlos la besó y ella aceptó gustosa el beso.

 


   
-Ahora empieza lo bueno. Te voy a follar hasta que no sepas quien eres y a mí no se levante más la polla. Esta noche te voy a hacer mía. Voy a follarme tu culo y vas a gemir como una zorra cuando lo haga. Y me vas a pedir más, mucho más. ¿Me has oído?

    -Síiii -ella respondió de forma sumisa. Sólo había entendido que iban a seguir follando.

    Se quedaron así en torno a medio minuto, con Isabel sentada sobre Carlos y todavía empalada en él, dejada caer hacia atrás, con la cabeza apoyada sobre el hombro de él. Carlos le dio un pequeño azote en el culo y le dijo que se levantara, ella tardó aún un poco en salir de su estado y en volver a su cuerpo y comenzó a levantarse. Al desenvainar el sable que tenía envainado ronroneó y las piernas le flaquearon un poco. Carlos la sostuvo y la ayudó a caminar hasta la cama, donde la hizo sentarse en el borde. Ella se dejó caer sobre la cama, con el pelo alborotado y aún húmedo de la ducha de antes. La bata aún seguía colgando de su brazo izquierdo. Isabel miraba a Carlos expectante de saber qué venía ahora.

    Carlos se agachó frente a ella y comenzó a comerle el coño sin más preámbulo, arrancando inmediatamente gemidos y contoneos en el cuerpo de ella. Le chupaba el coño mientras se masturbaba él. En seguida sintió la mano de ella enredarse en su pelo y empujar su cabeza más y más hacia su coño. Le guiaba con la mano. Comenzó a penetrar su vagina usando la lengua y eso parecía volverla loca, gemía más fuerte cuando hacía eso y se retorcía aún más. Le metió un par de dedos en el coño y siguió lamiendo, ella gemía y gemía y ronroneaba y se retorcía y le apretaba más la cabeza. Isabel jugaba con sus pezones con su mano libre, tiraba de ellos y los apretaba, apretaba toda una teta para luego moverse a la otra y jugar con ese pezón.

    -Mmmmm. Cómeme así, nene.

    Carlos se masturbó con más fuerza al oírla.

    -Ay joderrrrr. Qué bien me comes el coño, joder. Uffff


    
La comida de coño continuó entre gemidos y poco a poco Carlos fue emergiendo de entre las piernas y besó a Isabel para que probase el sabor de su propio coño, mezclado con su saliva.

    -¿Qué quieres que hagamos ahora?

    -Que me la metas.

    -Ponte a cuatro patas, venga.

    Ella le miró con una sonrisita traviesa y obedeció la orden dada. Aún con la bata colgando de su brazo se puso a veinte uñas en el centro de la cama tras llegar ahí gateando y así se quedó, a la espera. Carlos se colocó detrás de ella.

    -Pídelo.

    -Mmmmm. Métemela ya -lo dijo ronroneando.

    -No he oído la palabrita mágica.

    Isabel vació un momento antes de decir: -…Por favor… Métemela.

    -¿Metértela? ¿Dónde?

    Le encantaba ver cómo se iba desesperando y frustrando mientras él jugaba con ella. Ella se mantenía a cuatro patas en todo momento, no se había movido nada.

    -En. En mi coño. Métemela en mi coño, cabrón.

    -Cabrón, ¿eh?

    Carlos se la metió lentamente y comenzó a follarla con ganas. Ella dejó caer la cabeza hacia abajo y bufaba con cada golpe de cadera que recibía. Sus tetas se movían al ritmo de sus gemidos. Sus nalgas chocaban con las piernas de Carlos creando unas ondas hipnóticas. Isabel se mordía el labio inferior mientras gemía con cada golpe.

    -Esto es lo que querías, ¿no? -Caderazo. Caderazo. Azote- Follar conmigo. Eso es lo que querías.

    Isabel no contestó, mantenía la cabeza caída entre los brazos. Carlos le agarró del pelo y tiró de él para que ella levantara la cabeza, quedando con la espada curvada.


    
-Querías follarme. Pero al final soy yo quien te está follando a ti.

    -Ahhhh. AHHHh. MMMM. Ah, ah, ah joder, joder.

    Carlos le dio un sonoro azote al no responder ella.

    -Te gusta como te follo, ¿verdad?

    -Sí-i-i-iiii -pronunció cada i entre penetraciones.

    -¿Qué. Es. Lo que. QUIERES?

    Isabel gemía con la boca totalmente abierta y los ojos cerrados con fuerza. La cabeza levantada mirando al techo con la melena sujeta en la mano de Carlos. Sus tetas se movían como locas con cada penetración. Las manos seguían fuertemente fijas en la cama, con los puños apretados agarrando la colcha.

    -Quiero qu-que me- fo-o-o-olles.

    -¿Qué dices? -Carlos dejó de estar de rodillas tras ella para estar en cuclillas sin dejar de follarla. Con esa postura en tensión y sin dejar de martillear tiró aún más de su pelo para que ella curvase la espalda todo lo que podía y así quedasen cara con cara.

    -¡Fólla-a-ameee! Jodeeeer. Que gustooo.

    Isabel miraba a Carlos con sumisión. Esperaba lo que fuese que él fuese a decir o hacer. Se dejaba follar, se dejaba azotar y se dejaba tirar del pelo. Estaba más cachonda de lo que había estado en mucho tiempo.

    -Voy a follarte el culo.

    -Sí-iiii-ii. Ah. Ah. Ahhhh.

    Azote.

    -Me vas a pedir que lo haga.

    -Sí. Hazloooo. Fóllame.

    El coño se apretó más. Carlos curvó sus labios en una sonrisa.

    -Me voy a correr en tu boca.

    -Ajáaaaah. Ahhh. Mmmmm síii-iiii.

    Los labios de Isabel se curvaron en un inicio de sonrisa pese a tener la boca abierta.

    -Y tú me lo vas a pedir.

    -Síiii. Córrete. Sí. Fóllame más.

    Carlos acercó su cara más a ella y mirándola a los ojos le dijo:

    -Hazlo. Pídemelo.


    Isabel, con la cara desencajada de placer le miró directamente a los ojos y mantuvo la mirada por unos momentos mientras tenía la boca abierta para poder dejar salir todos los gemidos que lanzaba, y entonces habló.

    -Córrete. Córrete-eee-e… en. Mi… boca.

    Tras decir eso cerró los ojos con fuerza al acelerar Carlos sus embestidas. Ella comenzó a gritar y el a resoplar. No le soltó el pelo en ningún momento mientras la penetraba sin piedad y ella gemía y gritaba tan fuerte como podía. Entonces salió de ella, se puso de pie en la cama y tiró de su pelo para situarla frente a su polla. Isabel se dejó arrastrar y miró hacia arriba con los ojos semicerrados. Vio a Carlos masturbarse con fuerza frente a su cara mientras apuntaba su polla a su boca. Ella abrió los labios y se acercó a la polla hasta meterse la cabeza en la boca. Con una mano amasó los huevos y con la otra relevó la mano de Carlos en la paja. Y así ella continuó ordeñando la polla de Carlos cada vez con más fuerza y velocidad.

    Carlos le agarraba la cabeza con sus ojos cerrados y gimiendo él con fuerza, anunciando un cercano orgasmo.

    -Me corro joder.

    Sacó la polla de la boca de ella y se masturbó con ganas. Ella mantuvo la boca abierta frente a la polla mientras miraba hacia arriba, hacia la cara de Carlos. Carlos se corrió entre gritos y jadeos, tensando cada músculo que pudo tensar. Isabel recibió el primer disparo directo al interior de la boca y el segundo lo recibió dentro de la boca, pues Carlos le enterró la polla dentro. Descarga tras descarga en el paladar de ella, Carlos dejó de correrse e Isabel masturbó la polla para ordeñarla totalmente.


    
-Así joder. Así. Déjala bien limpia.

    Isabel sacó la polla de la boca con un fuerte sonido de succión y empezó a lamerla de arriba abajo mientras la masturbaba lentamente.

    -Joder. Qué bien lo has hecho. ¿Estaba buena?

    Ella miró hacia arriba y abrió la boca mostrando que no quedaba nada del semen. Joder, así me gusta, niña. Me sorprende para bien esta mujer.

    -Sí. Estaba muy buena -tras hablar, volvió a chupar y a comerle los huevos, deleitándose con cada lamida.

    -Sigue chupando, así. Que no decaiga. Uffff. Bien, bien.

    Isabel mantuvo la felación por un par de minutos, mirando a cada rato hacia arriba para devolver la sonrisa que Carlos le lanzaba. Carlos le dio un par de golpecitos en la cabeza y con un gesto de la mano la instó a levantarse y acercársele. Ella se puso en pie sobre la cama y al fin la bata resbaló por su brazo y cayó a la cama. Carlos la agarró por las nalgas y ella le rodeó el cuello, la atrajo hacia sí y se besaron quedando la polla caliente y húmeda entre sus vientres.

    Tras separase un poco ella agarró la polla que sentía caliente contra su vientre y comenzó a masturbarla lentamente mientras sonreía como una tonta.

    -¿Sabes qué pega ahora?

    -¿Qué?

    -Un cubatita. Vamos a pillar algo del minibar.

    -No sé yo -dijo ella sin levantar la mirada de la polla que tenía en la mano-… Es muy caro.

    -Sí. ¿Y?

    -Que no creo que le guste a Kike.

    Carlos puso sus manos en los hombros de ella y empujó para que perdiese el equilibrio y cayese quedando sentada sobre la cama. Ella le miró con sus ojos marrones expectantes de ver qué venía ahora.

    -¿No crees que le guste a Kike? ¿Sabes qué pienso?

    -¿Qué…?

    No pudo continuar hablando.

    -Que te la suda lo que piense Kike. Sólo te importa lo que pienses tú y lo que tú quieras hacer. Hace un rato no te importaba que pudiese pensar Kike mientras dabas saltos sobre mi polla y hablabas con él. Para ponerle los cuernos con el primero que pillas no hay problema en qué pueda pensar, pero luego sí que los hay para el minibar.

    Ella fue a añadir algo, pero él se lo volvió a impedir.

    -¿Sabes qué? -Sin dejar tiempo a contestaciones continuó hablando- Eres una pija que lo quiere todo y que no sabe qué hacer cuando tiene algo. Quieres mandar constantemente, pero no ni tienes ni idea de cómo manejar el más mínimo poder. Sólo te gusta mangonear y que la gente bese el suelo que pises -la miraba desde arriba con el rostro serio, su polla al alcance de la mano de ella-. Te gusta hacerte notar y que los hombres te miren, pero sólo por el poder que eso te da sobre ellos y la envidia que causas en ellas. Estas con Kike sólo porque lo puedes controlar a tu gusto la mayor parte del tiempo y cuando no puedes hacerlo, te enfadas con él hasta que él tiene que arrastrarse a pedirte perdón.

    Carlos dio un paso hacia delante quedando su polla a unos centímetros de la cara de Isabel. Ella miraba hacia arriba con cara de sorpresa por el ataque inesperado de Carlos. Tenía la boca abierta por la sorpresa y se le escapaban miradas rápidas al pene erecto frente a ella.

    -Te quejas de que no te folla bien, pero tú eres la que no le deja hacer nada. Follas como una monjita y quieres controlar todo en todo momento. Te falta imaginación y al final te quedas frustrada -se inclinó un poco hacia delante y bajó el tono de voz. Aún así su voz sonó más fuerte a los oídos de Isabel-. Y luego buscas al primer tío que ves que puedes mangonear y te lo follas a sus espaldas. Te gusta el control y crees que ese control sobre algún pobre diablo te satisfará, pero hoy te has equivocado -Carlos esbozó una sonrisa. Esa sonrisa-. Hoy no vas a dominar a nadie. Hoy te voy a dominar yo a ti.

    Carlos soltó una risotada ante una Isabel perpleja por todo lo que estaba escuchando. Ella estaba callada, escuchando, sin intención aparente de responder a nada.

    -Esta noche te voy a follar cómo y cuánto quiera. Y tu vas a disfrutar cada segundo de ello. Porque me pienso encargar de eso. Y ahora, agárrame la polla y mastúrbame.

    Ella tardó un segundo en reaccionar, pero lentamente levantó la mano derecha sin dejar de mirar a los ojos a Carlos y agarró la polla de él para comenzar a hacer lo que él le había ordenado.


    
-Sólo te molesta que tu marido se vaya unos días fuera a trabajar porque no estará en casa para verte y poder mangonearle. Te importa cuatro mierdas todo lo demás, sólo te importas tú. En cuanto te has enterado que se iba unos días has ido a por mí.

    Ella masturbó a Carlos con más fuerza.

    -Te pensabas que sería otro tío más de los que seguramente te tires a sus espaldas. Alguno más que pierde el culo cuando te mira el culo a ti. Alguno que podrás tumbar en el suelo y montar hasta correrte tú y luego darle una patada esperando que se desviva en agradecimientos hacia ti. ¡Já! Craso error, niña.

    Se quedó un momento en silencio mirándola erguido para que sus palabras calasen.

    -Abre la boca -su tono era ahora mucho más tranquilo y mucho más autoritario que antes, no daba opción a negarse.

    Isabel abrió la boca más y echó la cabeza un poco hacia atrás para demostrar que efectivamente estaba abriendo la boca, como le había pedido. No sabía muy bien por qué lo hacía. La forma autoritaria en que le hablaba no le disgustaba, y no era capaz de negarse tampoco.

    Carlos se agachó un poco, cargó la boca de mocos y, con toda la paciencia del mundo esperó. Dejó que ella esperase también ante lo que esperaba que ella estuviese imaginando que pasaría. Ella no vaciló ni un segundo y se mantuvo con la boca abierta a la espera y masturbando la polla con la mano. Carlos escupió un denso gargajo directamente a la boca abierta de Isabel. Ella no se inmutó ante ello, en cuanto lo recibió procedió a cerrar la boca y entonces Carlos le habló con el mismo tono autoritario de antes.


    
-No lo tragues.

    No lo hizo.

    -Mastúrbate.

    Se llevó la mano libre a su coño y comenzó a acariciarse.

    -Abre la boca, enséñamelo.

    Ella abrió la boca y mostró que aún no había tragado nada.

    -Métete los dedos.

    Ella se metió un par de dedos en el coño.

    -Date placer, vamos.

    Un sonido acuoso empezó a salir del coño de Isabel, que se masturbaba mientras masturbaba la polla de Carlos y le miraba directamente con expresión de obediencia.

    -Abre la boca.

    Ella abrió la boca y otro escupitajo cayó dentro.

    -Sácate los dedos del coño, y chúpalos.


    
Ella lo hizo. Siempre manteniendo la mirada fija en él. Él siempre mirándola desde arriba con una sonrisa en los labios, esa sonrisa.

    -Bien. Ve al minibar y dime qué hay.

    Isabel paró de masturbarlo, le miró durante un par de segundos dudando, entonces se movió y se dirigió al minibar. Sin hablar una palabra lo abrió y sacó una por una las bebidas que en él había.

    -Menuda puta mierda. Con eso no nos da para nada -se bajó de la cama y quedó frente a ella-. Arrodíllate.

    Isabel se arrodilló.

    -Trágalo.

    Ella tragó y enseñó el interior de su boca para mostrar que no quedaba nada.

    -Chúpamela, y no tragues la saliva.

    Isabel comenzó a devorar la polla de Carlos. Se abalanzó sobre ella. Era la enésima vez esa noche que tenía la polla en la boca, pero esa era la vez que más ganas tenía de tenerla en el paladar. Poco a poco la saliva fue acumulándose en su boca y comenzó a salir de ella, corriéndole por la barbilla y poco a poco goteándole sobre el pecho.

    -No uses las manos, sólo con la boca. Haz lo que quieras con las manos, tócate, mastúrbate, no hagas nada, me da lo mismo.

    Inmediatamente ella se llevó las manos a los pezones y los pellizcó con fuerza. Una fuerza que sorprendió a Carlos, que enarcó una ceja al verla tratar así a sus pezones. Tras la virulencia inicial, se llevó una mano a la entrepierna y comenzó a masturbarse. El coño chorreaba al igual que su boca. Su boca emitía sonidos acuosos con la mamada sin manos que estaba practicando. Su coño emitía sonidos húmedos con el dedo que se estaba haciendo.


    
Carlos cogió el teléfono fijo y marcó el número de la recepción.

    -Sigue chupando.

    Tras unos segundos se escuchó una voz al otro lado de la línea.

    -Hola buenas noches.

    La mamada de Isabel era muy ruidosa y era imposible que no se escuchase a través de la llamada. A ratos se sacaba la polla de la boca haciendo un fuerte sonido de succión y dejando caer una gran cantidad de saliva que caía directamente sobre su pecho. Ella extendía esta saliva entre sus tetas al apretárselas y estimulárselas. La saliva sobrante seguía descendiendo hasta llegar a su sexo, donde se mezclaba con sus otros fluidos corporales.

    -Sí, verá. ¿Podría traernos a esta habitación una botella de Ron, añejo si puede ser, y una Coca-Cola?

    Isabel tenía la cara roja. Estaba totalmente encendida. Cada vez se masturbaba con más fuerza. Estaba cachondísima y no debía quedarle mucho para correrse de nuevo.

    -Sí, sin problemas. Cárguelo a la cuenta, claro. Ah, sí. Una cosa más. Traiga hielo también, por favor. ¿Algo que añadir, Isabel?

    Isabel le miró de repente con los ojos abiertos como platos y con la polla aún dentro de la boca. Tenía el auricular cerca de la oreja y el micrófono cerca de la boca. Se sacó la polla de la boca con otro sonido de inconfundible succión de mamada y añadió con un hilo de voz:

    -No. Yo estoy bien. Gracias.

    Carlos se colocó el auricular de nuevo junto a la oreja e instó a Isabel a continuar la mamada apoyando una mano sobre su cabeza.

    -Bueno, pues eso es todo. Aquí le esperamos. Gracias. Hasta luego.

    Carlos colgó el teléfono con una mano y cogió una teta de Isabel con la otra. Con la mano libre tras soltar el teléfono le indicó que se levantara.

    -Ponte unas bragas y ponte también la bata otra vez.

    Ella no entendía el por qué de estas peticiones de repente. Ella sólo entendía que necesitaba correrse. Sólo entendía que quería meterse esa polla que tanto había chupado esa noche. Ante su pasividad ante la petición, Isabel recibió un azote en el culo para espolearla y que comenzara a moverse para cumplir lo que le habían pedido. Con paso dubitativo fue hasta una puerta que había estado cerrada hasta entonces y al abrirla descubrió Carlos que resultó ser un vestidor lleno hasta las trancas de ropa. ¿Cuánta ropa había traído? ¿Cuántas maletas? Isabel entró allí desnuda y brillante por el sudor y por la saliva, mientras, Carlos fue hasta donde estaban sus pantalones y se los puso dejándolos desabrochados. Isabel salió del vestidor llevando una bragas de un color claro, lo suficientemente claro para que se notase al instante la mancha de humedad en su coño. Carlos la esperaba con los pantalones puestos, la polla por fuera de ellos y con una bolsa de plástico en la mano.

    -Ponte la bata.

    Ella se acercó hasta donde estaba la bata tirada sobre la cama, la recogió y se la puso sin cerrársela por la cintura. Aún no entendía nada, aunque se dejaba hacer.

    -Ven.

    La orden de Carlos fue la más imperativa hasta el momento. Lo dijo mientras echaba a andar hacia la puerta de la habitación, sin mirar atrás. Lo dijo lo suficientemente alto para se escuchase sin problemas. Echó a andar tras él, no podía hacer otra cosa.

    Carlos e Isabel llegaron junto a la puerta que daba al pasillo, al exterior de la habitación de Isabel. Sacó de la bolsa de plástico una polla de goma. En aquella luz era de un color oscuro y pareciera que fuese semitransparente. Era de una longitud y grosor similares a la polla de Carlos, una polla normal, y tenía un par de huevos de goma en la base.

    -Abre -dijo Carlos acercando el falo a su boca.

    Ella abrió la boca y dejó que él se la metiera en la boca para chuparla. Y así lo hizo apenas unos segundos hasta que se la quitó de nuevo.

    -¿A qué sabe?

    -¿A plástico?

    Carlos soltó una risa- Por ahora. Ábrete un poco de piernas.

    Se agachó frente a ella con el consolador en las manos y lo pasó rozando la punta por la piel de ella desde su ombligo hacia abajo, al bajo vientre. Agarró las bragas y las bajó hasta la mitad de los muslos. Apuntó el consolador al coño chorreante y sin ningún tipo de ceremonia lo introdujo entero dentro quedando los huevos hacia atrás. Isabel agradeció la entrega con un fuerte gemido ahogado. Carlos cogió las bragas y las volvió a subir, cerciorándose que el consolador quedase dentro de ella sujeto por las bragas. La hizo acuclillarse y le llevó su mano izquierda a la base del consolador, por encima de la tela de las bragas, y la dejó ahí para que ella comenzara a meterse y sacarse cuanto pudiera de la polla de goma aún con las bragas puestas. Carlos se levantó y le dio de comer a Isabel de nuevo de su polla.

    -Como antes. Sin tragar saliva y sin manos.

    La mano izquierda de Isabel se movía como loca, empujando y tirando del consolador que penetraba su sexo. Ella gemía y gemía con la polla dentro de la boca mientras hacía sonidos húmedos y de succión por la mamada que estaba haciéndole. Su mano derecha la usaba como apoyo para no perder el equilibrio al estar en cuclillas. Ella pasaba de la polla a los huevos mientras al mismo tiempo descargaba sendas cantidades de saliva que volvían a manchar su barbilla y colgar hasta caer sobre su pecho, o sobre el suelo.


    
Carlos no sabía si la puerta era buena aislante del sonido, pero si no lo era quien pasase por ahí se llevaría una entrada gratuita a la sesión de gemidos ahogados y sonidos de mamada que Isabel estaba interpretando totalmente entregada a su audiencia. Esperaba que la puerta no aislase mucho. Y efectivamente, no aislaba mucho el sonido ya que pudo escuchar perfectamente como llegaba el ascensor y cómo se abría la puerta. Debía ser el alcohol que había pedido. Acercó un ojo a la mirilla para ver quién sería quien pasase, debía ser quien trajese la bebida. Resultó ser la recepcionista pelirroja, la misma que había cogido el teléfono y quien Carlos quería que fuese. Había tenido suerte. Aunque todo parecía apuntar a que iba a ser ella y nadie más, pues nadie más parecía estar disponible, extrañamente. La pelirroja venía empujando un carrito con una hielera, un par de vasos de cristal de buena factura y ambas bebidas solicitadas, ron y refresco. Parecía un poco insegura cuando se detuvo frente a la habitación, echaba miradas rápidas a la puerta y volvía a fijar la mirada en el carrito que había venido empujando. Tal vez estuviese escuchando los sonoros sonidos de disfrute que venían del otro lado de la puerta. La chica se cuadró, levantó lo hombros y dio un paso hacia la puerta para llamar a ella pero detuvo la mano antes de golpear. Hizo dos intentos más de llamar a la puerta pero volvía a no atreverse, estaba claro que oía los sonidos, se le veía en la cara. Su cara era de nerviosismo y de no saber cómo proceder, no estaba preparada para eso. Al fin consiguió aunar el suficiente valor para llamar a la puerta, débil al principio, al no recibir respuesta del interior y seguir los sonidos de mamada y gemidos igual, repitió el golpeo a la puerta con más fuerza y con decisión.

    Isabel detuvo en seguida su mamada y miró hacia arriba con expresión de miedo, como si les hubiesen pillado, cosa que no había ocurrido, aún. La mano que usaba para masturbarse también se detuvo y sin sacarse la polla de la boca preguntaba a Carlos qué debían hacer ahora. Él le quitó el caramelito de la boca y se lo guardó en los pantalones, que abrochó sin más. Le hizo un gesto con la mano a ella para que se levantara. Cogió las solapas de la bata, las cerró y anudó la cinta sobre la cintura. No cerró la bata completamente sino que la dejó a medio cerrar para que quedase abierta hasta casi el ombligo. No se veía el pecho al descubierto, pero sí que se veía el nacimiento de estos, que resaltaban mucho más debido al brillo que aportaba toda la saliva que recubría su piel. Carlos la agarró por los hombros, la giró y la colocó frente al pomo de la puerta, ella le echó una mirada de pánico y él llevó su mano derecha al culo de ella y colocó dos dedos sobre el consolador que sobresalía de su coño mientras le susurraba al oído.

    -Abre la puerta.

    Isabel dudó de si hacerlo o no, llevó una temblorosa mano hacia el pomo y lo agarró sin fuerza. Volvió a mirar a Carlos y la impasibilidad de su cara no le dio escapatoria, tenía que hacer lo que le había dicho. Con poca o ninguna seguridad giró el pomo lentamente y abrió la puerta igual de lento.


    
Cuando la puerta se abrió, la recepcionista pelirroja se quedó cortada, se la veía claramente incómoda por la situación. Era evidente que había interrumpido el sexo de aquellos dos clientes que se encontraban frente a ella, tapando su desnudez con apenas un par de prendas. Ella llevaba una bata entreabierta que no dejaba mucho lugar a la imaginación y él llevaba sólo un pantalón vaquero. Los dos estaba sudados y con las respiraciones agitadas, ella tenía la respiración muy agitada, parecía nerviosa y excitaba, él en cambio parecía muy tranquilo. Él no se cortaba un pelo y mantenía su mano derecha en el culo de ella mientras miraba fijamente a la recepcionista con una medio sonrisa en la cara. Ella parecía estar conteniéndose, se mordía levemente el labio inferior y movía un poco las piernas.

    -Aquí tienen las bebidas que han pedido -la recepcionista intentaba mirar a los ojos al hombre, que es quien mantenía el rostro sereno. Pero no podía evitar miradas furtivas al pecho de ella y al torso de él. Ambos húmedos, el de él por sudor, estaba perlado. El de ella parecía que de saliva, estaba brillante. Tragó saliva ella misma. -Bu-buenas noches.

    -Buenas noches… Alba -Carlos leyó la chapa sobre el pecho de la pelirroja-. Soy Carlos.

    Carlos empujaba el consolador de Isabel con los dedos, a pulsos, ni muy rápido, ni muy lento. Quería que Isabel ronroneara, que gimiera delante de la tal Alba.

    -Tengan, aquí tienen el ron y el refresco que pidieron -la voz le temblaba un poco a Alba y siempre mantenía la mirada en los ojos de Carlos. Pareciera que no podía apartarla de ahí, aunque seguía lanzando rápidas miradas hacia Isabel.

    Carlos aceleró la cadencia de las penetraciones del consolador. Isabel no pudo contenerse y dejó escapar un gemido e inmediatamente cerró la boca con fuerza. Alba la miró, las mejillas empezaban a ponérseles rojas del rubor. Isabel intentaba mantener la compostura como podía, intentaba ponerse recta y digna, pero al mismo tiempo se esforzaba por sacar más el culo para facilitar el trabajo de Carlos. Intentaba aparentar normalidad pero su cara era un poema de placer contenido. Y por encima de todo estaban los gemidos que había comenzado a ahogar como podía. Tenía los puños apretados y se clavaba las uñas en intentos de evitar gemir más y más fuerte. Isabel parecía a punto de explotar, y Carlos lo sabía.

    -Coge los vasos -Carlos se dirigió a Isabel si mirarla a ella.

    Isabel alargó las manos y las dejó ahí a la espera de que Alba le diese los vasos. La cara de Isabel estaba totalmente roja y la mano de Carlos se movía muy rápido detrás de ella. Isabel estaban haciendo mucho esfuerzo y se mordía el labio con ganas. Sus gemidos, aunque ahogados, eran imposible de pasar por alto, aunque los demás así lo hicieran. Isabel miraba a Alba con la mirada perdida y llena de vergüenza, nada del orgullo anterior existía ya en ella.

    Alba estaba congelada viendo a esa mujer que antes la había mirado siempre con tanto desdén, ahora estaba claramente al borde de un orgasmo. Y pareciera que fuese a correrse justo delante de ella. El hombre le dijo algo y ella salió de su parálisis y se fijó en que la rubia tenía los brazos tendidos hacia ella, esperando algo. Los vasos, claro, eso era. Alba le tendió los vasos con manos temblorosas. La rubia cogió los vasos con manos temblorosas y los apretó con mucha fuerza.


    
De repente la rubia se tensó mucho. Comenzó a tener pequeños espasmos y dejó escapar dos, tres, cuatro y hasta cinco gemidos, cada uno más fuerte que el anterior. Todos ellos con la boca fuertemente cerrada. Los ojos los puso en blanco mientras una sonrisa se dibujaba en su boca. Alba se quedó petrificada viendo el espectáculo, tenía la boca abierta y la respiración y las pulsaciones se le dispararon. El hombre agarró con el brazo izquierdo a la mujer, y ella apoyó en él para no caer al suelo. Cuando pareció recuperarse un poco y sus ojos dejaron de estar en blanco, miró a Alba y entonó una sonrisa distinta, una de satisfacción y superioridad. El hombre la apartó suavemente guiándola tras la puerta, y se escuchó claramente como ella se dejaba caer contra la pared de espaldas y cómo se deslizaba hasta el suelo. ¿Acababa de correrse esa mujer delante de ella?

    -Ey. Hola. 

    El hombre le estaba hablando, tenía una sonrisa simpática en la cara. Era como si no acabase de masturbar a la mujer delante de ella hasta que se corriese. Tenía una sonrisa agradable y parecía muy sincera, casi hizo que Alba se tranquilizara con aquella situación. Aquel hombre con el torso desnudo le tendía una mano mientras decía algo, algo que oía pero no escuchaba. Miró a la mano de él y siguió con la mirada a dónde estaba apuntando. Las bebidas. Claro, las bebidas.

    -Eh… sí. Perd-disculpe.

    -Nada, tranquila.

    -Aquí tiene sus bebidas -la sonrisa tan tranquila y alegre con que le hablaba la confundía aún más que todo lo vivido. Aún así, no podía negar que le agradaba esa sonrisa. Le hacía parecer bastante simpático-. Tome -tenía la boca seca… y los ojos secos, parpadeaba muy rápido… sin embargo tenía las manos húmedas, muy húmedas. Tenía que agarrar muy fuerte las botellas para que no les resbalasen.

    Muchas gracias -Carlos agarró las botellas que le tendía la recepcionista. Se la notaba nerviosa, bastante nerviosa. Quería retirar la mirada y huírsela, pero era como si no pudiese dejar de mirarle. Parecía atrapada y eso pareciese que le divirtiese. Estaba claramente excitada y alterada, las mejillas rojas y la boca seca, tragaba saliva a cada momento y parpadeaba muchísimo. Le hacía gracia la situación, así que sonreía divertido; la incomprensión que a ella le causaba su tranquilidad en aquella situación tan excitante parecía confundirla mucho, y eso le gustaba y divertía.

    Los dedos de Alba y Carlos se rozaron y ella dio un pequeño respingo, sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo que se originó en sus dedos. El corazón le martilleaba en las sienes y sentía calor. No paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra. Se quedaron en silencio mirándose por un tiempo demasiado largo, ella no sabía qué decir y él estaba esperando a que ella hablase porque sabía que no podía hacerlo. Era un cabrón retorcido. Un suave gemido tras la puerta espabiló a Alba, debía ser la mujer rubia. Aquello era demasiado ya, debía marcharse y no sabía si sus piernas le dejarían moverse.

    -Bu-buenas noches, caballero -intentó ser lo más formal que pudo para poner distancia entre ambos-. Si no necesita nada más, me marcho -no hizo ninguna pausa tras decir esto, no quería que le pidiese nada, hablaba por mero protocolo-. Que pasen una agradable velada -se giró y agarró la barra del carrito para empezar a moverse, pero él le habló antes de que diese un solo paso.

    -Ey, sí. Una cosilla, Alba.

    ¿Por qué la llamaba por su nombre? Maldita chapita identificativa. Maldita rubia. Zorra estirada… ¿Por qué arremetía contra ella?

    -He pedido un paquete para que me lo envíen. Está a mi nombre: Carlos. No sé a que hora llegará, ni si ha llegado ya. Si no lo ha hecho, llegará de aquí a un rato. ¿Me lo puedes traer aquí cuando llegue, por favor?

    -Emm… ¿un paquete? S-sí. No debería haber ningún problema. Se lo enviaré a esta habitación -su respuesta fue robótica, casi automática. Ciertamente la petición la había dejado totalmente fuera de juego. Ese hombre la dejaba fuera de juego.

    -Muchísimas gracias, Alba. Eres muy amable -le dedicó una de sus mejores sonrisas y dio un paso hacia atrás entrando en su habitación. Se quedó quieto un momento y cuando Alba comenzó a moverse, el cerró la puerta. No si antes despedirse de ella-. Hasta luego.

    La puerta se cerró y Alba pudo escuchar perfectamente al hombre decir <<bueno, a reponer fluidos, ¿eh? Aún queda noche por delante y hará falta combustible. Já>>. ¿Lo había dicho a ese tono a propósito para que ella le oyese? No lo sabía, no sabía qué pensar. Llamó al ascensor. Espera, ¿por qué el ascensor no estaba en esa planta? ¿Por qué el ascensor nunca está cuando más necesitas que esté? Escuchó un golpe contra la puerta de la habitación de aquellos dos y miró hacia allí sin pensar, estaba cerrada la puerta. Había sonado como si alguien hubiese sido empujado contra la puerta. <<Ahhh, joder>>. Se escuchaba a la mujer rubia gemir tras la puerta y entre golpes a la misma. Debían estar follando otra vez, ella contra la puerta. Alba se llevó el dedo índice a la boca y lo mordió mientras miraba sorprendida y con los ojos brillantes a la puerta. El ascensor abrió las puertas y ella entró con el oído aguzado sin dejar de oír los gemidos que salían de aquella puerta.

 

    Cuando Carlos escuchó que el ascensor llegó, esperó unos segundos más y paró de penetrar a Isabel. Calculó que ya se habrían cerrado las puertas y estaría bajando. Nada más cerrar la puerta de la habitación había agarrado a Isabel por las axilas y la había empotrado contra la puerta, le subió la falda de la bata con impaciencia, el tiempo era oro, le bajó las bragas de un jalón y le sacó el consolador de un solo movimiento para intercambiarlo por su polla. A Isabel esa intrusión violenta no pareció agradarle del todo. Había sido muy brusco y se sintió un poco mal por ello pero no parecía que le hubiese hecho daño. Debía actuar rápido, no sabía el tiempo que tardaría Alba en abandonar la planta, quería que escuchara a Isabel gemir y gemir, quería que supiese que estaban follando, que no le cupiese duda alguna. En cuanto escuchó la puerta del ascensor cerrarse y supuso que ya se había cerrado, dejó ir a Isabel, que se derrumbó sobre el suelo de rodillas.


    -¿Siempre has sido tan guarra, o solo lo eres esta noche?

    -¿Qué dices?

    -Estabas dándote placer con el consolador mientras hablaba con la pelirroja guapa. ¿No te ha bastado con correrte delante de ella? Eres una guarra, tía -una sonrisa volvía a la cara de Carlos, esa sonrisa.

    -Eres un cabronazo. ¿Cómo has podido hacerme eso? Qué vergüenza he pasado…

    Isabel se había girado y mitad sentada mitad arrodillada apoyada en la puerta, la bata estaba abierta, el nudo apenas existía; debía haberse soltado cuando Carlos la levantó y empotró contra la puerta. La bata no ocultaba nada ahora, los pechos de ella eran visibles y se veían brillantes por la saliva, su coño se veía brillante también, aunque no por la saliva. Su pecho se hinchaba y vaciaba a cierta velocidad. Quería poner cara de enfado, de indignación, quería mostrar a Carlos que no le había gustado que la hubiese masturbado en público, pero su subconsciente era más sincero que su orgullo y en cuando Carlos se acercó dejando su polla a su alcance, ella la miró y la agarró con la mano para comenzar a masajearla.

    -¿Vergüenza? Yo creo que te has corrido como nunca. O casi. Si no te hubieses contenido y te hubieses permitido gritar y jalear tu orgasmo, entonces sí que habría sido como nunca. Pero bueno -avanzó un poco más hacia ella chocando su polla contra sus labios. Ella simplemente los abrió y se metió la polla en la boca-. Soy un cabronazo sí, un cabronazo al que le estas chupando la polla. Un cabronazo que estás deseando que te folle como no lo hace el cornudo de tu marido porque tu orgullo y tu <<vergüenza>> no se lo permiten. A ver si a partir de mañana dejas esas tonterías. A ver si te las quito a base de pollazos, joder.



    
Se agachó y le desabrochó el nudo del cinturón, tiró del mismo y lo separó de la bata quedando con aquella cinta en la mano. La agarró con ambas manos y tiró de la cinta un par de veces para comprobar su resistencia.

    -Si yo soy un cabrón, tú eres una perra.

    Isabel paró de chupar al ver la cara que ponía Carlos, tenía una sonrisa que no auspiciaba nada bueno. De repente le entraron muchas dudas. Él se acuclilló frente a ella y le pasó la cinta alrededor del cuello, hizo un nudo y apretó un poco. Le había puesto una correa. Eso la enfadó. ¿Cómo se atrevía? ¿Quién se creía que era ella? No era una cualquiera, no era una perra. Se llevó las manos a la correa para quitársela.

    -Ni se te ocurra.

    Se quedó quieta tras oír la autoridad con que le había hablado. No había gritado, ni siquiera había alzado la voz. No había enfado en su tono, ni siquiera había tono, era plano. Pero no pudo rebelarse contra sus palabras. No reconocía a ese Carlos. Él siempre había sido muy tranquilo y siempre le había hecho caso en todo cuanto le pedía. Siempre tenía cara de aburrido, de que todo le aburría y le resultaba tedioso y ahora… ahora parecía divertido, aunque no siempre, a veces volvía esa cara de aburrimiento que siempre solía tener. ¿Cómo había cambiado tanto? ¿Había cambiado siquiera?

    -Vamos -dio un tironcito de la correa improvisada-. Coge tu juguete y vamos.

    Isabel comprendió que se refería al consolador, que estaba tirado de cualquier manera sobre el suelo. Lo cogió con la mano derecha. Estaba húmedo y caliente aún. Eran su humedad y su calor lo que sentía. En seguida sintió un pico de excitación, no lo pudo evitar. Carlos echó a andar sin darle tiempo a ella a levantarse por lo que tuvo que gatear como buenamente pudo para seguir el ritmo de él. Intentaba levantarse cómo podía pero caminaba muy rápido y la correa estaba tensa, por lo que volvía a cuatro patas. Su orgullo aún no estaba domado. Así llegaron hasta la cama. Ella se sentó en la cama y él se fue a por los vasos, el hielo y las bebidas.


    
Carlos preparó y sirvió las copas frete a la atenta mirada de Isabel. Una cargada para él y otra más ligera para ella. Le dio la copa y bebieron un par de sorbos, solo que los sorbos de él eran considerablemente superiores a los de ella y se bebió la mitad de la copa. Isabel estaba callada, curiosamente callada, no era algo típico en ella. Seguía a Carlos con la mirada a cada movimiento que éste hacía, esperaba. Esperaba, ¿qué? ¿Una orden? Estaba sentada con las piernas cruzadas, las bragas estaban tiradas en el suelo, a sus pies, la bata abierta dejando ver la desnudez tras la tela, la correa pendía aún de su cuello.

    La miró fijamente -Quítate la bata, anda.

    Ella miró a los lados buscando dónde dejar la copa cerca y que no fuese a caerse ni derramarse, se acabó levantando y dejándola sobre la mesita de noche. Se giró y vio que Carlos se había quitado los pantalones nuevamente, volvía a estar desnudo y su polla estaba morcillona. Echó los hombros hacia atrás y dejó que la suave tela resbalase silenciosa por su piel hasta caer tras de ella y quedar nuevamente desnuda a falta de la correa que ahora adornaba su cuello. Carlos cogió su copa del suelo y se subió a la cama para sentarse con la espalda apoyada en el cabecero de la cama.

    -Bueno, no estoy empalmado. Vaya, parece que no me divierto lo suficiente. ¿Qué se te ocurre hacer para solucionar eso?

    -Mmmm, puesss… -ella miró hacia donde él miraba, hacia donde le indicaba con su mirada. Era el consolador. Lo entendió rápido.

    Isabel hizo ademán de subirse a la cama y él la detuvo chistándola.

    -No, no, no. Tendrás que hacerlo a cuatro patas.

    La mirada que le lanzó Isabel podría haber matado a alguien, pero él no solo no se inmutó sino que se divirtió- No pienso hacerlo, de qué vas.

    -Silencio.

    Ella se calló.

    -Vaya, se ve que aún tengo que enseñarte modales- se incorporó de la cama y se acercó a ella. Agarró la cinta-correa y tiró de ella con delicada firmeza obligándola a subirse a la cama tras de él.- Venga, guapa. Coge el juguetito y diviérteme con él. Diviértete tú.

    Ella cogió el juguetito. Estaba cachonda y no podía negarlo. Quería metérselo y eso tampoco podía negarlo. Quería follar con él. Y aunque no terminase de comprenderlo, parecía que gustaba que le hablase así. Algo dentro de ella la hizo sonreír pícaramente al mirar a la polla de goma que tenía en la mano, luego miró a Carlos a los ojos y mantuvo esa sonrisa. Se sentó frente a él y se acomodó con las piernas abiertas dando una buena visual de su sexo. Carlos le lanzó un cojín y ella lo acomodó en su espalda para quedar un poco más cómoda, y entonces se llevó el consolador a su vagina. Lo restregó arriba y abajo varias veces y lo dejó quieto con la punta, besando la entrada. Fue introduciéndolo poco a poco, se paraba y lo sacaba. Volvía a introducirlo poco a poco hasta meter más que antes y volvía a sacarlo entero. Siguió haciendo eso hasta que la polla quedó enterrada hasta los huevos. Empezó un lento mete y saca. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un suspiro mientras se amaba a sí misma. Carlos lo observaba todo con la copa en la mano, su polla había vuelto a levantar cabeza y se agitaba dura con cada palpitación. Aquello era todo un espectáculo que ver, Isabel se había recostado sobre la cama y se movía y contorsionaba mientras se taladraba a sí misma con el juguete sexual, gemía y gemía para sí misma y para él, se chupaba los dedos y se apretaba y humedecía los pezones.


    
Carlos agarró el extremo de la correa de ella y fue tirando hasta tensarla. Ella al notar los tirones fue moviéndose de mala gana en la dirección que le marcaba el cinto. Sin descuidar su vagina fue moviéndose hasta quedar tumbada con la cabeza apoyada en la pierna izquierda de él, con la polla y los huevos de él al alcance. No se lo pensó dos veces y empezó a llenarle los huevos de saliva. Ella permanecía tumbada de lado, con la pierna izquierda trazando un ángulo recto con su pierna derecha que hacía de soporte para mantener la postura. Su mano derecha era usada para masturbarse con el juguete y la izquierda la alternaba en magrear la polla y sus tetas alternativamente. Carlos se estiró e intercambió su copa por la de ella y luego tiró de la correa de seda para atraer a Isabel a él. Se miraron a los ojos.

    -¿Qué?

    -Bebe un poquito, que tendrás sed después de tanta saliva invertida en dejarme la polla bien limpia -le acercó la copa a los labios y la fue inclinando para que ella bebiese.

    -¿Me quieres emborrachar?

    -¿Acaso no lo estás ya?

    -Qué cabrón eres.

    -¿Sí? -Dio un tirón de la correa y atrajo hacia sí aún más hasta quedar sus caras juntas, apenas tocándose-. Vamos a ver si puedo serlo más. Toma -le tendió la copa-, bébetela entera. Si se te derrama algo te castigo.

    -¿Eh? Per-AHHH.

    Carlos había alargado la mano y había cogido el extremo del consolador. Ahora era él quien controlaba la follada de la polla de goma y lo hacía bastante más rápido de lo que ella había estado haciendo. Isabel había comenzado a gemir con ganas y estuvo a punto de dejar caer el vaso por la sorpresa.

    -Tienes un minuto para beberte el cubata, o te castigaré.

    -Ahh, jooooderrrrr. Ca-cabbró-ooon. Ohhhhh, jodeeeeer.

 


   
Isabel se echó como pudo hacia delante en la cama para apoyarse contra el respaldar de la cama y ganar así algo de estabilidad. Carlos se movió más hacia los pies de la cama, agarró la pierna izquierda de ella con su mano izquierda y con la derecha seguía martilleando el coño con el falo de goma. La rubia se había olvidado de su tarea de beber la copa y el tiempo corría en su contra. Mantenía un fuerte agarre sobre el vaso y no paraba de gemir con los ojos cerrados con fuerza, pero no bebía de la copa.

    -Se te acaba el tiempo, perra.

    Isabel abrió los ojos y miró a Carlos primero y luego a la copa. Carlos la miraba serio, la copa estaba fría en su mano, y su coño estaba caliente alrededor del consolador. Se llevó el vaso a los labios y entonces Carlos incrementó el ritmo del mete y saca haciendo que no pudiese beber nada. Cuando se alejó el vaso de la boca, el ritmo con que la follaba se redujo.

    -Tic tac.

    Isabel volvió a intentar llevarse la copa a los labios y él volvió a aumentar el ritmo hasta que no pudo soportarlo más y volvió a alejar la copa. Tenía la respiración muy agitada, se avecinaba un orgasmo.

    -Córrete antes de que pase el minuto, y te castigo.

    -¿Qué? Venga ya. Ahhh… No puedo evitar eso… Ooohh.

    -Te queda medio minuto. A beber.

    Isabel se retorcía de placer, con la mano que tenía libre se agarraba a todo lo que tuviese a mano y apretaba con fuerza. Gemía con ganas y cerraba los ojos, lágrimas de placer volvían a correr por sus mejillas. Su rostro esbozó lo más parecido a un semblante serio que pudo componer, resultó en una mezcla de placer y algo se seriedad, quedaba cómicamente erótico. Hizo un tercer intento de beber de la copa y de nuevo la intensidad de la follada aumentó. Contuvo sus gemidos y sus movimientos tanto como pudo y se pegó la copa a los labios con fuerza. Carlos redujo un poco el ritmo, no quería que se hiciese daño con el vaso estando tan fuertemente apretado a su cara. Isabel aprovechó el hueco para beber. Lo hacía muy lentamente, los sorbos eran ínfimos, y sólo conseguía dar uno tras tomar aire y lanzar un par de gemidos.

    -Quince segundos.

    Le miró con cara de súplica. Puso la mayor cara de corderito degollado que él jamás hubiese visto en su vida, peor no bastaba para ablandarle. Isabel se apresuró a beber cuanto pudo y tan rápido como le era posible. Carlos se movió en la cama y apoyó la pierna izquierda de ella contra su hombro derecho liberando su mano izquierda, la usó para masturbar el clítoris de ella. Sabía que la tenía a punto y eso fue el empujón final. Isabel abrió los ojos todo lo que pudo, la boca vocalizó una <<O>> silenciosa, cerró los ojos con fuerza y tensó su cuerpo, las venas del cuello y frente se hincharon cuanto eran capaces; intentó dejar el vaso en la mesita pero no alcanzaba, al final el vaso salió volando en un espasmo y llegaría a algún lugar de la habitación chorreando de camino la cama y a ambos ocupantes. Una mano la apoyó en la cama y arrugo la colcha al agarrarla con todas sus fuerzas y con la otra agarró con fuerza la muñera que torturaba su clítoris. Al fin su boca emitió sonido y pasó del orgasmo silencioso al ruidoso.

    Isabel gritó un <<OHHH>> y tensó la espalda hasta curvarla. Carlos tuvo que sujetarla con la mano izquierda dejando desatendido el clítoris pero sin bajar la velocidad de la mano derecha. Isabel gritaba y se deshacía en un orgasmo fortísimo, tanto que ni siquiera cogía aire, solo gritaba y gemía vaciando todo el aire que tenía en los pulmones. Cuando se quedó sin aire se dejó caer de costado en la cama mientras el orgasmo se prolongaba ayudado por Carlos. Con la cara congestionada y los ojos abiertos con la mirada perdida tomó una bocanada de aire enorme sólo para poder lanzar sendos gemidos mientras volvía a vaciar los pulmones. Carlos fue bajando el ritmo hasta dejar la mano quieta. Retiró la mano de la polla de goma y se quedó disfrutando de la visión de esa mujer recostada de costado, medio hecha un ovillo y teniendo espasmos fruto del orgasmo que acababa de tener. Le dolía la polla, le demandaba atención, así que se comenzó a masturbar mientras recogía su propia copa y bebía tranquilamente disfrutando de ver a Isabel disfrutar de los últimos retazos de su orgasmo.


    
La mujer volvió en sí con una sonrisa en los labios, tenía cara de agotamiento. El orgasmo le había robado las fuerzas según parecía. Carlos tiró de la correa sin importarle esto, prácticamente la levanto de la cama él sólo pues ella no hizo mucho esfuerzo. La correa se cerró sobre su cuello dificultando la respiración y haciendo que empezase a congestionársele la cara y tosiese.

    -No debías derramar nada. Y mira cómo lo has puesto todo -tiró un poco más cerrando más la correa-. Tenías que beberte la copa. Y ahora está derramada por todos lados -un segundo tirón-. No tenías que correrte. Y mírate, creo que has encadenado dos orgasmos -Carlos soltó una carcajada. Se agachó para quedar a su altura y la agarró por el cuello, apretando lo justo para que pudiese respirar pero que fuese costoso. Con la otra mano le dio una bofetada, más bien fue una palmada en la cara, no dolía, se sentía.- Parece ser que tendré que castigarte, ¿eh? -bofetada-. ¿Perra? -le dio otra bofetada, cada una más sonora que la anterior, pero igual de indoloras.


    
La agarró del pelo y le hizo darse la vuelta hasta darle la espalda, entonces la empujó hacia delante para que cayese sobre la cama quedando ella a cuatro patas. Ella levantó el culo hacia él y él la agarró por la cabeza y la empujó contra la cama quedando su culo aún más alto ahora. Carlos mantenía la cabeza de Isabel bien sujeta contra la cama, ella agarró la muñeca de él e hizo fuerza para liberarse, no parecía gustarle estar así. Carlos hizo caso omiso a esto y simplemente se colocó tras de ella. Apuntó la punta de su polla y la apoyó, ella dejó de mover su culo pero siguió intentando liberar su cabeza. Una sonora cachetada sonó en la habitación. La nalga de Isabel se puso roja de inmediato, ella soltó un grito de sorpresa y enseño los dientes, tenía la mandíbula apretada. Aún así no dijo nada. Carlos volvía a ignorar esto. Otro azote más, igual de sonoro, luego otro y otro más.

    -Ahhh. Joder, para. Que duele.

    -Al fin hablas. Pero las perras no hablan, ladran. Y ya te dije que tendría que castigarte.

    Con su mano libre atrapó la muñeca libre de ella y forcejeando consiguió atrapar la otra muñeca también y las retuvo quedando ella con las manos a la espalda y la cabeza contra la cama.

    -Suéltame cabró… -no terminó el insulto, lanzó un gemido al sentir cómo una polla dura y caliente se abría camino entre sus carnes.

    Esta vez las penetraciones eran fuertes, Carlos la penetraba con ganas y no la dejaba hablar. Sujetaba con fuerza las muñecas a la espalda y le mantenía la cabeza a aplastada contra la cama. Isabel no podía quejarse, ni insultarle por mucho que le molestase el que la inmovilizara de aquella forma, y le molestaba. Siguió empotrando y azotando a Isabel unos minutos más hasta que creyó que la había ablandado lo suficiente. En cuanto paró y ella pudo hablar en vez de gemir, habló.


    
-Hijo de puta, suéltame -estaba enfadada, pero lo estaba por el hecho de que le hubiesen quitado la movilidad habiendo quedado a merced de él. El que él la estuviese follando le parecía estupendo. Tan sólo quería sentirse libre para poder intentar tomar el control.

    Sin decir nada Carlos cambió la postura y pasó de estar de rodillas a estar con los pies sobre la cama y en postura de sentadilla sobre ella y aún dentro de ella. Su respuesta fueron nuevos y profundos pollazos que ella no tuvo más remedio que recibir entre gemidos de júbilo y cara de odio.

    -Que me sueltes, joder. Ohhhh -recibió un fuerte caderazo que le enterró la polla más profunda que nunca-. Cabrón me vas a matar. Ah. ¡AHH! -Ese último fue fuerte, había estado en la frontera entre el placer y el dolor.

    -Quieres que te suelte pero estás encantada. Óyete gemir. Y mira, fíjate cómo mueves tú sola el culo para empalarte. Yo estoy quieto ahora mismo y eres tú la que se está moviendo.

    Y así era. Era ella quien movía las caderas para que las penetraciones no pararan.

    -¿Qué, no dices nada a eso?

    -Cállate -su voz sonaba débil.

    -Vaya, que me calle. Esa no me parece forma de tratarme. Tendrás que hacerlo con más respeto a partir de ahora si quieres que te siga follando.

    Le dio unos cuantos azotes más a su enrojecido y grandioso culo, recibiéndolos ella con gemidos entre dientes y un placer que no estaba dispuesta a admitir por orgullo. Salió de ella quedando su coño abierto, había quedado un agujero del diámetro de la polla que había albergado. Era una de las visiones más bonitas que puede haber. La agarró del pelo e hizo que quedase tumbada y estirada sobre la cama, ella se revolvió al verse más libre pero él se sentó sobre sus lumbares para inmovilizarla.

    -Hijo de puta, suéltame. Te vas a enterar cuando me sueltes cabronazo.

    Carlos cogió el consolador y se lo metió en el coño a ella, acallando una vez más sus quejas e insultos y sustituyéndolos por sus gemidos.

    -Mucho hablar, pero bien que te deshaces en gemidos cuando te toco -rio tras decirle eso, acentuando la humillación que ella sentía-. Te voy a quitar esto -con la mano libre forcejeó con el nudo del cinturón de seda que tenía atado al cuello a modo de correa y lo soltó-. Bueno, ahora viene lo difícil.

    Soltó las muñecas de Isabel y ella apoyó las manos en la cama e hizo fuerza inútilmente para intentar escapar de Carlos. Estos intentos divirtieron a Carlos y enrabietaron aún más a Isabel.

    -Te odio cabrón. Como me sueltes ya verás.

    -Entonces no te soltaré -rio-. Estás muy adorable ahora mismo -siguió riendo y se inclinó para darle un beso en el hombro.

    Aunque no fuese a admitirlo, se sintió halagada por sus palabras. Siguió intentando escaparse. Giró su cabeza para ver qué hacía ese cabrón, seguro que estaba divirtiéndose de tenerla así; estaba haciendo un nudo a la correa de seda, un nudo corredizo.

    -Vaya, esta correíta de seda es bastante resistente. La seda no suele ser tan buena para estas cosas. Veamos si es capaz de contener tu orgullo y domarlo -rio ante el aún creciente enfado de ella.

    Agarró una muñeca y se la colocó con cuidado sobre la espalda. Ella hacía fuerza para liberarse y tenía que doblarle el brazo con tacto para no hacerle daño. El segundo brazo fue más difícil. Tenía que mantener el primero sujeto y necesitaba ambos brazos para doblarle el brazo tras la espalda sin hacerle daño. Se echó hacia delante hasta apoyar su pecho contra el brazo en la espalda de ella, se había tumbado sobre ella. Y eso le dio una idea. Con buena parte de su peso sobre ella para inmovilizarla metió una mano entre ambos y extrajo el consolador de dentro de su coño. Se movió como pudo y comenzó a penetrarla. Ella se esforzaba por ponerle cara de enfado, sin embargo no era capaz de contenerse y comenzaba a reflejar el placer que sentía. Con la fiera más amansada ahora que volvían a estar conectados por los genitales agarró el brazo libre de ella y lo dobló con cuidado hasta juntarlo con el otro brazo, ella seguía resistiéndose, pero cada vez gemía de una forma más sumisa, ronroneaba más y bufaba menos. Ahora necesitaba hueco para maniobrar y el estar tumbado sobre ella no ayudaba así que fue moviéndose con cuidado de no soltar sus brazos y consiguió quedar sentado sobre sus muslos con la polla aún dentro de ella. Era una postura incómoda para él, pero bueno, ella tampoco estaba cómoda, un poco de justicia divina ¿quizás?

    Con la cinta de seda comenzó a atar los antebrazos de Isabel para que quedasen juntos. Su intención era que los brazos de ella quedasen sujetos no por las muñecas, sino que quedasen con las manos en los codos del brazo contrario. Para ello primero ató los brazos por los antebrazos y luego hizo un lazo mayor que iba justo por encima de los codos e impedía que los brazos se movieran y que el nudo de los antebrazos se moviese hasta las muñecas. No apretó ningún nudo mucho, lo justo para que estuviesen bien sujetos pero no lo suficiente para dejar marca, o hacer daño. Le sobraba aún cinta, la parte del nudo. No tenía suficiente sobrante para pasar el nudo por la cabeza. Tendría que deshacerlo y rehacerlo tras parar la cinta por el cuello.

    Ella se mantenía callada y gimiendo suavemente, parecía que le gustaba el ser sometida. Aunque ya se vería cómo intentaría revelarse, porque lo haría. Cuando comenzó a pasarle el cinturón alrededor del cuello ella se comenzó a revolver, como si se hubiese acordado que tenía que hacer exactamente eso mismo. Le puso algo de dificultad, pero pasó el cinturón alrededor del cuello sin problemas. Tomó la medida del contorno del cuello e hizo un nudo en la cinta para marcar cuánta cinta era necesaria para rodear el cuello, ese nudo actuaría como tope para el nudo corredizo que hizo después. Apretó bien el nudo corredizo para que el collar se abriere y cerrase con dificultad sobre el cuello de ella y comprobó que su solución valía como medida de seguridad. Así era, ahora el collar de seda se apretaba lo justo para dificultar el respirar, pero no iba más allá, aún así estaría siempre atento para evitar tener sustos.


      -Fíjate qué calladita te has quedado, ha sido ponerte el collar y en seguida has dejado de ladrar. Ja.

    Isabel se mantuvo callada y con la mirada baja, había cierta ira en sus ojos pero no se quejó ni respondió a las provocaciones. La correa parecía amansarla tal y como decía Carlos.

    Jm, tengo que darle alguna palabra de seguridad. A ver qué se me ocurre. Je, creo que tengo algo que valdrá.

    Carlos se bajó de la cama dejando a la mujer tumbada boca abajo sobre la cama. Ella fue moviéndose y girándose hasta quedar sentada al borde de la cama, así era capaz de mirar qué hacía él. Él estaba buscando algo cerca del baño, su móvil, el que lanzó cuando follaba con él mientras hablaba con su marido. ¿Qué cojones iba a hacer ahora? Sintió un hormigueo en la entrepierna y empezó a rozar los muslos con suavidad mientras veía a Carlos volver con ella, con la polla dura botando a cada paso. Se fijó más en la polla que en el móvil que llevaba en la mano, le atrapaba la mirada. Carlos se detuvo frente a ella, siempre solía hacerlo dejando su polla cerca, o al alcance de ella, en esta ocasión de su boca. Ella le miró un momento y luego bajó la mirada de nuevo hasta la polla. Él no hizo nada, sólo se quedó quieto y ella se dejó caer desde la cama hasta el suelo quedando de rodillas donde simplemente abrió la boca y comenzó a chupar con suavidad.


    -Ufff. Pero qué servicial te has vuelto de repente -lanzó el móvil de ella a la cama-. Escúchame, perra -ella alzó la vista sin dejar de chupar-. Si a partir de ahora quieres parar, tendrás que decir: <<oye Siri>>. Y me pararé. Pero tras eso tendrás que decir: <<llama a Kike>>.

    -¿Q-qué?

    -Pues eso. Dices: <<oye Siri>> si no puedes seguir, si te duele, si te molesta, si quieres parar, si quieres beber agua, lo que sea; y pararé. Pero si después de parar no dices <<llama a Kike>>, volveré a empezar. Hasta que me digas <<oye Siri>> otra vez, claro.

    -Pero, ¿cómo voy a decir eso?

    -Y si no puedes hablar porque tengas la boca llena, o yo que sé, no puedas hablar, mueve la cabeza negando y di: <<mmm, mmm>>, así, con tono de negación.

    No parecía muy contenta con los arreglos, pero tampoco lo suficientemente disgustada para negarlos. Estaba al borde, habría que intentar alejarla de ese borde.

    -¿Entendido?

    Ella le respondió con un gruñido.

    -Si no dices que no, lo interpretaré como un sí.

    Otro gruñido como respuesta. Qué cabrona es, terca como una mula.

    -Eres terca como una mula. Pero esta noche serás mi yegua -la miró a los ojos y rio de aquella forma que había hecho otras veces antes, con cierta malicia.

    Ella le seguía mirando desde abajo con ira mientras él reía. Carlos la agarró por la nuca y le estampó la polla en la cara quedando su nariz justo donde se conectan huevos y polla. El ojo derecho de ella seguía mirándolo con ira mientras que el izquierdo quedaba tapado por la polla. No paso apenas tiempo hasta que Carlos sintió una lengua recorrer su escroto y comenzar a jugar con sus huevos, aún así la mirada continuaba ahí, y eso le divertía y le ponía.

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